La violencia en las escuelas: una mirada espectacular

Entre medidas de fuerza de los docentes, protesta de los estudiantes y una sociedad segmentada por intereses económicos y políticos, la consentida crisis curricular de la educación argentina se proyecta actualmente en una crisis de violencia que quiebra los límites de los valores morales y de la democracia.

Historias mínimas


ImageCada cierto tiempo los medios filman a chicos que cortan las calles porteñas para pedir mejores condiciones en los colegios, calefacción, mobiliario, etc. También en cada ciclo de examen de ingreso es habitual un reportaje dedicado a los tradicionales “bochazos” de los aspirantes a carreras universitarias. A los ojos, todo esto presentado con cierto candor juvenil; incluso con más burla que humor, cuando algún reportero se lanza a la calle y hace preguntas elementales sobre cultura general a los jóvenes y no tan jóvenes y nos damos con que pocos saben, por ejemplo, cuántas provincias conforman su país. ¿Acaso lo sabría el mismísimo ex presidente Menen?, famoso por sus gazapos.

Las represiones sufridas por los maestros en su lucha por una mejora salarial han sido, por supuesto, el capítulo más visible de la crisis. La muerte de Fuentealba, como toda muerte es irreparable, pero la llamada “noche de las tizas”, la represión sufrida por los docentes salteños en 2005, aún no encuentra responsables, entre otras tantas deudas de justicia.

En 2004 un asesinato múltiple de un alumno de 15 años de un colegio de la Provincia de Buenos Aires aportó espectacularidad al asunto. En aquel momento el Gobierno Nacional decretó 48 horas de duelo en todo el país y el ministerio de Educación convocó a maestros y profesores a realizar jornada de repudio, dolor y reflexión.

Las cosas hoy


Los docentes de Salta al anunciar este sábado que volverían al paro tras las vacaciones de invierno en reclamo no solo de la recomposición salarial, además, por nombramientos irregulares de directores en algunas escuelas, entre otros reclamos; resolvieron pedir al Gobierno que instrumente los gabinetes psicopedagógicos para tratar la temática de la violencia, y se pronunciaron a favor de los centros de estudiantes.

La sociedad salteña presenció la semana pasada un ajuste de cuentas público entre estudiantes de las escuelas técnicas 2 y 3 que no terminó en tragedia por la espectacular intervención de la policía, que más bien parecía estar en un operativo cinematográfico. Los hechos ocurrieron en una zona emblemática del centro, Plaza 9 de julio, después de los actos de Forma 1 por la celebración del 9 de Julio. Entre los elementos secuestrados por la policía a los estudiantes involucrados en la riña se encontró una arma casera realizada con caños plástico de PVC, que permite arrojar proyectiles a larga distancia, una punta de hierro en T, tres caños de PVC de aproximadamente un metro y una bandera con palos con la leyenda "La 2".

Unos días antes, en la Escuela “Juan Carlos Saravia" del Barrio Limache de la ciudad de Salta, una alumna de 13 años mechoneó y golpeó por la espalda a una docente por recibir una mala nota.

También por la fecha patria, se dio a conocer un video que un estudiante filmó con la cámara de su celular y luego subió a Internet, donde muestra a un compañero de la Escuela Media Número 8 del barrio La Loma, en la localidad bonaerense de Temperley, que le prende fuego al pelo de una maestra. Las noticias agregan que los actos de violencia en contra de los profesores son frecuentes en ese colegio.

El Ministro de Educación de Buenos Aires decidió suspender al alumno, quien no podrá seguir por este año en ningún establecimiento educativo. La misma medida se tomó en Salta el mes de junio en contra del estudiante Julián Ibarra, aunque el caso es bastante diferente. Ibarra encabezó el reclamo de los estudiantes por las malas condiciones de la Escuela, pretendía formar un centro de estudiantes, pero la directora del establecimiento vio el reclamo como un acto político y decidió suspender al alumno. Aunque la Cámara de Diputados pidió la reincorporación del alumno, el ministro de Educación, Van Cauwlaert, apoyó la decisión y justificó: “Es para el fortalecimiento del sistema educativo y jerárquico”.


Sistema Educativo y jerárquico


Pensar en un sistema educativo que jerarquice el castigo antes que la inclusión, revela la incapacidad de las instituciones educativas para comprender el reto que las emergencias sociales les plantean. En los casos del estudiante bonaerense y del salteño, son violaciones (si las hubo en el caso de Ibarra) de diferentes índoles, la sanción aplicada fue la misma.

La aplicación de una sanción grave es como la intervención de un médico: la enfermedad ya existe. En este caso habría que pensar más bien en lo que no existe. Por ejemplo, no existe una imagen social del maestro como figura de respeto, como profesión fundamental en la construcción de la sociedad. Pero en este aspecto hay que aclarar que no son ni serán los alumnos los responsables del desdibujo social del maestro.

En un país que ha ignorado durante años el reclamo de los docentes, que desapareció a muchos, que asesinó y reprimió a otros tantos, no es extraño que su sistema educativo esté hoy sembrado de violencia.

Las causas, por supuesto, son múltiples, porque otra jerarquía que no existe es una imagen del estudiante y del profesional como valores sociales. Otro tema tratado con más burla que humor por los medios; las familias prefieren que sus hijos sean modelos o futbolistas antes que darle una orientación profesional. De hecho en argentina prácticamente está eliminada la distinción entre “profesionalidad” y “profesionalismo”; el primer término refiere a la cualidad ejercida en una profesión, el segundo está relacionado con el lucro derivado de la práctica del deporte o de la delincuencia. Los crack se desempeñan con profesionalismo, por eso ganan miles de Euros al mes; un científico se desempeña con profesionalidad, aunque apenas su salario alcanza los dos mil pesos al mes. La eliminación de las distinciones no es un fenómeno lingüístico, sino social.

