¿Seguimos defendiendo el estilo colonial de Salta?

Por lo que leo en los diarios, hay un cierto malestar ciudadano (por no llamarlo 'indignación') con las obras de remodelación que el gobierno y la Municipalidad están llevando a cabo en las calles peatonales del centro de la ciudad de Salta.

No me sorprende la indignación sino los motivos.

Tal parece que los «indignados» están denunciando que el diseño de la obra «no respeta el estilo colonial de Salta», lo cual, ciertamente, me parece un contrasentido.

¿Puede Salta enorgullecerse ahora de su tradición colonial, después de haber aplaudido la supresión del nombre del Virrey Toledo de una de las avenidas más importantes de la ciudad?

¿En qué quedamos? ¿Aborrecemos a los colonizadores pero nos encantan las huellas que dejaron?

¿Odiamos al Virrey Toledo, a Gonzalo de Abreu, a Hernando de Lerma, pero nos encantan la arquitectura que trajeron, las instituciones que nos legaron, el sabor hispano de nuestras tradiciones y costumbres?

Nos caen fatal los conquistadores pero elevamos a los altares (merecidamente, en este caso) al desaparecido arquitecto Mariano Sepúlveda, que embelleció a Salta con líneas y colores más propios de la Andalucía de sus ancestros que de los pueblos originarios.

Odiamos lo foráneo, pero todavía seguimos admirando esas soberbias casas con balcones de madera, al estilo de La Orotava, que diseñó y construyó ese gran arquitecto que fue don Fernando Lecuona de Prat, venido, por cierto, de las Islas Canarias.

Ahora defendemos las farolas de hierro forjado, diseñadas probablemente en Toledo, con un aire imperial de la época de Felipe II, y execramos esos spaghetti grises que parecen brotar del suelo de las peatonales como si alguien los hubiera copiado de un clip de los Supersónicos de los años sesenta.

Convendría ser coherentes. Si alguien defiende -todavía- la inmaculada virginidad del estilo colonial de Salta (aun sabiendo que en Salta prácticamente no quedan edificios de la época colonial) ese mismo alguien debería salir a defender inmediatamente la restitución del nombre del Virrey Francisco de Toledo a la avenida a la que le fue arrebatado en nombre del anticolonianismo más feroz y extemporáneo que se recuerde.