¿Qué tienen en común Santos Clemente Vera y Amanda Knox?

  • Probablemente la respuesta más breve sea: 'que ninguno de ellos cometió el crimen del que fue acusado'. Pero las similitudes entre los casos de la joven estadounidense y el gaucho sanlorenceño son mucho más estrechas de lo que parece a primera vista.
  • El sinuoso camino que conduce a la absolución

El triste caso de Amanda Knox ha cobrado estos días una renovada actualidad a causa del reciente estreno de la película Stillwater, firmada por el laureado director estadounidense Tom McCarthy y protagonizada por el actor Matt Damon, quien, como casi todo el mundo sabe, está casado con la salteña Luciana Barroso.


La película está inspirada -vagamente, según sus realizadores- en el caso del controvertido asesinato de una joven estudiante británica -Meredith Kercher- en la ciudad italiana de Perugia en el año 2007 y del que fue acusada la joven Amanda Knox -por entonces compañera de piso de Kercher-, junto con el que fuera su novio en aquel momento, el joven italiano Raffaele Sollecito, y Rudy Guede, al que la prensa define como un pequeño traficante marfileño.

Un proceso judicial largo y complicado

El calvario judicial de Knox es bastante difícil de explicar con pocas palabras, pero para comenzar a comprenderlo e intentar establecer el paralelismo del caso con el de Santos Clemente Vera es conveniente recordar que la joven estadounidense pasó casi cuatro años en una prisión italiana, antes de ser definitivamente absuelta por el máximo tribunal de justicia del país: la Corte Suprema di Cassazione, que tiene su sede en el Palacio de Justicia de Roma y es equivalente en grado a la Corte Suprema de Justicia argentina.

Para entender un poco mejor el itinerario del juicio contra la joven nativa de Seattle, diremos que en el ordenamiento jurídico italiano la corte d'assise y la corte d'assise d'apello son los órganos jurisdiccionales competentes para juzgar las ofensas más graves. El primero de estos tribunales juzga en primera instancia y el segundo lo hace en grado de apelación. La organización y funcionamiento de ambos tribunales se rige por la ley de 10 de abril de 1951.

Se debe tener en cuenta también que Italia reformó en 1989 su sistema procesal penal para introducir elementos del procedimiento acusatorio, al estilo estadounidense. Aunque los cambios tenían como primer objetivo el de eliminar la continuidad inquisitorial entre la fase de instrucción y la del juicio plenario, en la práctica la reforma procesal italiana tuvo como efecto que la Policía fue desposeída del control de las averiguaciones y a los fiscales se les otorgó una autoridad virtualmente total sobre la investigación preliminar, junto al reconocimiento de un amplio espacio discrecional para presentar cargos. Se puede decir, en líneas generales, que la reforma procesal italiana es bastante parecida a la que tuvo lugar en Salta con la sanción de la ley provincial 7690, que data del mes de noviembre de 2011.

Primera condena y primeros puntos de contacto

El tribunal juzgador de primera instancia pronunció su veredicto el 5 de diciembre de 2009. Amanda Knox y Raffaele Sollecito fueron declarados culpables de fingir un allanamiento, de difamación, violencia sexual y asesinato. Knox -que por entonces tenía 22 años- fue condenada a una pena de 26 años de prisión, mientras que Sollecito lo fue a una pena de 25 años.

Aparece aquí un primer punto de contacto entre los casos de Amanda Knox y Santos Clemente Vera. Y es que en Italia, país en donde se cometió y se juzgó el crimen, la opinión pública de aquel momento no era muy favorable a Knox, mientras que en el extranjero -particularmente en los Estados Unidos- el resultado del proceso fue calificado como un grave error judicial.

Se debe hacer notar que las duras descalificaciones hacia la actuación de los tribunales italianos en este caso, así como las críticas dirigidas al proceso y a la sentencia, no impulsaron a los jueces a repartir querellas a diestro y siniestro, como sucede por ejemplo en Salta, en donde también es bastante conocido que la inocencia de Vera es reclamada en algunos países extranjeros con más insistencia y fundamento que en la propia Argentina.

Exactamente como sucedió en Salta en el caso de las turistas francesas con el periodista corso Jean-Charles Chatard, el juicio contra Knox y Sollecito fue seguido muy de cerca por la escritora y periodista de investigación norteamericana Nina D. Burleigh, que pasó varios meses en Perugia durante el proceso mientras recopilaba material para un libro. Al igual que Chatard con su influyente Crimes en eaux troubles, Argentine, autopsie d'un double assassinat, que vio la luz en 2015, Burleigh publicó en 2011 su libro The Fatal Gift of Beauty: The Trials of Amanda Knox, en el que critica la actuación de los fiscales y los tribunales italianos y defiende la inocencia de Knox.

