
Sin embargo, el interesante libro de Sonia María DIEZ GÓMEZ Las Lajitas, el río y sus memorias (Editado por Fundación CAPACITAR del NOA, Salta - 2006) viene a disipar definitivamente aquellas dudas.
La autora describe el territorio anteño y relata, apoyándose en los materiales disponibles, las conflictivas relaciones entre los aborígenes y el reino de España primero y las Provincias Unidas del Río de la Plata después.
Ambos poderes procuraron someter a los indios para apropiarse de sus tierras (varios millones de hectáreas), para incorporarlos al proceso productivo como mano de obra barata, para consolidar la paz en los territorios vecinos al Chaco Gualamba y, como no, para facilitar el tránsito de mercaderías y personas.
Los capitanes españoles lo expresaron con claridad: Derrotado el indio, nuestro soberano tendrá crecido número de vasallos para su corona y la provincia, libre de los enemigos que la hostilizan, podrá aprovechar esos fértiles territorios, aumentando sus crías de ganados, con los engordes de sus abundantes pastos, a cuyas resultas debemos agregar el beneficio seguido de la real abertura de caminos.
Sacerdotes (como el Padre Lozano), Gobernadores (Álvar Núñez Cabeza de Vaca, de Urizar, Martínez de Tineo, Campero, Gavino Arias), militares (Gerónimo Matorras, Napoleón Uriburu), caciques (Paikén), viajeros y memoriosos desfilan ordenada y criteriosamente por las páginas del libro.
Para completar esta nota bibliográfica, reseñaré algunos acontecimientos o episodios que han llamado especialmente mi atención.
En primer lugar, el Pacto Matorras-Paikén celebrado el 21 de julio de 1774 y en virtud del cual ambas autoridades, reconociéndose mutuamente, acuerdan la paz entre ambas comunidades. Un acuerdo, tan inusual como encomiable, cuya firma fue rodeada de la singular pompa que recrea un espléndido cuadro de Tomás Cabrera.
En segundo lugar, la detallada descripción de El Piquete (un pueblo que, fundado en 1750 por el Gobernador Martínez de Tineo, fue el más importante de Anta durante el siglo XIX) y de su capilla (que albergó a imágenes del Señor y la Virgen del Milagro que algunos comentaristas sitúan en un plano superior de autenticidad inconográfica respecto de las que se veneran hoy en la Catedral de Salta).
El Piquete fue un enclave importante, próspero, dotado de los principales servicios administrativos, situado en un paisaje idílico con un río de aguas cristalinas y mansas, un templo hermoso dotado de antiguas e históricas imágenes que exaltan el fervor religioso, de caballeros de la aristocracia que galanteaban a las bellas damas de Anta en inmejorables banquetes y bailes.
Dicho en otros términos, El Piquete fue un pueblo progresista merced a la importancia de su ganadería y de emprendedores como don Paulino Echazú que fundó la mítica hacienda Palermo que hoy es solo una sombra del pasado y cuya amplia casona yace olvidada entre telarañas y silencios.
El tercer acontecimiento relevante es el asesinato, a manos del comisario Rufino, en 1887, de don Jesús María Matorras un demócrata dirigente del partido Radical, conceptuado como un protector generoso de los pobres y caudillo fascinador de las multitudes. El horrendo crimen habría sido alentado por un sacerdote de apellido Aldazábal.
Por último, destaco las repercusiones que, según la autora y las fuentes orales que cita, tuvo para el pueblo de El Piquete la llegada en 1875 del ferrocarril (Ramal C-18). Mientras que el tendido hecho por los ingleses en Anta dio vida a antiguos caseríos y a nuevos pueblos, el ferrocarril eclipsó definitivamente a El Piquete.
Rememorando las quejas que produjo esta novedad, un paisano dice que el ferrocarril atrajo gente de distintas partes lo que propicio el cuatrerismo y la pérdida del respeto.
En resumen: Un libro imprescindible para quien desee visitar con provecho esta región, centro de la nueva Salta pujante.