
Díaz Villalba escribió letras de tango, fue animador de tertulias literarias y un gran anfitrión, cuya hospitalidad se recuerda como rasgo de una época donde los escritores de Salta desgranaron una parte importante de su talento y su ingenio, no preservados en letra escrita. El rico anecdotario de los célebres almuerzos de la larga y acogedora mesa que se tendió, durante años, en su casa de la calle Pueyrredón es un capítulo de la historia cultural de Salta.
Coinciden con León Felipe
Díaz Villalba debió postergar la edición de Antología Vana por el temor a que se asociara ese título con el de la Antología Rota del poeta español León Felipe, a quien conoció y trató durante su permanencia en Salta.
Aquel primer encuentro de mi padre con León Felipe se produjo en casa de Pajarito Velarde, en calle Pueyrredón 106, esquina famosa, a pocos metros de nuestra casa. Esto coincidió con el momento que Díaz Villalba ajustaba detalles de la edición de su primer libro de poemas, Antología vana. Precisamente, su idea era titular su libro Antología rota, Pero cuando se enteró que León Felipe ya tenía una Antología rota, decidió cambiar el título, relata hoy su hijo Ricardo.
Su amistad con Guillermo Velarde Mors (Pajarito) y aquel grupo de bohemios de la época creo que es importante. Allí nació su único tango, Pueyrredón 106, con música del negro Patterson. También fueron importantes en la vida de mi padre el afecto de Guillermo Usandivaras, la relación con los hermanos Eduardo y Roberto García Pinto. Eduardo, era minero, actividad en la que se interesó Díaz Villalba.
García Pinto, Lux White, Merardo Cuéllar y Díaz Villalba fundaron la Cámara de Minería de Salta y redactó, creo, el Código de Minería de Salta. Roberto, que era médico, tenía una enorme cultura literaria y es uno de nuestros mejores ensayistas, añade Ricardo Díaz Villalba. De esos años data su amistad con los poetas Julio César Luzatto y Carlos Mario Barbarán Alvarado.
Sus trece años y primeros versos
Bodas de Oro decimos, y pasadas acaso, si hemos de contabilizar aquellos remotos balbuceos cuando el ilustre bardo humorístico salteño don Nicolás López Isasmendi nos descubrió los primeros versos (¡1919!) Posteriormente en el contacto con Juan Carlos Dávalos, y una natural madurez, nuestra incipiente pluma fue tomando creemos algún relieve literario, escribe Díaz Villalba. Entre aquellos primeros versos escritos, pero no publicados, y los publicados transcurrieron diez años. Antología Vana se abre con poemas de 1929.
Su hijo Ricardo, magister en Filosofía que fundó y dirigió la revista cultural Diálogos, recuerda una anécdota de la juventud de su padre. Un día, cuando tenía trece años de edad, mi padre se sentó en la mesa de mi abuelo Balbín, en la finca de El Churcal, en Molinos (Valle Calchaqui), donde pasó su infancia y donde se nutrió de esa cultura telúrica que se refleja en algunos de sus poemas. Uno de los invitados al almuerzo era don Nicolás López Isasmendi.
López Isasmendi era vecino de la finca El Churcal. En medio de la comida, sacó un papel y leyó de forma muy solemne un poema. Ese poema lo había escrito mi padre y don Nicolás parece que lo encontró en algún cuadernillo olvidado en una de las galerías de aquella antigua casona. La lectura de ese verso hizo que mi padre se pusiera rojo como tomate.
Hombre de letras y de leyes
Díaz Villalba estudió en el Colegio Nacional Belgrano de la Ciudad de Buenos Aires y los completó en el Nacional de Salta en el año 1926. En el año 1936 egresó de la Universidad Nacional con el título de abogado. Al año siguiente regresó a Salta donde abrió su estudio jurídico. A las tareas que imponía es estudio se añadieron las de letrado en varias oficinas locales de organismos nacionales. Fue presidente del Colegio de Abogados.
En 1939 ganó un premio del diario La Nación de Buenos Aires con su cuento El Jasimanito. Durante dos períodos consecutivos fue presidente de la asociación Amigos del Arte, que fue un prestigioso centro de referencia de la vida cultural de Salta en los años de 1940. De 1948 es su conferencia sobre Realidad y poesía en el Norte argentino, leída en el Teatro Nacional Cervantes de la Ciudad de Buenos Aires.
