El affaire Bamberski-Krombach, la historia de justicia que inspira a Jean-Michel Bouvier

Kalinka Bamberski, una adolescente francesa a punto de cumplir los 15 años, fue hallada muerta el 10 de julio de 1982 en el domicilio de su padrastro, el cardiólogo alemán Dieter Krombach. La joven se encontraba pasando sus vacaciones en Lindau, una pequeña ciudad del sur de Alemania, ubicada junto al lago de Constanza, cerca de la frontera con Austria y Suiza.


La madre de Kalinka, una francesa llamada Danièle Gonnin, había contraído matrimonio cinco años antes con el médico alemán, después de haber abandonado a su primer marido, el contable francés de origen polaco André Bamberski.

Krombach y Gonnin se conocieron a comienzos de los años 70 en Casablanca, Marruecos, en donde el primero trabajaba como médico de los servicios consulares y diplomáticos alemanes y la segunda convivía con su marido y sus dos hijos, Kalinka y Nicolas Bamberski.

El médico alemán, que estaba casado en segundas nupcias después de que su primera mujer falleciera a los 24 años, inició una relación oculta con Gonnin. En 1975, ambos abandonaron a sus respectivas parejas e iniciaron una vida en común.

Tras la muerte de Kalinka, se barajó en un primer momento la posibilidad de que hubiera muerto por un golpe de calor. Ésta fue la versión que la madre de la joven le dio a André Bamberski cuando le comunicó por teléfono la muerte de la hija común.

Poco más tarde se supo que la noche del 9 de julio de 1982, inmediatamente después de la cena, Krombach había inyectado a la adolescente un complemento de hierro y cobalto llamado Kobalt-Ferrlecit. El médico dijo inicialmente que lo había hecho para ayudar a la joven a broncearse, pero después cambió su versión y dijo que la inyectó como parte de un tratamiento para la anemia. Luego de inyectarla le dijo que apagara las luces a la medianoche. Al día siguiente la encontró muerta. Dijo también que al hallarla inconsciente le administró varias inyecciones para intentar reanimarla, pero luego desistió y llamó a los servicios de emergencia. Más tarde dijo que también le había suministrado una píldora para dormir.

La autopsia, que fue realizada dos días después de la muerte en el hospital de Memmingen, no pudo establecer la causa de la muerte. Los forenses hallaron restos de contenido del estómago en los pulmones y en las vías respiratorias, alimentos sin digerir en el estómago, varias marcas de inyecciones, un desgarramiento superficial en la vagina (que se valoró como ocurrido después de la muerte), manchas de sangre fresca en torno a los genitales y una sustancia blanquecina en la vagina, que nunca fue analizada. Poco después se supo que Krombach estuvo presente en la autopsia y que habría influido en la redacción final del informe médico sobre la muerte de su propia hijastra.

Los fiscales desestimaron la apertura de un caso criminal, pero André Bamberski, el padre de Kalinka, obtuvo una copia del informe de la autopsia, dirigió una investigación por su cuenta y presionó a las autoridades para que abrieran una investigación oficial. La versión de Krombach tenía graves falencias y la autopsia no era concluyente acerca de una muerte por causas naturales. Bamberski estaba convencido de que su hija -nacida el 5 de agosto de 1967- había sido drogada y violada antes de morir.

En 1983, Bamberski inundó la localidad de Lindau con panfletos que acusaban a Krombach de la violación y la muerte su hija. El médico demandó por difamación al padre de la fallecida y los jueces condenaron a Bamberski a pagar una indemnización de medio millón de marcos.

Bamberski contrató entonces a Rolf Bossi, un abogado alemán muy conocido, con la intención de ejercer presión sobre las autoridades para llevar a juicio a Krombach. El caso finalizó en 1987 cuando el Tribunal Superior de Justicia de Munich determinó que no había evidencia suficiente que probara que Krombach inyectó a Kalinka de forma negligente o que causara la muerte de la adolescente de forma intencional.

André Bamberski no se dio por vencido. Inició una investigación judicial en Francia y consiguió que los jueces exhumaran, en 1985, el cadáver de su hija, que se hallaba enterrado en Toulouse. Este nuevo examen descubrió, sorprendentemente, que los órganos genitales externos y externos de Kalinka habían sido extraídos durante la autopsia practicada en Alemania, o después. Jamás fueron encontrados y por ello no se llevaron a cabo nuevos análisis que pudieran determinar con claridad que había sido violada antes de morir. Sin embargo, se ordenó que los médicos franceses realizaran una evaluación que puso de relieve la pobre calidad de los análisis toxicológicos originales y concluyó que la inyección en el brazo derecho ocurrió pocos minutos antes de la muerte y no varias horas antes.

En 1995, después de un intenso activismo por parte de Bamberski, Krombach fue juzgado in absentia en Francia y condenado a 15 años de prisión al ser hallado culpable de infligir un daño corporal intencional que provocó una muerte no intencional. La sentencia fue anulada en 2001 por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, por violación de las normas del debido proceso, ya que Krombach no pudo defenderse ante los tribunales franceses. El médico alemán recibió entonces una compensación de 100.000 francos.

