Presentan 'Martín Güemes. Baluarte de la Independencia', nuevo libro de Lucía Gálvez

En el último año, la historiadora Lucía Gálvez trabajó en un nuevo libro: el décimo cuarto de su producción. El personaje protagónico de este reciente texto es “Martín Güemes. Baluarte de la Independencia”, editado por “Aguilar”. La obra será presentada por el escritor y diplomático Abel Posse y se leerá un comentario del ensayista salteño Gregorio Caro Figueroa referido a la historiografía sobre Güemes. La historiadora Lucía GálvezEl acto de presentación de la obra de Lucía Gálvez se realizará el lunes 19, a las siete y media de la tarde en el Club del Progreso, calle Sarmiento 1334 de la Ciudad de Buenos Aires. Iruya.com reproduce aquí, al final de esta página, en exclusiva el prólogo de “Martín Güemes. Baluarte de la Independencia”.

No es casual que Lucía Gálvez se haya interesado por Martín Miguel de Güemes (1785-1821), general salteño que condujo las milicias durante las Guerras de la Independencia libradas contra las tropas realistas en el vasto escenario que abarcó algunas de las actuales provincias del Noroeste argentino y parte de las del Alto Perú.

No lo es porque la autora es nieta del escritor Manuel Gálvez, autor de una serie de biografías de personajes argentinos y amigo personal de Juan Carlos Dávalos, autor de “La tierra en armas” sobre aquellas guerras. Tampoco por que una de sus hermanas, la licenciada Delfina Gálvez, reside en Salta y está casada con Martín Güemes Arruabarrena, chozno del general. Por eso el libro está dedicado a sus sobrinos salteños: Martín, Belén, Ana, Manuel y Juan Bautista Güemes Gálvez.

Tapa del libro de Lucía Gálvez Lucía Gálvez es Licenciada en Historia, egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1990, con Diploma de Honor. Ha publicado numerosos artículos en diarios y revistas y dictado cursos y conferencias en todo el país y en el exterior.

Ha ocupado los siguientes cargos: Presidenta de la Fundación Manuel Gálvez (2002), Miembro de número de la Academia de Historia de la Ciudad de Buenos Aires (2002), Presidenta del Instituto Histórico de la Manzana de las Luces , Directora Ejecutiva del Centro Cultural San Martín (1996/99) y Comisión de Cultura del Club del Progreso (desde 1987 a la fecha).

Lucía Gálvez publicó los siguientes libros:

La sociedad, los hombres, las ideas. Historia del Club del Progreso. Buenos Aires, 1990.,
Nueva versión, 2002

Mujeres de la Conquista
1991, Ed. Planeta,
Nueva versión: 1999 Editorial Sudamericana

Guaraníes y Jesuitas. De la Tierra sin Mal al Paraíso
Ed. Sudamericana, 1995

Las mil y una Historias de América
1996, Ed. Kapelusz
Nueva versión: 1999, Ed. Norma

Historia de la Casa Rosada
Ed. Manrique Zago, 1997

Historias de Amor de la Historia Argentina
Ed. Norma, 1998

Delfina Bunge. Diarios íntimos de una época brillante
Ed. Planeta, 2000

Las mujeres y la patria
Ed. Norma, 2001

Romances de tango (en colaboración con Enrique Espina Rawson)
Ed. Norma, Marzo del 2002

Historias de inmigración
Ed. Norma, marzo del 2003

Titaquín. El Inca andaluz, (novela histórica)
Ed. Sudamericana, noviembre de 2004

¿Cómo Dios Manda? Iglesia, Masonería y Estado en la Argentina.
Norma, Abril de 2006


La vigilia bajo las estrellas

Salta, 16 y 17 de junio de 2006

La fuerza omnipresente del paisaje no sólo ha modelado
la idiosincrasia de sus habitantes: ha perfilado los rumbos
de su vida material. Y ha puesto un sello personalísimo a una cultura,
a caballo de una influencia andina y altoperuana.
Gregorio Caro Figueroa, Salta - Argentina, 1997.

El automóvil trepaba dando tumbos por la estrecha carretera bordeada de cebiles, churquis y chalchales. Entre las piedras se asomaban algunas flores desafiando los rigores del invierno. Era un día templado y con sol cuando el heterogéneo grupo formado por doña Marucha Pereyra, tataranieta del General Güemes; su hijo, Guillermo Solá; Susana, su mujer; Delfina, mi hermana, casada con otro Martín Güemes, chozno del General, y yo partimos hacia la Quebrada de la Horqueta, distante 36 kilómetros de la ciudad de Salta. Allí, un sencillo obelisco de piedra recuerda la figura de Martín Güemes, su larga agonía y su muerte.

En otros autos y camionetas viajaban representantes de sus Gauchos, entre los que había algunas mujeres; también autoridades de los Gauchos jujeños, con sus blancos uniformes de gala, además de historiadores, escritores, poetas, periodistas, y dos de los más de cincuenta choznos que ya suma el árbol genealógico del General.

