
Que Suriani no le cae bien a las feministas en un asunto bastante conocido. El diputado ha hecho esfuerzos notables para ganarse esta «simpatía». Sus adversarias, por su parte, no han ahorrado ocasión para demonizar al diputado y señalarlo como el enemigo público número uno de las mujeres.
Sin embargo, la democracia no es democracia si no se respeta los derechos de las minorías.
Andrés Suriani, como diputado provincial, tiene todo el derecho a integrar la comisión que elegirá a «la» representante al OVCM. Si esta comisión estuviera integrada solo por legisladores oficialistas, sería injusto y antidemocrático.
Pero también lo sería si fuese condición sine qua non para integrarla que el candidato simpatice con la causa feminista. Es decir, un antifeminista como Suriani le daría a esa comisión un mayor contenido democrático y mayor legitimidad si es elegido y le restaría seriedad si es vetado (por la mayoría feminista).
Si el antifeminismo es minoría, lo menos que puede hacer la Cámara de Diputados es respetarlo. Porque si algo definitivamente no está escrito es que todos deban ser feministas. Habrá alguno que no lo vea con buenos ojos, y a pesar de que a muchos no nos caiga bien, el derecho de las minorías sociales a integrar las instituciones del Estado debe ser respetado.
De Suriani se puede decir casi de todo, menos que no ha salido a enfrentar a sus «adversarias» a cara descubierta. No es, por así decirlo, un agente encubierto del antifeminismo, como alguno que lo critica y que guarda entre sus secretos familiares algún hecho bárbaro de violencia contra las mujeres.
Nos guste o no, Suriani es minoría, tanto en la Cámara de Diputados como en asuntos de la mujer, y su opinión debe ser escuchada si es que no queremos ir camino hacia una dictadura del pensamiento único, o, lo que es casi lo mismo, una democracia en la que las mayorías no admiten ningún tipo de contradicción.