El curita que arruinó el solemne paso de la imágenes peregrinas del Milagro por las calles de Salta

  • Este año, por razones que son de sobra conocidas, las Sagradas Imágenes (en su versión peregrina) surcaron las calles de la ciudad, pero no a hombros de fieles costaleros, sino en la parte trasera de vehículos comunes, apenas acondicionados para una tarea tan delicada como esta.
  • El otro hisopo de la pandemia

Tanto la imagen del Señor como la de la Virgen fueron sobriamente escoltadas por dos infernales (soldados de uno de los regimientos históricos del Ejército Argentino con asiento en Salta), lo que debería haber sido suficiente para darle a la procesión alternativa -aun en la emergencia sanitaria- la solemnidad que merece.


Sin embargo, esta sobria imagen fue interrumpida por una persona, con apariencia de sacerdote, que se subió al vehículo que transportaba la imagen del Señor del Milagro (ver flecha) y que se colocó delante de esta, como si fuera una reina del carnaval, y desde allí comenzó a arrojar agua bendita a los feligreses, en un gesto que incluso podría ser considerado peligroso y contrario a las rigurosas normas sanitarias que rigen a causa de la pandemia.

Ninguna necesidad había de bendecir a la feligresía desde el mismo vehículo que ocupaba la imagen muletto del Señor del Milagro.

Si la Iglesia local deseaba echar agua bendita a los fieles que se congregaban en las veredas, hubiera bastado que una nube de sacerdotes o de seminaristas debidamente autorizados circulara a pie o en bicicleta siguiendo el paso de las imágenes y desde allí utilizar el hisopo y el aspersorio para regar con agua bendita a los transeúntes.

Incluso esta forma particular de carnaval ecleciástico se podría haber hecho de una forma masiva, con solo bendecir una autobomba del Cuerpo de Bomberos y hacer que esta mangueree a discreción a los fieles después del paso de las Imágenes.

Pero un curita montado en uno de los sagrados vehículos arrojando agua a la gente (que por muy bendita que haya sido debería haber sido sometida a controles sanitarios) no solo es irrespetuosa con el Señor del Milagro (a quien el cura daba la espalda) sino también profundamente tercermundista.