Marcelo Lara Gros, el hombre que aplaudía con los codos sobre la mesa

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La escena corresponde al acto oficial realizado en la Casa de la Cultura de la ciudad de Orán con motivo de la firma de unos contratos entre la Municipalidad de aquella ciudad y una empresa privada para la construcción de diez centros de atención y orientación familiar.

Presente en el acto, el Intendente de la ciudad de Orán, señor Marcelo Lara Gros, a quien se ve en la fotografía adjunta (publicada por el sitio web oficial del gobierno de Salta) aplaudiendo la firma de los instrumentos, junto a otras dos señoras que se encuentran a su derecha.

La situación no es nueva, pues ya le ocurrió algo parecido al Ministro de Gobierno, Eduardo Sylvester, quien fue fotografiado en uno de los barrios a los que acude semanalmente para promocionar su casi imposible candidatura peronista a la Intendencia de Salta. En aquella ocasión, Sylvester, desafiando las leyes de la física y del buen gusto deportivo por igual, fue captado en el momento en que hacía «jueguito» con una pelota número 5, con los brazos cruzados.

El que ha repetido ahora la incomodidad -que no la acrobacia- ha sido el Intendente de Orán, que no ha despegado sus codos de la mesa en el momento de aplaudir.

Casi todo el mundo sabe que el aplauso -al menos el sincero y el más elegante- se practica con los brazos libres, no demasiado separados del cuerpo y en contacto únicamente con el aire, y con las manos a una altura comprendida entre el apéndice xifoides, por arriba, y el ombligo, por abajo.

Cualquier otra clase de aplauso -como éste de Lara Gros- corre serio riesgo de ser confundido por los presentes con el aplastamiento de un mosquito o de cualquier otro molesto insecto volador.

No se trata de una cuestión de buena o mala educación, pues seguramente el señor Lara Gros tiene educación y de la buena, sino de la impresión de falta de sinceridad o de desgano que transmiten los codos inoportunamente clavados sobre un mantel que, como todos los que utiliza el gobierno, parece un poncho.

Mientras las sonrientes señoras ubicadas en el extremo opuesto de la mesa aplauden según los cánones; es decir, con los brazos libres (que es lo que verdaderamente permite aplaudir con la fuerza que se necesita) y las yemas de los dedos de una mano golpeando sobre lo que vendría a ser el centro geométrico del abanico metacarpiano, ligeramente ahuecado a este propósito, el señor Lara Gros, con ambas manos emparejadas a la altura del rostro y los codos apoyados sobre la mesa, parece dedicar a la firma del contrato un aplauso con sordina, de tono menor, como aquellos que se limitan a hacer una especie de simulacro de aplauso, solamente aproximando sus manos, pero sin hacer -ni pretender hacer- el menor ruido de «clap».

Cabe preguntarse si así, de esta guisa, aplaude también el señor Lara Gros las hazañas de su gran ídolo y mentor, el gobernador Urtubey.