Manuel J. Castilla y su rastro

Los estudios que conforman Por la huella de Manuel J. Castilla, libro que acaba de publicar Ediciones del Robledal (**), se originaron con motivo del homenaje realizado por el Instituto en Literatura Argentina e Historia “Luis Emilio Soto”, y el Instituto de Folklore y Literatura Regional “Augusto Raúl Cortazar”, en el 25º aniversario del fallecimiento del poeta Manuel J. Castilla. El poeta cerrillano Manuel J. CastillaEn su momento el homenaje consistió en una serie de conferencias que se extendieron entre julio y octubre de 2005 y contó con la participación de numerosos investigadores y estudiosos de la obra “castillana”. Cabe recordar que al tiempo que se desarrollaban estas conferencias bajo el auspicio de la Secretaria de Cultura de la Provincia, la Universidad Nacional de Salta, promovía un seminario dedicado al poeta llevado adelante por la cátedra de Literatura Argentina.

El libro, de excelente factura, responde a la iniciativa de Ediciones del Robledal, que una vez más demostró su interés en difundir la obra del poeta salteño. Es decir, que cuando estamos frente a este libro estamos ante una suma de voluntades que han querido superar burocracias y desatenciones para destacar la palabra de quién fuera el exponente más alto de la poesía del norte argentino.

Ricardo J. Kaliman, señala en su prólogo, que por si sólo se posiciona como uno de los ensayos más lúcidos sobre la obra de Castilla: “La lectura del conjunto permite no sólo transitar las profundas huellas sentimentales y estéticas que la poesía de Castilla ha dejado abiertas, sino también aquilatar el estado del conocimiento que los estudiosos han llegado a aportar sobre una trayectoria literaria que sin duda cuenta entre las más encumbradamente significativas que se hayan producido en esta parte del mundo”.

Uno de los trazos más profundos que encuentra el presente texto es un ligero corrimiento, a propósito de las opciones estéticas en Castilla, de situarlas no tanto a la par de sus contertulios en La Carpa, como en la línea de lo que Kaliman denomina “indigenismo de vanguardia”. Sobre este punto en particular cabe destacar el trabajo de Maria Eugenia Carante, “Vanguardia y América en Manuel J. Castilla”, quién con audacia y rigor intelectual acentúa la reconstrucción “de las escasas pero significativas precisiones biográficas”, que permitirían entender el sentido de la “puesta en relación” de la obra “castillana”, (los entrecomillados pertenecen a Kaliman), con la vanguardia estética alto peruana y de esa forma ampliar el campo de comprensión de su posición artística.

La reconstrucción de la biografía es todavía una tarea pendiente dentro del caudaloso río de tinta escrito a propósito del poeta. Este libro acerca algunas circunstancias ya conocidas y otras no tanto de la vida del poeta, Manuel J. Castilla: Biografía de un poeta, de Mónica Bueno y, Del grupo La Carpa a la revista Ángulo: continuidades de un proyecto cultural, de Mercedes Castelanelli y Carlos Sosa, avanzan en el sentido de la reparación de una vida muchas veces supuesta, (existen al menos dos trabajos concomitantes: uno sería el ensayo de Raúl Aráoz Anzoátegui en Por el ojo de la cerradura, a propósito de Castilla y el del poeta cordobés Aldo Parfeniuk, Desde la aldea americana)

Pero: ¿cuál es el valor de la reconstrucción biográfica a la hora de interpretar su obra? Manuel J. Castilla, y esto sobra decirlo, sabemos no era precisamente un poeta de salón movido por inquietudes intelectuales, era más bien un poeta atento al lenguaje del pueblo de a pié, en quién la experiencia, esa palabra cultivada por generaciones para designar la vivencia que entraña alguna enseñanza, cimentaba su conocimiento. Sus inquietudes artísticas y el gozo de la vida eran más importantes para el poeta que su adscripción y militancia en las vanguardias cultas.

Si bien Castilla no se sumo a ninguna escuela o moda, la comprensión de su obra, entiendo, debe realizarse bajo el árbol de la conciencia americana y no con las herramientas de la tecnología literaria occidental, (aunque cabe reconocer que los aportes realizados por Mónica Bueno, y la utilización del concepto de "tradición selectiva" de Raymond Williams agrega más luces que sombras).

Quizás el flanco más débil de estos trabajos reunidos es la falta de consideración hacia su obra popular, es decir, hacia su cancionero folclórico, por el cual se mantiene viva su memoria en el seno del pueblo. Su encuentro con Gustavo “Cuchi” Leguizamón, y Rolando “Chivo” Valladares se inscribe dentro de esas excepcionales concurrencias de música y lírica que permiten conformar el patrimonio cultural de la comunidad que contuvo esa reunión.

Los versos cultos de Castilla y la complejidad armónica y melódica de Leguizamón, paradójicamente, no lo distancian del público, puesto que estos creadores receptan en sus obras el lenguaje y la tonada del paisaje humano al cual pertenecen.

Castilla es un autor canónico mucho antes que este libro apareciera, por suerte para las generaciones futuras, “Por la huella de Manuel J. Castilla”, amplía el campo de conocimiento sobre una de las obras poéticas más importantes que haya dado nuestra corta literatura.

Quienes le temen a la palabra canon y presumen de ejercer una literatura amplia sin exclusiones y dilatada hasta el mal gusto, quizás puedan convencerse que la academia es capaz de iluminar certeramente una poética que se abrió paso a fuerza de belleza en una época y para un pueblo que otorgó el sentido del paisaje, a la vez que cedió las claves para reconocer nuestra identidad.

Cada tanto alguien en nuestra comarca echa arena y agua para que el milagro suceda.

(*) Es poeta y ensayista. Nació en Córdoba en 1964. Reside en Salta. Publicó Bestias domésticas (2005) que mereció el Primer Premio del Concurso Provincial de Poesía.

** Por la huella de Manuel J. Castilla. 222 páginas. Ediciones del Robledal, Salta.