
En septiembre de 2012, el jefe Lami justificó el homicidio de un joven de 32 años cometido por un policía bajo su mando diciendo en aquella oportunidad que se trató de una «cuestión pasional».
En aquella ocasión, el Jefe de Policía dijo que no descartaba que el agente homicida hubiera sido «víctima» (sic) de un «triángulo amoroso».
Y agregó algo no menos polémico: que «todo policía es sometido a un entrenamiento especial y a exámenes psicológicos profundos. Pero cuando el corazón se parte en dos, pueden surgir reacciones no previstas, impensables y no controlables».
Dos años y dos meses después, el señor Lami ha vuelto a ocupar las primeras planas digitales de Salta al salir en defensa, otra vez, de uno de los suyos. Esta vez, de un sargento que anoche acabó con la vida de su expareja, cuando esta se apeaba de un colectivo en el Barrio Santa Lucía de la capital salteña.
El caso es más grave que el anterior, por cuanto el presunto homicida -destinado en una dependencia policial de Tartagal- tenía denuncias anteriores por violencia de género y, al parecer, estaba sometido a observación por parte de la propia Policía a causa de su conducta.
Lejos de condenar el hecho con contundencia, el Jefe de Policía de Urtubey se ha referido a la violencia homicida contra las mujeres como un fenómeno que «toca una delgada línea de susceptibilidades».
En declaraciones que recoge hoy el diario El Tribuno, Lami ha dejado entrever que para la Policía la violencia contra las mujeres es un hecho poco menos que ineluctable, pues, a su juicio, «el descontrol psicológico y el quiebre homicida aparecen repentinamente».
De esta manera, el Jefe de Policía de Salta, alto responsable de un gobierno que afirma estar comprometido en la lucha contra la violencia de género y que para ello ha llegado a incluso a declarar la «emergencia social» en la materia, parece adherir a la «tesis del crimen pasional», que, como es sobradamente conocido, viene siendo rechazada de forma sistemática por aquellos sectores sociales que abogan por considerar los homicidios cometidos contra las mujeres con motivación de género como verdaderos «crímenes de poder».
Las referencias al «descontrol psicológico» y al «quiebre homicida repentino» efectuadas por el Jefe de Policía de Salta han sido interpretadas también como un inadmisible intento de excluir de antemano la imputabilidad del agente -y, por tanto, su responsabilidad penal- aun antes de que la autoridad judicial se haya pronunciado al respecto.