
La cuestión es que la historia oficial mitrista se cayó a pedazos hace mucho tiempo, pero del mito caído han surgido otras verdades.
Esta historia oficial siempre buscó descalificar a Martín Miguel de Güemes, lo trató como un caudillo local, altanero y desobediente. Minimizó la guerra gaucha y sólo la nombran como al pasar y a la retaguardia de la gesta sanmartiniana.
Bartolomé Mitre y el Manco Paz peyorizaron a Güemes como gangoso, hemofílico, cobarde, mujeriego y depravado. No les quedó muchos apelativos negativos, de seguro si habría vivido en este siglo habría sido homosexual y subversivo pero se salvó de estas denotaciones modernas.
Lo cierto es que nuestro Güemes fue un militar de carrera, un hombre de principios, ferviente creyente y un marido fiel y amoroso. Virtudes comunes en realidad, pero que acompañan al prócer, al gran hombre que dio su vida por un país libre y mejor.
No muchos saben que Dn. Martín Miguel fue un combatiente destacado en las invasiones inglesas, cabeza de vanguardia de la primera expedición al Alto Perú, protagonista indiscutible y pieza fundamental de la primera victoria argentina en la batalla de Suipacha.
Pocos tienen registrado que estuvo presente en la tercera campaña al Alto Perú y que fue artífice de la única victoria de dicha campaña, el combate de Puesto del Marquéz.
La gloriosa Guerra Gaucha para los salteños es todo un símbolo pero así también no se tiene idea que Güemes con sus aguerridos gauchos salto-jujeños resistió más de once invasiones realistas, siendo la más importante la comandada por el general José de la Serna, quien llegó de España a fines de 1816 con oficiales y tropas que habían vencido a fuerzas de Napoleón Bonaparte. El invasor creyó que en menos de un año llegaría triunfante a Buenos Aires. Lo que realmente ocurrió fue que en mayo de 1817 José de la Serna y su ejército emprendían la retirada desde el Valle de Lerma (Salta) ante la imposibilidad de superar la acción defensiva de las milicias gauchas de Güemes y dadas las constantes bajas que sufrían. Y cuando el invasor había sido contenido, varios escuadrones de gauchos ya estaban preparados para actuar durante la retirada del enemigo. Y nuevamente ocurría el ataque por los flancos y la retaguardia, de día, de noche, en marcha o durante el descanso y durante todo el tiempo que los realistas tardaban en evacuar el territorio salto jujeño.
Ahora bien, esta gesta en defensa de la independencia de la Patria debe ser considerada primordial para los salteños en las reflexiones de este Bicentenario, es un desafío que debemos asumir como comunidad, por tratarse no sólo de un reconocimiento material y moral por defender durante tantos años la seguridad y la independencia del resto de las provincias hermanas, sino porque es el único camino hacia una auténtica reflexión, acerca de quiénes y cómo somos, generando con ello nuestra identidad con respecto al país que habitamos y nuestro compromiso con su destino.
Pero el Bicentenario es más que un recordatorio de nuestra esencia, es una oportunidad para pensar cómo nos queremos cambiar para mejor. Como podemos resurgir y fundamentalmente animarnos a planificar nuestro futuro.
Existen en Salta hombres y mujeres de conciencia y pensamiento libre que sostienen principios y valores humanitarios. Una cultura de nuevos ciudadanos que tiene esperanza en un futuro mejor. Este debate es más que necesario. No deje de asistir.