
Desde hace algún tiempo, los gauchos de Salta vienen reivindicando un status diferente al del ciudadano común. Hasta tan lejos ha llegado la permisividad de esta insólita diferencia, que algunos gauchos ya no solo se consideran una clase aparte de ciudadanos sino también se reivindican a sí mismos como cristianos diferentes. Hasta el punto de llegar a tener un Via Crucis propio, diferente al del resto de los feligreses.
Lo mismo sucede con los policías de Salta, quienes en un alarde de imaginación pocas veces visto, han hecho coincidir las estaciones de la Cruz con las diferentes comisarías seccionales.
Un caso ligeramente diferente es el Via Crucis que organiza la Secretaría de Políticas Criminales y Asuntos Penitenciarios, pues aunque esta autoridad debería observar una cierta neutralidad en materia de cultos, la actividad tiene como principales protagonistas a las personas privadas de su libertad.
De seguir así las cosas, en un par de años las iglesias y sus aledaños dejarán de ser escenarios de los Via Crucis y los feligreses de a pie dejarán su lugar a los corporativos. Pronto asistiremos a los Via Crucis enfermeros en los hospitales y centros de salud; a los Via Crucis docentes en escuelas, colegios o 'acampes', o los Via Crucis judiciales en juzgados, tribunales y fiscalías.
Dependiendo del status laboral de los protagonistas y del escenario, así como los gauchos imaginan a Jesucristo con poncho rojo, bombacha de gaucho, rebenque y gorro de 'infernal', cada profesión podría escenificar los Via Crucis y vestir a los personajes de la pasión como mejor les plazca.
Si el Arzobispo de Salta no lo ataja a tiempo, los gauchos alzados podrán fundar un orden civil y eclesiástico autónomo en el ámbito territorial y funcional de sus respectivos fortines. Un orden desligado de la autoridad del Estado, y de la Iglesia, que les permitirá no solo la realización de Via Crucis con guardamontes (desconocidos para las legiones romanas) sino también la celebración de bodas, bautismos y funerales gauchos.
No deja de ser extraño que cosas como estas sucedan en el seno del cristianismo, que es, precisamente, la religión que proclamó, por primera vez en la historia, la igualdad natural del género humano.