Estaba por comenzar el partido de fútbol entre la Argentina y Alemania –sede del Mundial de fútbol de ese año-, y sólo un puñado de locos idealistas se aventuraba esa mañana de sol hacia la sierra, lejos de televisores y radios. Por distintas razones, era una mañana muy especial para el mundo, para la Argentina, para Salta y también para la pequeña caravana evocadora que iba a reunirse en el lugar donde, después de siete días de intensos sufrimientos, murió Martín Miguel de Güemes; se cumplían entonces 185 años.

Bajo el cielo azul se realizó la sencilla ceremonia de La Horqueta. Se izó la bandera y hubo música y palabras, semejante a tantas otras ceremonias, si no hubiera sido por la intensa carga emotiva que se respiraba en ese lugar recóndito, sombreado por los mismos cebiles cuyas ramas acogieron la larga agonía del General.

Volvimos allí a la tarde, mientras el sol se iba poniendo en un anochecer lluvioso y poco propicio para participar de la “guardia bajo las estrellas”. Así se denomina esta ceremonia que se viene realizando hace ya cincuenta años. La intención de sus organizadores es recordar con oraciones, cantos y discursos la vida y la muerte del General Güemes.

Antes, pasamos por el monumento que lo recuerda en la ciudad, en el que su figura otea el horizonte desde el caballo sobre el cual se yergue, y que tiene como marco el cerro San Bernardo. Su autor, el escultor porteño Víctor Garino, se inspiró en la descripción que de él hizo el escritor Leopoldo Lugones en su obra La guerra gaucha.

El lugar estaba irreconocible por la gran cantidad de gente, sobre todo de grupos juveniles que comenzaban a encender las fogatas, imprescindibles para pasar allí la noche. Era sólo el inicio de la gran fiesta popular que se realiza todos los años, desde 1946, y que es organizada por la Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes. Las guitarras y el vino caliente con canela y especias invitaban a quedarse, pero nuestra meta era nuevamente aquel sitio recogido y silvestre donde habíamos estado por la mañana, y que poco ha cambiado desde el episodio de la injusta muerte.

Esta vez llegamos a la Quebrada de la Horqueta en medio de una nube de niebla, apenas disipada por los primeros fuegos que deberían durar hasta el amanecer. El ambiente era muy distinto al de la mañana. El silencio, el frío y la soledad ayudaban a recrear aquellos días de congoja en los que el General se fue despidiendo de sus fieles gauchos y dictó su testamento espiritual. A medida que transcurría el tiempo, iban surgiendo nuevas hogueras en la oscuridad de la noche. Las encendían hombres y mujeres de todas las edades y condición social, que habían llegado en grupos de parientes o amigos.

Preguntamos a un joven el motivo por el que estaba allí y no en el monumento de la ciudad, y nos dijo: “Aquí se siente más la presencia del General; es una ceremonia, no una fiesta”. En efecto, podía percibirse la presencia avasalladora de aquel príncipe de los montes, valles y quebradas, desangrándose lentamente ante la mirada impotente del sacerdote que lo ayudó a morir y de sus amigos, que respondieron a sus últimos deseos. Podíamos aún oír aquella frase tierna y profética: “Mi Carmen morirá de mi muerte como vivió de mi vida”, y los llantos contenidos de sus fieles gauchos que no se resignaban a la idea de perderlo.

Los organizadores de la “guardia” o “vigilia” habían encendido antorchas frente al obelisco de piedra. Más de un centenar de personas se acercó para participar de los rezos y homenajes. Con atención escuchaban a quienes hablaron de aquel joven gobernador que llevó a la gloria a tantos paisanos pero que no pudo concretar su sueño debido a la alevosía de la traición que segó su vida a los 36 años. Después hubo asado y guitarras hasta el amanecer. Y cayó una llovizna lenta, que no impidió sentir la presencia de las estrellas un poco más arriba.

Al día siguiente, 17 de junio, todo sería muy distinto: la ciudad de Salta, engalanada y festiva, acudió a desfilar o a ver el inacabable paso de gauchos y paisanas de todas las edades y clases en sus caballos de variados pelajes; cepillados y enjaezados con especial dedicación, como una manera de honrar al General nombrado por San Martín, al Padre de los Pobres, al defensor de la Patria, quien, con su acción constante y heroica, secundado y admirado por sus compañeros, supo combatir a los poderosos ejércitos realistas.

Nos preguntamos por qué este héroe nacional, después de casi doscientos años de su muerte, convoca así a sus seguidores, con esa emoción tan sincera y sentida. ¿Por qué fue tan amado Güemes y por qué fue también tan odiado?

La historia del joven general salteño tiene elementos propios de la leyenda y él, a su vez, los atributos del héroe popular: personalidad carismática, aspecto noble y arrogante, consumado jinete; hombre generoso y justiciero, admirado por sus fieles gauchos y amante esposo de una bella mujer; padre de los pobres y azote de los ricos y prepotentes, que, por añadidura, fue muerto en forma violenta y a traición en la flor de la edad. Güemes fue el decidido patriota que se sacrificó y murió peleando por la libertad de su tierra. Más aún: fue el único general argentino que murió en combate contra el enemigo.

