
Después de la clara derrota del pensamiento único en los estrados judiciales federales, plasmada en la sentencia de 12 de diciembre de 2017 de la Corte Suprema, el gobierno de Urtubey, inasequible al desaliento, ha decidido seguir adelante con sus experimentos de manipulación de las conciencias infantiles.
Hace unos días, el gobierno provincial reunía a cientos de niños de las escuelas públicas obligándoles a participar, en medio de un frío glacial, de un acto en el que se les exigió promesa de cuidar el medio ambiente, siguiendo las directrices de una ley provincial cuyo objetivo es, según la propia ley, el de «sellar las mentes y corazones» de los niños.
No contentos con ello, los funcionarios del gobierno de Salta se proponen ahora marcar a fuego el inconsciente infantil con la gloria de Güemes, que es tan vasta que alcanza para numerosas generaciones. Para ello, el gobierno provincial ha suscrito un convenio con dos instituciones privadas (la Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes y el Instituto Güemesiano de Salta) a fin de que sean ellos -y no los especialistas o los catedráticos de las universidades- quienes decidan en el futuro qué conocimientos tienen que adquirir los alumnos de las escuelas públicas de Salta sobre el mérito histórico del General Güemes y cuáles otros deben desechar.
La decisión del gobierno es incomprensible (o comprensible a medias), ya que si bien el Instituto Güemesiano de Salta es una organización de base científica, la agrupación de gauchos no tiene mejor consideración jurídica o institucional que la de una comparsa de Villa Juanita o el Club Los Mayuatos de Cerrillos, y, por lo tanto, carece de cualquier autoridad a la hora de difundir, en las escuelas públicas de Salta, contenidos educativos sobre Güemes.
De perseverar el gobierno en esta línea de incorporación de los gauchos a la formación de las personas, es muy probable que uno de los asociados a la agrupación tradicionalista se encargue también de impartir los cursos de alcoholemia y seguridad vial en la Subsecretaría de Tránsito. Absolutamente ajena a estas consideraciones, la Ministra de Educación, Ciencia y Tecnología del gobierno provincial salteño, señora Analía Berruezo, ha firmado con gauchos y con historiadores, por igual, un convenio en el que se puede leer un conmovedor párrafo como este:
«La Gesta Güemesiana (las mayúsculas son originales del documento) resultó indispensable para el afianzamiento de la Revolución del 25 de Mayo de 1810, como así también para la declaración de la Independencia Nacional y resulta necesario realizar acciones tendientes a difundir el conocimiento integral de esos episodios históricos, sus implicancias geopolíticas, su impacto regional y los protagonistas que la llevaron a cabo. Dichas acciones deben tener por objetivo inculcar en la ciudadanía la conciencia cívica de la identidad nacional, afianzada a través de la gesta gaucha».
La declaración conjunta entre el gobierno y los gauchos en ningún momento habla de conocimiento científico ni de educación histórica, sino más bien, y como es lógico (dentro de la lógica de este delirio), de «inculcar en la ciudadanía la conciencia cívica de la identidad nacional». Más o menos lo que pretendía el mítico Sabino Arana para el País Vasco, o lo que intentaron los Kirchner con su particular visión de los derechos humanos.
Pero siendo este el objetivo, se entiende bien poco que el target de esta operación de inculcación no sean ciudadanos en pleno ejercicio de sus derechos cívicos sino niños en edad escolar.
Quienes aparecen como responsables de esta deformación del derecho de aprender son los señores Francisco Aráoz, titular de la Agrupación Tradicionalista Gauchos de Güemes, y el señor Leopoldo Van Cauwlaert, miembro numerario del Instituto Güemesiano, quien, para más inri, supo desempeñarse alguna vez como Ministro de Educación de Urtubey.
Pero la señora Berruezo, su sucesora, lo ha sobrepasado varios pueblos. La cerrillana (que no lleva las polleras yutas como su paisana de la zamba) ha lanzado al ruedo la revolucionaria idea de que los niños que acuden a las escuelas públicas de Salta reciban, como «material didáctico», junto con los libros en los que aparecen Newton, Fleming, Houssay, Einstein, Leloir, Edison o Bell, un manual «realizado por algún autor u autora salteña de manera didáctica para el correcto aprendizaje de los niños». Autores jujeños, abstenerse.
De lo que se deduce sin esfuerzo que actualmente los conocimientos que se imparten sobre Güemes son, a juicio del gobierno y de sus socios gauchos, incorrectos o sesgados, lo cual es inevitable que ocurra pues hasta ahora los gauchos, dedicados a sus labores rupestres, no habían tenido ocasión de hacer valer su afilada pluma para dar a conocer las hazañas ocultas del héroe de la profusa barba.
Fracasado el intento de que las aulas de las escuelas de Salta se conviertan en templos religiosos, ahora la ministra Berruezo cederá gustosa los establecimientos escolares «para el dictado de conferencias y clases magistrales» (a niños de nueve años), con lo cual, la nueva religión oficial del Estado salteño pasa a ser el güemesianismo, que ya tiene mártir y hasta su propio calendario litúrgico, como todo el mundo sabe.
Ya gozan de este privilegio las feministas a sueldo del gobierno, que entran y salen de las aulas como perico por su casa, para difundir su particular evangelio basado en la perpetua concordia entre los sexos. También ellas disfrutan de un estatus asociativo especial con el gobierno que les proporciona interesantes dividendos económicos.
Finalmente, el convenio marco suscrito entre el gobierno y los gauchos prevé instituir premios provinciales a los dos mejores promedios del secundario y al mejor poema u obra literaria que se escriba en relación con la guerra gaucha, la figura de Güemes o la de alguno de sus colaboradores.
Como el convenio no dice específicamente si ha de tratarse de colaboradores contemporáneos a Güemes o simples epígonos suyos, es probable que el premio se lo lleve aquel (o aquella) que escriba un panegírico sobre Aráoz o sobre Van Cauwlaert, autores de una nueva y gloriosa gesta gaucha.