El debate científico y el papel de Innocence Project

En aquella época, varios expertos estadounidenses se pronunciaron en contra de las pruebas de ADN utilizadas por la fiscalía italiana. Según el consultor Gregory Hampikian, la policía forense italiana no acertó jamás a replicar el resultado clave. Para el experto, los estudios genéticos practicados que condujeron a una supuestamente exitosa identificación del ADN fueron realizados a niveles inferiores a los que un laboratorio estadounidense hubiera conseguido analizar. Según Hampikian, la policía forense italiana nunca proporcionó la validación de sus métodos, exactamente igual que sucedió con algún dictamen pericial en el caso judicial de Santos Clemente Vera, que -según expertos franceses y argentinos-, no alcanzó el nivel científico considerado necesario en los países avanzados para lograr una plena identificación.

Pero hay más coincidencias todavía: el señor Hampikian era, en mayo de 2011, director del Idaho Innocence Project, una organización de investigación sin fines de lucro que se dedica a demostrar la inocencia de personas condenadas injustamente. Es bastante conocido que el capítulo argentino de esta organización internacional es la que ha llevado el caso de Vera a la Corte Suprema de Justicia argentina y espera por la sentencia definitiva.

Primera apelación y primera absolución

La condena de Knox y Sollecito fue apelada ante la Corte d'Assise d'Apello de Firenze, que llevó a cabo, como corresponde, un nuevo juicio plenario y plenamente contradictorio. La diferencia con el caso de Vera es en este punto notable pues con posterioridad a ser absuelto por el Tribunal de Juicio de la ciudad de Salta, el jardinero nunca fue sometido a un segundo juicio.

La vista de apelación del caso Knox y Sollecito comenzó en noviembre de 2010 ante un tribunal presidido por los jueces Claudio Pratillo Hellmann y Massimo Zanetti, que ordenaron la revisión de las pruebas de ADN que habían sido impugnadas por expertos independientes. La revisión puso de manifiesto numerosos errores básicos en la recogida y el análisis de las pruebas, y concluyó en que no se encontró ningún rastro probatorio del ADN de la víctima (Meredith Kercher) en la presunta arma homicida (un cuchillo hallado en la casa de Sollecito).

Al final, en esta instancia los jueces absolvieron a Knox y Sollecito de los cargos más graves y dejaron subsistente la condena a la joven estadounidense de tres años por difamación, que se dio por cumplida por el tiempo que llevaba en prisión.

Repetición del juicio y segunda condena

Pero los fiscales apelaron la absolución en segunda instancia y el asunto llegó, por primera vez, a la Corte Suprema di Cassazione, que procedió a anular el segundo juicio con el argumento de que la Corte d'Assise d'Appello había excedido sus competencias al no ordenar la producción de nuevas pruebas de ADN y no haber valorado cierta «evidencia circunstancial».

El tribunal supremo ordenó entonces un nuevo juicio, al que Knox -liberada y de regreso en los Estados Unidos- no acudió en persona sino a través de representante.

El juez Alessandro Nencini presidió el nuevo juicio. El 30 de enero de 2014 Knox y Sollecito fueron nuevamente declarados culpables. Mientras la controversia sobre el ADN seguía entre los peritos, los jueces consideraron que la sentencia pronunciada en el juicio rápido contra Rudy Guede consitituía un punto de referencia judicial para establecer sin resquicio para la duda, que el marfileño no había actuado solo y que, por tanto, Knox y Sollecito se hallaban presentes en la escena del crimen.

Para incriminar a la pareja, fue decisivo el testimonio de Guede -tan cambiante y misterioso como el del salteño Gustavo Lasi en el juicio celebrado en 2014- que dijo primero no haber visto a Knox y Sollecito en el lugar, pero después se desdijo, afirmando que los dos estuvieron en el lugar a la hora del crimen. El hallazgo (bastante dudoso para los peritos) del ADN de Sollecito en el broche de un sujetador hallado en lugar y que estuvo abandonado durante 47 días, permitió al juez Nencini concluir de que el italiano y su novia americana estuvieron en el lugar del hecho y que de alguna forma se las ingeniaron para limpiar la escena para eliminar los rastros de Knox de la casa. La misma casa en la que ella vivía.

Tras la absolución definitiva de Knox y Sollecito, Guede ha quedado como el único autor del mortal apuñalamiento.

Aunque no formaba parte del equipo de expertos de la defensa, una autoridad en materia de genética forense, el profesor Peter Gill, dijo públicamente que el caso contra Knox y Sollecito estaba mal concebido porque los acusados tenían una excusa legítima para que su ADN estuviera presente tanto en el cuchillo de cocina de Sollecito como en el apartamento en que se produjo el crimen.

Según el profesor Gill, el fragmento de ADN de Sollecito hallado en el broche de un sujetador podría haber llegado allí al haber tocado Sollecito la manija de la puerta de Kercher mientras intentaba forzarla. Esta manipulación podría haber transferido el ADN del joven italiano de la manija de la puerta a los guantes de látex utilizados por los investigadores y de allí al sujetador que se halló dentro de la habitación.

Desenlace y resolución final

El 27 de marzo de 2015, la apelación final de Knox y Sollecito fue escuchada por la Corte Suprema di Cassazione. La Quinta Sección Penal del tribunal, integrada por los magistrados Gennaro Marasca, Paolo Antonio Bruno, Alfredo Guardiano, Luca Pistorelli y Gabriele Positano, ya no se limitó a anular el juicio anterior sino que resolvió directamente y con firmeza que el caso carecía de fundamento, absolviendo en consecuencia definitivamente a la pareja acusada de asesinato (Clic para ver la sentencia).

