El gobierno de Urtubey, enemigo mayor de los Derechos Humanos, dice que está a la vanguardia de su defensa

  • El movimiento universal en defensa de los derechos fundamentales del hombre ha hecho sin dudas enormes progresos en las últimas décadas. Pero si algo se mantiene virtualmente invariable desde finales del siglo XVIII, esto es la conciencia -también universal- de que la principal amenaza para la vigencia de estos derechos y el obstáculo más grande para su extensión es el poder del Estado.
  • El mundo al revés

En todos los países del mundo, quienes defienden los Derechos Humanos lo hacen contra los gobiernos, cuyos excesos provocan un daño enorme, a pesar de que los mismos gobiernos se disfracen de paladines en la lucha por las libertades fundamentales.


El caso del gobierno de Salta es para hacérselo mirar, porque según publica hoy el diario El Tribuno en su edición digital, el Secretario de Derechos Humanos del gobierno de Salta -un funcionario que está para atajar penales y no para patearlos- ha dicho que «hay que continuar defendiendo lo adquirido y luchando por lo que falta».

La verdad es que si alguien ha adquirido algo en esta materia, no ha sido el Secretario de Derechos Humanos del gobierno de Salta, ni su ya espectral ministro. Si alguien tiene que «luchar por lo que falta», no son ellos, que por definición son los nemesis de los defensores individuales y colectivos de los Derechos Humanos, sino estos últimos, que saben y entienden perfectamente quién es el antagonista y quién le paga el sueldo.

Al Secretario de Derechos Humanos de Salta -así como al funcionario homólogo de cualquier gobierno- no le cabe otra cosa que velar discretamente por el respeto de estos derechos y de intentar que el gobierno no se convierta en una trituradora humana; es decir, no les corresponde «defender» ni «luchar», pues para hacer cosas como esas hay gente mucho más idónea, mucho más preparada y, desde luego, gente mucho menos sospechosa de pasarse los Derechos Humanos por el arco del triunfo.

Que cada uno cumpla su papel significa que el gobierno (el de Salta o el de cualquier otro sitio) no puede ponerse a la vanguardia de algo que solo puede vivenciar a remolque de los sectores de la sociedad civil que pugnan por eliminar las injusticias. Si el Secretario de Derechos Humanos se cree que él es «el motor del progreso», le vendría mejor abandonar la mullida comodidad de su cargo y ponerse a pie de calle a reivindicar los mismos derechos, y no intentar defenderlos desde la trinchera equivocada.

Cosas como esta solo suceden porque la sociedad civil en Salta es débil y está escasamente cohesionada alrededor de valores fundamentales. Tan poco lo está, que cuando el gobierno lobo se enfunda la piel de cordero y sale a decir que defiende esto y aquello, nadie levanta la voz para denunciar la enorme mentira.