En 1997, Krombach confesó durante un juicio que afrontó en Alemania haber drogado a una paciente de 16 años y haber mantenido con ellas relaciones sexuales en su consultorio médico. Por este hecho fue condenado a dos años de prisión en suspenso y la pérdida de su licencia médica por dos años. La sentencia provocó que muchas otras víctimas de Krombach salieran a denunciar casos similares, pero ninguno de ellos llegó a juicio por falta de evidencia física. En 2006, Krombach resultó condenado a 28 meses de prisión por practicar la medicina sin licencia. Fue liberado en 2008.

Unos años antes, en 2004, un tribunal alemán había denegado la solicitud de extradición de Krombach a Francia, argumentando que el caso se hallaba cerrado, porque la exculpación de Krombach por falta de evidencias ante la Corte de Munich equivalía a una absolución y porque el principio jurídico non bis in idem impedía su juzgamiento por un tribunal francés. A estas alturas, Bamberski sospechaba de que Krombach, que había trabajado en varias embajadas alemanas alrededor del mundo, disfrutaba de protección política y diplomática por parte de las autoridades alemanas.

Secuestro en Alemania y juicio en Francia

Bamberski, preocupado por la prescripción de la acción penal, que se iba a producir en 2012, organizó entonces un plan para secuestrar a Krombach en su casa de Scheidegg, en Baviera, y ponerlo a disposición de las autoridades francesas. El 18 de octubre de 2009, Krombach, que por entonces tenía 74 años de edad, fue hallado golpeado, sangrando y atado, en un callejón a pocos pasos de los tribunales de la ciudad francesa de Mulhouse.

Una llamada anónima alertó a la Policía, que luego detuvo a Krombach y lo condujo en primera instancia al hospital de Mulhouse bajo detención preventiva. Tres días más tarde fue derivado a París, en donde fue hospitalizado. Un juez de garantías (JLD) ordenó su ingreso en prisión.

La mañana del 18 de octubre, cerca de Toulouse, André Bamberski recibió una llamada telefónica. Una voz le informó que Krombach ya se hallaba en Mulhouse. Bamberski tomó sus cosas y partió inmediatamente. Llevaba consigo los 20.000 euros que había prometido a los secuestradores.


Aunque Bamberski -de 74 años- sería juzgado por su participación en el secuestro del hombre que había seducido a su esposa, destruido a su familia y que presuntamente había drogado, violado y matado a su hija mayor, los acontecimientos de aquella mañana fueron una victoria para él, la culminación de casi tres décadas de obsesiva persecución.

Bamberski dedicó la mitad de su vida a perseguir a Krombach para llevarlo ante un tribunal de justicia. Su perseverancia y su determinación conmovieron a Francia en donde el padre justiciero se ganó la admiración popular. Antes del secuestro, Bamberski hacía visitas periódicas a Alemania para asegurarse que el médico no desapareciera. Más de una vez -reconoció- se enfrentó a Krombach en la puerta de su casa, jurándole que nunca lo dejaría en paz.

Bamberski estaba convencido de la culpabilidad de Krombach desde la primera vez que leyó el informe de la autopsia en 1982. «Yo no sospecho, yo no imagino. Yo estoy convencido», dijo en una entrevista.

Para el padre de la joven Kalinka, no era posible que «una chica de menos de 15 años, con excelente salud y un muy buen estado físico, inteligente y espléndida, pudiera haber muerto así como así, sin que nadie lo sepa, y que debamos olvidarnos de ella».

El secuestro y el juicio de Krombach terminaron por vencer la resistencia y la incredulidad de Danièle Gonnin, la madre de Kalinka, que aún creía en la inocencia del médico, pese a que desde 1984 no vivían ya juntos, a causa de las continuas infidelidades de Krombach.

En su declaración ante el tribunal, Gonnin reconoció que a Krombach «todo lo que no estaba permitido lo atraía». Durante 28 años la madre de Kalinka pensó que Krombach era inocente. «Lo habría jurado por mi vida», dijo. Pero el descubrimiento reciente de que el médico drogaba a su propia mujer para poder traer a su casa a adolescentes locales para mantener relaciones sexuales con ellas, terminó por vencer la resistencia de Gonnin.

Krombach fue finalmente juzgado entre los días 4 y 22 de octubre de 2011 por la Cour d'assises de París y sentenciado a 15 años de prisión por «violencias voluntarias que provocaron la muerte sin intención de matar». Los fiscales sostuvieron que Krombach drogó a Kalinka con la intención de violarla. La sentencia fue apelada pero confirmada por la Cour d'assises de Créteil en diciembre de 2012. Los abogados de Krombach recurrieron esta sentencia en casación, pero este recurso fue rechazado el 2 de abril de 2014 y la condena quedó firme.

Por su parte, André Bamberski fue juzgado y condenado en mayo de 2014 a seis meses de prisión, según la petición del fiscal de Mulhouse, por su responsabilidad en el secuestro de Dieter Krombach. En junio de 2014 el tribunal correccional lo condenó a un año de prisión en suspenso, una pena más grave que la solicitada por la acusación. En sede civil, Bamberski fue condenado a pagar una tercera parte de la indemnización debida a Krombach, por el secuestro y la violencia sufrida durante el mismo. Bamberski apeló esta sentencia y logró que un tribunal superior redujera su indemnización, ya que lo exculpó de la violencia ejercida sobre Krombach, pero no de la responsabilidad en su secuestro.

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