La Policía de Urtubey humilla a la mujer de un sindicalista detenido

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Los que pensaban que con el alejamiento del comisario Lami de los primeros planos de la seguridad provincial se habían terminado el machismo y la transfobia en la Policía de Salta, se han llevado una gran sorpresa al comprobar hasta qué punto la que es considerada como la fuerza de seguridad más numerosa de Occidente (en relación al número de habitantes) sigue tratando a las mujeres como si fuesen meros objetos.

A pesar de los esfuerzos desesperados que hace el Ministerio de Derechos Humanos y Justicia para comunicar esas hermosas pero inverosímiles noticias en la no se hace otra cosa que autoelogiar una eficiencia inexistente («A partir de ahora los policías de Salta disponen de herramientas de perspectiva de género para prevenir la violencia contra las mujeres»), los agentes que responden a las órdenes directas del Gobernador de la Provincia no parecen haber avanzado mucho que digamos en esta materia.

El machismo sigue campando por sus respetos en Salta, a pesar de que después de los cursos de media hora que imparte algún observatorio oficial se intente convencer a los salteños de que sus policías han dejado de ser machistas.

Así se desprende de las declaraciones efectuadas al diario El Tribuno de Salta por la señora Malvina Astorga de Pereyra, quien por estos días libra una dura batalla (judicial, policial y mediática) en favor de la liberación de su marido, que permanece detenido a disposición de un juzgado de Salta por los hechos violentos que hace unos días se produjeron en la sede salteña del sindicato UTA.

La mujer se quejó ante el diario local de que un agente que presta servicios en la Alcaidía General de la Provincia de Salta (una especie de «cárcel express» que depende del mando policial pero que en la práctica oficia de brazo ejecutor de las decisiones judiciales) le deslizó un piropo de muy mal gusto cuando acudió a visitar a su marido en su lugar de detención.

Al revés de lo que hace casi tres años hizo la exministra Marianela Cansino, quien en la víspera del día de Reyes Magos se presentó a una cárcel juvenil de Salta con una vestimenta que no cumplía ni de lejos con los requisitos de seguridad exigidos por los reglamentos carcelarios, la señora Astorga de Pereyra -a quien el diario El Tribuno define (sin necesidad alguna) como una «atractiva mujer»- se presentó en la Alcaidía vistiendo -según ella- una camiseta larga y jeans. «Me puse esa ropa porque una de las condiciones para las visitas es no ir con ropa provocativa», ha explicado la señora Astorga.

A pesar de su atuendo casi conventual, dice la visitante que los guardias «le llamaron la atención» por su aspecto. Uno de los carceleros no tuvo mejor ocurrencia que decirle a la esposa del preso: «Señora, el tema no es la ropa sino el contenido».

La salida de tono del policía, lejos de halagar a la señora Astorga de Pereyra, la ofendió sobremanera, ya que, según las propias afirmaciones de la mujer, «se sintió tratada como una prostituta».

Obviamente, la activista no quiso decir que el trato desconsiderado que recibió del policía fuese el apropiado para una prostituta, sino más bien que esa es la forma como la Policía de Salta usualmente trata a las mujeres que se dedican a esta antigua profesión. Pero solo a las mujeres, pues bien sabido es que a los hombres que ejercen idéntico oficio los agentes, en vez de dirigirles piropos inoportunos y poco ingeniosos, les dedican unos cachiporrazos de antología.

Astorga de Pereyra ha dicho que presentará una denuncia ante el Ministerio de Derechos Humanos por la humillación sufrida. Lo hará sabiendo que por lo menos ya no dirige esa cartera la señora Marianela Cansino, partidaria de visitar las cárceles masculinas haciendo ostentación de curvas y redondeces de todo tipo.

No se sabe si en la misma denuncia que anunció la damnificada incluirá al diario El Tribuno, que al publicar su nombre en el pie de foto le cambió arbitrariamente el apellido de casada y en vez de Malvina de Pereyra le puso Malvina de Perreyra, como una forma velada de restar credibilidad a las afirmaciones de esta sufrida señora, que es madre de cinco hijos: el mayor de 15 años y el menor de 5.

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