Al rescate del mobiliario de la Casa de Leguizamón

Cuentan las crónicas que en el siglo XIX el salón de los Leguizamón era la tertulia más animada de la ciudad de Salta. Construida entre 1806 y 1810 por el comerciante, soldado y político, Juan Galo Leguizamón Salinas, la casa que hoy acumula dos siglos de historia salteña entre sus anchas paredes de adobe, está a punto de deshacerse de los puntales que la sostienen para revivir sus épocas de esplendor. Es que no fue suficiente que en 1979 la declararan Monumento Histórico Nacional, la casa nacida con la Revolución de Mayo fue rehén de una disputa entre la Nación y sus herederos y el tiempo se ensañó contra ella.

Sin embargo, en enero de 2008 la Secretaría de Cultura de la Nación cedió la administración a la Secretaría de Cultura de la Provincia, y en marzo de ese mismo año comenzaron las tareas de inventario, acondicionamiento y embalaje de todo el mobiliario con el fin de someterlos a restauración, además de consignar en pisos, muros y techos los objetos para respetar su ubicación y las costumbre de los Leguizamón cuando se pueda abrir la casa a la comunidad.

Situada hoy en la intersección de las calles Caseros y La Florida, la Casa Leguizamón albergará arte y mobiliario colonial junto al patrimonio de la familia Leguizamón. De este modo quedará integrada a un Complejo Museológico, proyecto impulsado desde la Dirección General de Patrimonio a cargo del arquitecto Mario Lazarovich, que incluye el recién inaugurado Museo de Bellas Artes de Salta, el Museo Casa de Arias Rengel, y probablemente la Casa de Moldes.

Para la tarea de conservación se conformó un equipo integrado por las especialistas Mercedes Jimeno Pfister, ex directora del Museo de la Ciudad, quien fue responsable de la puesta en valor y funcionamiento de ese museo, y por María Campero de Larrán, profesora de Bellas Artes, restauradora y conservadora del Museo Histórico del Norte que depende de la Secretaría de Cultura de la Nación. En el traslado de los muebles de grandes dimensiones colaboraron carpinteros ebanistas del servicio penitenciario.

Las especialistas explicaron que durante el año pasado se realizó el traslado de la totalidad de los objetos a un lugar donde tienen las condiciones necesarias de temperatura y humedad y que las piezas de menor tamaño están resguardadas con sistema de alarmas y monitoreo permanente.

La colección está compuesta por más de mil piezas de diversos materiales como vajilla, artefactos eléctricos, imaginería, pintura, textiles, bibliografía, fotografías y un piano de 1850.

“Partimos del inventario que envió la Secretaría de Cultura de la Presidencia de la Nación, donde haciendo un chequeo con el inventario anterior del año 2001 faltaban muy pocas piezas, diríamos irrelevantes como un visillo o un masetero”, observó Jimeno de Pfistr.

La especialista también aclaró que el proceso de consolidación y conservación preventiva se está realizando bajo la normativa fijada por el Instituto Canadiense de Conservación; “tratamos de hacer un trabajo de excelencia”, enfatizó.

Para Campero de Larrán, el mayor desafío es la puesta en valor de todo el patrimonio. “Todos los objetos requieren una intervención, algunos mínimo, otros intenso. Se trata de un mobiliario del siglo XIX que prácticamente fue detenido en el tiempo hace veinte años”, dijo.

Ahora están trabajando en la conservación de textiles, cortinas y alfombras de brocatos, algodones y lanas. Mientras tanto, en la casa se consolidaron los muros y reforzaron los puntales de planta baja a fin de proteger el lugar y a los transeúntes. El edificio será restaurado por la Secretaría de Cultura de la Nación a partir de un proyecto de la Dirección de Preservación del Patrimonio Arquitectónico y Urbano de Salta (DiPAUS), y las tareas están coordinadas por el arquitecto Mario Lazarovich.

Todo parece indicar que será cuestión de tiempo, pero en este caso de un tiempo bondadoso, que conspira contra el olvido restaurando la historia y parece devolver a la Casa de Leguizamón la robustez del quebracho trabajado al detalle en sus trabas y dinteles y la elegancia de sus muebles coloniales. El espíritu de una época que representa el mayor patrimonio de Salta.