
El diario El Tribuno de Salta publica esta mañana la crónica del homenaje que los residentes en el paraje Los Naranjos, ubicado en el norte de la Provincia, han rendido a Jorge Heit, el ingeniero que construyó y puso en funcionamiento, hace ya años, el generador eléctrico que permite a los habitantes de este apartado rincón del territorio provincial tener luz.
No se trató -como podría seguramente sugerir el intenso racismo gubernamental- de un tributo a bwana o de una danza de la lluvia en torno al «brujo de la tribu», sino el reconocimiento cívico de personas sencillas, pero maduras, al científico que les acercó el progreso.
El gesto ha contrastado con la reciente actitud del gobierno provincial -y más concretamente con la de la Secretaría de Ambiente- que luego de que un cóndor fuese salvado de las pestañas de morir envenenado por la decidida intervención de los científicos, resolvió hacer un homenaje a «los dioses», organizando una «ceremonia ancestral», con caciques, invocaciones a la Madre Tierra y pases mágicos incluidos. Esto es, sin una sola palabra de reconocimiento a quienes hicieron posible que el gran pájaro volviera a volar.
Sin quitar importancia a la cuestión animal, es preciso reconocer sin complejos que más importante que la vida de un cóndor es la existencia en condiciones de mínima dignidad de los seres humanos que viven en parajes alejados.
No se entiende muy bien que el gobierno organice una fiesta (con música incluida) para celebrar que el cóndor ha vuelto a nacer y que deje que sean los pobladores agradecidos los que coloquen a la ciencia y a la técnica en el lugar que les corresponde.
Tal vez el gobernador Urtubey no ha pensado en homenajear al ingeniero Heit porque el generador eléctrico que él construyó fue instalado antes de que se convirtiera en Gobernador, y de ese modo no iba a poder sumarlo a su larga lista de «conquistas inclusivas».
Una verdadera pena, con lo mucho que le gustan las luces a su esposa; y a él.