
Una de las características inamovibles del cese de una persona en su cargo 'por razones personales' es que tales razones -que solo el renunciante conoce- le impiden ejercer la función que venía desempeñando. Si tales razones no fuesen lo suficientemente poderosas para impedir el normal y provechoso ejercicio del cargo, sencillamente esa persona no presentaría su renuncia.
El caso es que el gobierno provincial de Salta, con la firma del gobernador Urtubey y de sus ministros Lavallén y Simón Padrós, ha aceptado la renuncia del actual Secretario de Cultura, señor Sergio Mariano Bravo, «por razones personales», según se expresa en la parte final del primer párrafo de considerandos del Decreto 947/2018.
Tal parece que las «razones personales» invocadas por el señor Bravo para renunciar a su cargo han desaparecido inmediatamente después de registrar su escrito de dimisión, pues casi sin solución de continuidad, el mismo trío (Urtubey, Lavallén y Simón Padrón) ha estampado su firma en el Decreto 949/2018, por el que designa al renunciante señor Sergio Mariano Bravo para el mismo cargo que acababa de abandonar, porque razones personales le impedían desempeñarlo.
En virtud de este malabarismo reglamentario, el señor Bravo seguirá siendo Secretario de Cultura del gobierno de Salta, pero ad honorem. La pregunta que se hace medio mundo en Salta es: ¿Se quedará el señor Bravo sin sustento económico?
Pues no, porque el señor Ministro Jefe de Gabinete, don Fernando Yarade, con el refrendo de la Ministra de Educación, Ciencia y Tecnología, señora Analía Berruezo, acordaron el pasado mes de mayo darle al señor Bravo 26 horas cátedra «de nivel superior no universitario, correspondiente al Programa de Adecuación, Contextualización e Implementación de la Transformación Pedagógica de la Subsecretaría de Planeamiento Educativo».
Y claro; para cuando el señor Bravo consiguió decir de corrido y sin que se le trabe la lengua el interminable nombre de su nuevo cargo, se le agotaron las fuerzas contextualizadas, y no tuvo más remedio -al parecer- que presentar su renuncia al cargo de Secretario de Cultura.
Pero por esos insondables misterios de la política, las fuerzas, así como la confianza en sí mismo, le han vuelto a sonreír al renunciante, el mismo día 10 de mayo, fecha magna de su renuncia/incorporación, que le permitirá ahora seguir siendo lo mismo que antes, haciendo las mismas cosas y teniendo el mismo sello, pero sin esa incómoda carga que, para algunos, supone un sueldo de Secretario de Estado.
Solo es de esperar que cuando se produzca una baja en la Administración por fallecimiento del agente, al gobierno no se le ocurra designar al fallecido por decreto en el mismo momento en que se esté produciendo el sepelio, porque para muertos que gobiernan, ya estamos muy bien con los que están.