
El mandatario utilizó casi cuatro minutos para responder a esta pregunta, con argumentos que pueden sintetizarse del siguiente modo:
1) Su gobierno está planteando la lucha contra la violencia de género en el ámbito educativo, pues todo lo que tenga que ver con el castigo penal de estas conductas depende de la legislación del Congreso federal en la materia.
2) En Salta hay un «fuero» (sic) dedicado a este tipo de conductas, con fiscales y jueces especializados.
3) El problema de la violencia mortal contra las mujeres no es solo un problema nacional, sino que es generalizado en el área centro oeste del subcontinente.
4) Es un problema que se agrava en el norte del país, en donde adquiere dimensiones de fenómeno cultural.
En cuanto al asesinato en el interior de una cárcel custodiada por el gobierno de la joven Andrea Neri, que había acudido a visitar a un preso peligroso, el Gobernador calificó el hecho tímidamente como de «lamentable situación», al tiempo que dijo que «todo el servicio penitenciario» se encuentra bajo investigación por este hecho.
Sobre el impacto que puedan tener sucesos como este en sus aspiraciones presidenciales, Urtubey ha dicho: «En lo personal, para mí, ni me lo planteo. Yo soy Gobernador de Salta y debo de resolver los problemas que tenemos los salteños. En la medida que sea posible. De ahí a qué pasa con mi carrera política, va por otros carriles. No puedo ser tan irresponsable de juzgarlo».
Urtubey habla en Madrid sobre las mujeres asesinadas en Salta y sobre el impacto sobre su carrera política pic.twitter.com/tPvggWPw1v
— Iruya.com (@iruyacom) May 12, 2017
Corazón de cemento
La respuesta de Urtubey, fría como el mármol, no incluyó ni una condena expresa e inequívoca a este tipo de hechos ni un pedido de disculpas a las familias de las víctimas. Lo primero está vinculado seguramente a la personal visión que tiene el Gobernador de Salta, que sigue considerando, a pesar de las evidencias, que matar mujeres forma parte del bagaje identitario cultural de los salteños.Si estamos frente a un problema «cultural», como afirma el Gobernador de Salta, sería interesante saber qué medidas ha tomado él mismo (salteño hasta la médula) para evitar caer en estas conductas execrables en relación con sus seres queridos, y si estos se sienten seguros a su lado. La aclaración es pertinente, por cuanto de otro modo habría que entender que cuando Urtubey habla de cuestión cultural se refiere a «un hábito relacionado con la pobreza», lo cual sería extremadamente preocupante.
Lo segundo, por el contrario, tiene que ver seguramente con la falta de admisión de cualquier responsabilidad (ni siquiera por la culpa in vigilando, que compete a su gobierno) en unos hechos que se han producido en el corazón mismo del aparato del Estado.
El Gobernador nada dijo acerca de los resultados concretos de sus políticas «educativas» en la materia, ni de las medidas adoptadas en el ámbito judicial. Es decir, no ha evaluado estas actuaciones frente a la pavorosa realidad de las cifras que indican que la violencia mortal contra las mujeres sigue en aumento en Salta.
La traslación de culpas al gobierno nacional, por lo que puede interpretarse como cierta laxitud represiva de las normas penales que sanciona el Congreso Nacional, es un ejercicio de cobardía lisa y llana. No consta que el Gobernador de Salta haya instruido en ningún momento a sus legisladores nacionales para que promuevan iniciativas de cara a un endurecimiento de los castigos penales por este tipo de delitos.
El argumento cultural, que ahora no solo se limita a Salta sino que se extiende a un amplia área del continente sudamericano, es «mal de muchos consuelo de tontos». Ningún país vecino ni ninguna otra jurisdicción nacional tiene cifras de asesinatos de mujeres tan vergonzosas como Salta. El Gobernador no explica por qué.
Sobre el asesinato de Andrea Neri, la «mise en cause» del Servicio Penitenciario provincial no es suficiente para saber por qué este hecho tan grave no ha desencadenado la más mínima responsabilidad política y por qué motivo los subordinados suyos, de los que depende la seguridad en el interior de las prisiones, aún siguen en sus puestos.
Finalmente, en cuanto a la influencia que hayan de tener los asesinatos de mujeres en Salta sobre su futuro político, el que el Gobernador de Salta no se lo haya planteado -al contrario de lo que él sostiene- es una irresponsabilidad absoluta.
Quiere decir que cuando llegue el momento (si llega) de someterse a la confianza de sus conciudadanos, se presentará ante ellos como si en Salta, durante su largo mandato como Gobernador, las mujeres hubieran vivido en un paraíso de seguridad, como si las mujeres muertas no hubiesen existido. Lo que significa también que los apetitos personales son más que suficientes para ocultar una realidad que desgraciadamente se expande como una mancha de aceite ante la mirada vacía de quien «ni se plantea» vincular su futuro político con una de las lacras más indignas de entre todas las que degradan la vida social en una provincia pésimamente gobernada.