Este dato es muy importante, pues mientras en Salta se afirma que Santos Clemente Vera busca otro juicio, quienes confían en su inocencia apuestan a que el máximo tribunal de justicia argentino pronuncie su absolución definitiva y ordene su inmediata puesta en libertad.

En marzo de 2015, la Corte Suprema di Cassazione, en lugar de simplemente declarar que se produjeron errores de procedimiento en los juicios anteriores o de juzgar que no había pruebas suficientes para condenar, el tribunal dictaminó que Knox y Sollecito eran inocentes de su participación en el asesinato. Es lo mismo que se espera para Santos Clemente Vera.

El 7 de septiembre de 2015, el tribunal italiano publicó los fundamentos de la absolución, extendidos en 52 páginas. En ellos, con una contundencia apenas esperada, los altos magistrados hablan de «un proceso objetivamente vacilante», de «errores flagrantes», de «amnesia investigadora» y de «omisiones culposas». Cualquiera de estos tres adjetivos se antoja pequeño para calificar la impresentable y sesgada actuación policial-fiscal-judicial en el caso del salteño Santos Clemente Vera.

Los cinco jueces que integraron una de las siete secciones penales de la Corte Suprema di Cassazione dijeron también que los fiscales que ganaron la condena por asesinato original «no cumplieron con su deber de probar una verdad completa» para respaldar la hipótesis de que Knox y Sollecito mataron a Kercher. Los jueces no solo excluyen su participación material en el asesinato, sino que incluso descartan la hipótesis de que hubieran estado presentes en la casa en la que se cometió el crimen, subrayando «la absoluta falta de rastros biológicos atribuibles a ellos», tanto en el lugar del asesinato como en el cuerpo de la víctima.

Más aún: en cuanto a la prueba pericial biológica, los jueces del tribunal supremo dijeron que «las investigaciones genéticas fueron adquiridas en violación de las normas consagradas en los protocolos internacionales». Huelga decir que los mismos protocolos internacionales fueron omitidos en buena parte de la tramitación judicial del caso de las turistas francesas en Salta, según la denuncia de dos de los tres peritos genetistas que intervinieron.

En otro punto de la motivación, los jueces supremos italianos afirman que «el insólito bombo mediático» y las «reflexiones internacionales de la misma historia» ciertamente «no ayudaron a encontrar la verdad» y provocaron una «repentina aceleración» de las investigaciones que derivó «en la búsqueda espasmódica de 'culpables'» para ser entregados a la opinión pública internacional. Algo muy parecido a esto ocurrió en Salta en el caso de las turistas francesas.

Pero si hay alguna frase capaz de resumir el elevado grado de convicción de los juzgadores finales es aquella que habla de clamorose defaillance (clamorosa debilidad) de la investigación judicial, en la que se incluyen las inexplicables «omisiones culposas» de los juzgadores de instancias anteriores al desconocer los dictámenes periciales que demostraron la contaminación de las pruebas.

Posteriormente, el 24 de enero de 2019, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) condenó a Italia a pagar una indemnización a Knox por violar sus derechos en las horas posteriores a su arresto en Perugia.

A la espera de una decisión valiente

Las similitudes no se acaban aquí, por supuesto.

Decenas de expertos en genética y Derecho Penal han defendido ardorosamente la inocencia de Amanda Knox sin que esta defensa haya sido considerada por nadie como un delito contra el honor, o como un agravio a los jueces que la declararon culpable o un ataque al prestigio de las instituciones judiciales italianas.

El tribunal supremo italiano, valorando los intereses en juego (la libertad personal, el derecho al debido proceso y la presunción de inocencia) no ha dilatado más el procedimiento y le ha puesto fin absolviendo a los acusados, cuando muchos especulaban con que su sentencia iba a ordenar la celebración de un nuevo juicio.

El Estado italiano debe indemnizar a Knox por su injusta prisión, de la misma forma que el Estado salteño debe indemnizar a Santos Clemente Vera en caso de resultar absuelto, tal cual como reclama Jean-Michel Bouvier el padre de una de las jóvenes turistas francesas asesinadas en Salta en 2011.

Las muestras de ADN, tanto las que se analizaron ya como las que están pendientes de análisis, deben ser objeto de nuevas pericias, independientes y objetivas, como reclama el padre francés. El caso de Amanda Knox y la valiente decisión de la Corte Suprema di Cassazione demuestra que ningún tribunal se puede arrogar el derecho de dar lecciones de genética y de biología a las partes, como ha pretendido hacer el Tribunal de Impugnación de Salta en su sentencia de 2016 y que la única palabra en la materia la tienen los peritos genetistas.

Finalmente, así como la joven Knox -que hoy cuenta con 34 años- lucha por limpiar su nombre y recuperar una vida normal, debemos ayudar entre todos a que Santos Clemente Vera haga lo mismo.