Un aspecto menos conocido de su obra, y quizá uno de los más importantes, fue haber sido el primero en impulsar el diseño de políticas culturales en Salta, en los años 1947 y 1948 cuando se desempeñó como ministro de Gobierno, Justicia e Instrucción Pública del gobierno de Lucio Cornejo Linares. Además de su eficiente gestión en materia cultural, Díaz Villalba debe ser reconocido como el primer salteño que elaboró un proyecto de organización cultural.
El primer gestor cultural de Salta
Su propuesta reconocía el aporte de las organizaciones culturales no gubernamentales de Salta como Amigos del Arte, ´Angulo, Estímulo del Arte y Asociación Artística de Salta. La visión de Díaz Villalba incluyó las letras y las artes pero trascendió esos límites para abarcar un espacio más amplio donde colocó a nuestras bibliotecas, archivos, museos, conservatorios y conjuntos musicales, folclore, impresión de libros, las artesanías, los teatros independientes y la creación del Ateneo Obrero, Ateneo de la Juventud y del Instituto de Extensión Artística Popular.
Díaz Villalba comprendió la importancia de diversidad cultural, el valor del respeto a la libertad de creación y la utilidad de compatibilizar las mismas con la formación de una Comisión Provincial de Cultura, distante de los esquemas burocráticos y abierta a las ideas, asesoramiento y las iniciativas de los intelectuales. La tarea de esa Comisión era coordinar las actividades culturales promovidas por la iniciativa privada con las fomentadas por el Estado.
Director de esa Comisión, creada el 7 de abril de 1948, fue el crítico musical Wadim Struckhof. Los objetivos en el campo cultural no hicieron olvidar a Díaz Villalba la importancia de fortalecer la educación pública y extender la alfabetización a toda la Provincia. Ese año el Consejo General de Educación de la Provincia sostenía 115 escuelas primarias en las que estudiaban 22.054 alumnos y enseñaban 1.193 maestros. Por segunda vez, en la década de 1960, fue ministro de Gobierno de Salta.
Las uñas del abogado
Su acercamiento al peronismo lo llevó a participar en el gobierno de Lucio Cornejo. Siendo ministro de Gobierno, representó a la Provincia de Salta en el encuentro en la frontera entre presidente de Bolivia y el presidente Perón quien viajó acompañado Eva Perón. Su hijo recuerda que el doctor Armando Caro, también funcionario de ese gobierno, integró la comitiva.
Por error de los responsables del protocolo boliviano, que imaginaron que mi padre tenía un rango muy importante en el gobierno argentino, él fue ubicado al lado de Eva Perón, ante la sorpresa de la delegación argentina. Al comenzar la ceremonia, antes del almuerzo, el presidente de Bolivia obsequió a Eva Perón un collar encajado en una cajita. Como Evita se encontró con dificultades para sacarlo del encaje, mi padre se ofreció hacerlo y lo logró. Entonces Eva Perón, para agradecerle, le dijo: ¡que uñas! A lo cual mi padre respondió: soy abogado, señora, para la carcajada general de la audiencia, cuenta su hijo Ricardo.
Cultura ecuménica y abierta
A amplios sectores de la sociedad de Salta no le será posible acceder a la cultura si, previamente, no dominan el lenguaje elemental de la lectura y la escritura, decía Díaz Villalba para quien la cultura no debía quedar reducida a un pequeño círculo de productores y consumidores de cultura, pero para quien también cultura popular no era sinónimo de cultura de menor calidad, de mal gusto o chabacanería.
Díaz Villalba no entendió la cultura local como un espacio cerrado y refractario a influencias universales. Mientras se instruye en lo primario, se procura la elevación cultural por la depuración de la sensibilidad, educándola dentro de los moldes que son la esencia misma de nuestro patrimonio cultural, cuyo signo es de carácter ecuménico abierto a todas las corrientes idealistas y generosas.
Don Julio Díaz Villalba murió en Salta en el año 1990 a la edad de 83 años. Como homenaje al centenario de su nacimiento recordamos aquí uno de sus mejores sonetos, recogido en todas las antologías de poesía de Salta y del Noroeste argentino editado en los últimos cincuenta años.
Acero
Rindo al amor frustrado mi tributo,
al que aspiró a vivir y no ha vivido.
Al que hoy se decolora en el olvido,
desdeñando la lágrima y el luto.
Al amor inhallado, irresoluto,
que por ser y no ser, quedó perdido.
Ave aterida reclamando un nido,
flor que no pudo resolverse en fruto.
Corazón, al cantar tu amor frustrado,
no te duela el error de haber amado,
ni tengas a flaqueza tu desvío.
Ten aquella templanza del acero
que entregado a las llamas arde entero,
y sabe luego recobrar su frío.