
Imagino desde Europa a esos salteños montaraces alborotados en sus fortines, indignados por la etiqueta, pero mordiéndose al mismo tiempo la lengua para no salir brutalmente al encuentro de las palabras del atrevido extranjero: un hombre al que Salta le arrebató a su hija de la forma más salvaje posible y cuya legitimidad para criticarnos nace del dolor más profundo que puede experimentar un ser humano.
Pero la legitimidad del señor Bouvier para juzgar a la sociedad salteña no solo nace de la cruel pérdida que ha sufrido sino de su doble condición de intelectual y de hombre libre. «El hecho de que yo sea un extranjero en Argentina, no me saca el derecho de decir lo que pienso, porque como Cassandre ha sido una mujer libre, yo soy un hombre libre», ha dicho el señor Bouvier en una entrevista por televisión.
A semejante juicio solo se puede oponer respeto y más respeto.
La frase dibuja sin embargo la distancia que existe hoy entre esta sociedad feudal cuyas relaciones humanas parecen no haber dejado el medioevo y aquella otra en la que, hace 225 años, se escribieron por primera vez en un papel los derechos del hombre y del ciudadano, en nombre de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad. De esta sociedad proviene el señor Bouvier, que -según él- no pretende darnos lecciones, pero que a buen seguro que nos las podría dar, quizá con solo estar, mirar, pensar y expresarse.
Su frase «prefiero un culpable en libertad a un inocente en prisión» es toda una lección moral de incalculable calado, en la medida en que expresa con impecable claridad todo el profundo significado que tiene la Libertad en una cultura que, a pesar de los tropiezos y los errores, ha sabido irradiar su valor a toda nuestra civilización y hacerlo perdurar durante siglos.
El juicio sobre el feudalismo se podrá compartir o no. Pero en lo que deberíamos todos estar de acuerdo es en que un padre valiente es un padre valiente, de cualquier parte del planeta que venga. Y en que los hombres libres e inteligentes, cualquiera sea su aspecto o el idioma que hablen, deberían tener las puertas abiertas de nuestro corazón y de nuestra patria, porque así lo soñaron los que fundaron este bendito país y porque la llama de la Libertad sin fronteras, encendida hace 225 años en el lejano país del señor Bouvier, todavía inflama el alma de millones de personas en el mundo, incluidos algunos salteños.
A morderse, queridos comprovincianos. Demostremos por una vez que somos capaces de respetar el dolor de un semejante y que nada de lo humano nos es ajeno, aun cuando su portador hable otra lengua y venga de tierras lejanas. Descubrámonos ante un valiente defensor de la dignidad humana y admitamos que para el dolor y el sufrimiento de uno de nuestra misma especie -así como para la libertad- no hay fronteras, ni clases.
Bravo ! Jean-Michel. Salta ne peut rendre la vie à votre fille mais Salta peut agir afin que votre lutte pour la dignité et la Justice ne soit pas vaine.