Para vos bostero

En el paraíso de la igualdad y la no discriminación, los hinchas de fútbol pueden -porque nada se los impide- mofarse de los hinchas rivales, someterlos a vejámenes y burlas del más variado gusto y tenor, sin que nadie se preocupe en lo más mínimo por eso.

Da igual que la rivalidad futbolística y las burlas provoquen muertos y heridos, en las tribunas, en las calles o en los trenes. Lo que no parece permitido en otros ámbitos de la vida social, en el fútbol goza de una amplísima tolerancia.

Las famosas 'gastadas' o 'cargadas' que toman forma física semipermanente en afiches callejeros se han convertido en un elemento visual más del paisaje urbano, sin que nadie hasta ahora haya reparado en la carga de agresividad y desprecio por el contrario (por el diferente) que estos mensajes contienen.

Burlarse del infortunio del rival, cebarse en su desgracia, alegrarse por sus tropiezos no mejora en nada la competencia deportiva. Al contrario, la degrada.

Sin embargo, lo más peligroso de esto es que en nuestro país los sentimientos deportivos son muy parecidos (tanto en su estructura a nivel de la conciencia como en su forma de manifestarse) a los sentimientos religiosos y a las adscripciones políticas.

Lamentablemente, vivimos en un país de hinchas en el que la divisa de un club de fútbol suele quedar pequeña para canalizar toda la energía negativa de un fanatismo que normalmente se traslada también a la ideología política y, en menor medida, a la religión y a la raza.

Tolerar y fomentar las cargadas entre hinchadas rivales es un flaco favor que se hace a la educación de nuestros compatriotas y una bomba de relojería colocada en el corazón de nuestra convivencia.

Todavía no imaginamos bien lo que podría ocurrir entre nosotros si un lunes por la mañana la Diagonal Norte apareciera empapelada con afiches con la leyenda "Para vos, judío" y con burlas estereotipadas hacia una de las comunidades religiosas más importantes del país.

No hay un fanatismo sano; la burla deportiva no es deporte. Las actitudes intolerantes, agresivas y despreciativas, cuando se las deja fluir, pueden encontrar su cauce en otros ámbitos de la vida social.

Por eso, es mejor dejar que los equipos de fútbol diriman sus asuntos once contra once y que cada quien se dedique a alentar a sus jugadores sin herir al contrario. Si seguimos permitiendo que el fanatismo disfrazado de creatividad publicitaria siga inundando de intolerancia y de discriminación una parcela de nuestra vida social, estaremos abriendo la puerta a actitudes cada vez más radicales, más fanáticas y más peligrosas.