Es sabido que el pueblo siente una devoción especial por los que sufren una muerte violenta e injusta. Los considera representantes del Bien y víctimas del Mal, y les da trato de santos cívicos. El culto a Güemes está fundado en conductas reales y análisis racionales pero lleva una gran carga de esa emoción, del entusiasmo que supo despertar en hombres y mujeres desde el día de su muerte hasta el presente.

En un trabajo sobre los orígenes de este culto al general salteño, Gregorio Caro Figueroa nos comenta que durante un cuarto de siglo sólo su familia y sus fieles guardaron su memoria y que su primera biografía, debida a Dionisio o a Manuel Puch, apareció en Lima casi veinticinco años después de su muerte. Allí sostenía Puch que si el general Güemes hubiese sido vencido por los españoles, las armas de Fernando VII habrían llegado triunfantes y sin resistencia alguna hasta el mismo Buenos Aires; y entonces, no habríamos tenido Chacabuco ni Maipú, Junín ni Ayacucho. Puch lo llama “espada fundadora de la independencia argentina”.

Tampoco debe sorprendernos el olvido de sus contemporáneos, ya que lo mismo ocurrió con la memoria de Belgrano y de San Martín. Recién a partir de 1862, “la escritura de la historia y la construcción del culto a nuestros grandes hombres fue iniciada por los hombres de la generación del ’37 cuando éstos tenían cincuenta años” (1) Fue famosa la polémica entre Mitre y Vélez Sarsfield en la que este último reivindicó y enalteció la figura de quien se empezó a llamar “guardián de la frontera”. Mitre aceptó lo que decía Vélez y, en la primera edición de su Historia de San Martín, reconoció que la forma de batallar de Güemes había sido “la más extraordinaria guerra defensiva-ofensiva [...], la más completa, la más original y la más hermosa de cuantas en su género puede presentar la historia del Nuevo Mundo” (2)

En 1877, se realizó en Salta un importante homenaje en su memoria. Pero ese mismo año, en Jujuy, el historiador Joaquín Carrillo acusaba al prócer de arrebatar sus bienes “al blanco decente, al propietario de campos o centros urbanos [...] para mantener el ocio y las pasiones del campesinado armado” (3)

En 1883, don Zacarías Yanzi, veterano de la guerra de la independencia, publica en Buenos Aires los Apuntes históricos acerca de la vida militar del General Güemes, en los que afirma que éste no ha sido aún reconocido. Dos años después de esa publicación, el gobierno y los vecinos de Salta rindieron el primer gran y formal homenaje a Güemes en una velada lírico literaria realizada ante una multitud, en el antiguo Teatro Victoria, la noche del 17 de junio de 1885. “Esta velada sin precedentes -dice Caro Figueroa en el trabajo citado- fue organizada por el historiador y abogado porteño Ángel Justiniano Carranza con el apoyo del gobierno provincial a cargo de Juan Solá.” (4)

Otro homenaje es el que le hace José Hernández, en 1872, al bautizar con su nombre al más conspicuo de los gauchos: Martín Fierro.

Finalmente, la Comisión Nacional de Festejos del Centenario de Mayo dispuso erigir en la ciudad de Salta una estatua ecuestre dedicada al General Güemes. El monumento fue inaugurado recién en 1931 y desde entonces es lugar de culto del héroe para el pueblo salteño, tal como se ha comentado.

La figura de Martín Güemes, sugerente y romántica, tiene por sí sola un interés especial. Ubicarla en su tiempo y entre su gente la acerca y nos ayuda a comprenderla. Así como no podría existir Güemes sin sus gauchos, tampoco hubiera sido posible esta epopeya de valor y patriotismo sin las acciones y el clima de la época, además de la geografía del lugar o, más ajustadamente, sin el espíritu de la tierra que lo vio nacer.

La presente biografía está basada en el material de recopilación que constituye la inmensa obra en doce tomos realizada por Luis Güemes y titulada Güemes documentado, que ha arrojado mucha luz sobre la vida del controvertido héroe. De la misma manera reconozco el aporte del libro en cinco tomos de Bernardo Frías y de la obra de Atilio Cornejo, ambos oportunamente citados.

Desde su carácter de proyecto hasta su concreción, este trabajo ha intentado un acercamiento respetuoso y objetivo hacia la persona de Martín Güemes y sus circunstancias. Espero haberlo conseguido”.

Notas
1) Gregorio Caro Figueroa, “La construcción del culto a Güemes”, Buenos Aires, revista Todo es historia, Nº 368, marzo de 1978.
2) Bartolomé Mitre, Historia de San Martín, 1887, t. I.
3) Joaquín Carrillo, Jujuy. Apuntes de su historia civil, Jujuy, Universidad Nacional de Jujuy, 1989.
4) Gregorio Caro Figueroa, ob.cit.