Si de jerarquía se trata, los graduados del Profesorado en Letras de la Universidad Nacional de Salta no cuentan con ninguna. A la hora de optar por un cargo cuentan con el mismo puntaje que los graduados de carreras terciarias en la provincia, a pesar de que la carrera de la Universidad contempla cinco años de cursado y el título que otorga, por supuesto, es Licenciado Profesor en Letras.

En una provincia en la que recién ahora se ha lanzado un plan para eliminar las escuelas ranchos, pone en dudas de que la educación represente una jerarquía.

En un país, donde en defensa del Federalismo cada provincia implementó su propia forma de organizar los programas educativos, adoptando sistemas fracasados en otros países, pone en dudas de que la educación represente una jerarquía.

En una Universidad donde tienen que abrir una materia de Comprensión y Producción de Textos, porque los alumnos que vienen del secundario ingresan sin estas competencias, pone en dudas de que la educación represente una jerarquía. Existen incluso carreras como la de Historia, en las que nunca se toma un examen escrito. En definitiva el trabajador “proactivo” que buscan las “empresas líderes” todo lo que necesita es una buena “imagen” y saber “comunicar”. No solo se entra a la universidad sin saber escribir, también se sale sin aprenderlo, pues no es un saber utilitario.

En un país donde se le paga al maestro solo las horas clases sin que se les contemple las horas de preparación, donde el profesional con salarios críticos tiene que pagarse los posgrados, pone en dudas de que la educación represente una jerarquía.

Y qué representa todo esto. Una directora en Salta que no puede resolver internamente un reclamo de los alumnos, una maestra en Buenos Aires que no registra cuando le prenden fuego a su pelo. Otro paro anunciado, como todos los años, de los Profesores de la Universidad Nacional de Salta por reclamo salariales; deserciones escolares; carreras de humanidades en las que se inscribe 15 o 20 chicos por año. Y ¿no deberíamos agregar la crisis entre el Gobierno y el campo como una crisis de educación? Educación del diálogo, educación sobre las responsabilidades sociales, todo eso que se debe aprender en la escuela.

No hay en nada de esto un sesgo apocalíptico a no ser para aquellos que gustan de aprovechar el caos para derribar a sus contrarios. Hay sí, una microfísica de la violencia social que se está manifestando tal vez de forma espectacular, en un estado de democracia joven e inmaduro, que sin embargo permite el cuestionamiento de sus falencias, en una sociedad que comienza a entrever que la responsabilidad social de sus instituciones y sus ciudadanos, es el único camino hacia la madurez democrática.

Cómo vemos las cosas


La espectacularidad de los acontecimientos, si bien está dada por la forma en que los medios plantean el asunto de la violencia, y también por ello se tornan ellos violentos, no es en cambio una responsabilidad unilateral. Aunque por razones de mercadeo o por ignorancia, se desecha la profundidad en el tratamiento de los acontecimientos bajo el mito de un periodismo de masas, y aun en el peligro que entraña el concepto de comunicación, en busca siempre de complacer y llegar al mayor número de potenciales consumidores. Un fetichismo de la realidad que hace posible la venta no ya de una noticia, sino de un paquete textual de lo real tamizado por una mediación entre el suceso y la especulación de un supuesto “querer saber” del consumidor de noticias.

Todos participamos del morbo. El ciudadano que mientras almuerza ve en la televisión un múltiple asesinato en un colegio argentino, se siente aliviado que ese, y los otros sucesos “fatales” presentados en el noticioso, no sucedieron en el colegio de su hijo. Más tarde se entera que en Filadelfia otro estudiante mató a varios compañeros. Entonces embolsa ambas noticias en el “rincón de los comentarios increíbles” y lo resuelve con una frase de previsibilidad mundial gracias a su condición de ciudadano informado: “así está el mundo”.

El fenómeno de los medios como emergente educativo es algo sobre lo que la sociedad ni los propios medios han tomado medidas claras, sin que se pueda resolver cómo cubrir con responsabilidad los espacios que por debilidades de las instituciones los medios han invadido, como es el caso de la Justicia, la Policía y la Educación. Muchos medios juegan a la profecía en el caso de la política, se valen del rumor, piden justicia con tonos de venganza e investigan ellos antes que acudir a la policía. Si bien el periodismo puede trabajar con legitimidad en estos campos, los límites y la responsabilidad social se desestiman con demasiada frecuencia.

En el circuito de toda esta comunicación, en algún punto, entre los múltiples emisores, se encuentran esos receptores privilegiados que son los jóvenes, viendo a sus padres idolatrar la camiseta 10 sin que sepa el nombre de su preceptor, viendo en la televisión un acalorado líder cortando la ruta o viendo al maestro asistir al colegio con unos zapatos igual de roto que los suyos. Entonces es probable que aprendan a gritar para reclamar sus derechos, a encontrar a un ídolo para compartir su felicidad y a no apreciar el trabajo de maestro, porque no puede comprar unas zapatillas como las de la publicidad.

Pero alguien podrá objetar, no sin razón, de que las cosas no son del todo así, porque como en todo caso de violencia, siempre depende de cómo se vean las cosas. En definitiva lo espectacular es un vértigo pasajero.