Analistas políticos en Salta

  • El análisis político, una actividad que en el mundo desarrollan unos científicos del más alto nivel, en Salta es un oficio al alcance de cualquiera que tenga un micrófono cerca, y, si acaso, el certificado de séptimo grado.
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Hace unos cuantos años todavía era posible ver en las mesas de café de los soportales de la Plaza 9 de Julio a ciertos personajes lugareños enfrascados en tertulias políticas, aparentemente interminables, pero que en realidad finalizaban en torno a la una y cuarto de la tarde, cuando el kiosquero de la calle Zuviría colocaba en sus estantes los ejemplares de los diarios nacionales, que llegaban en el avión de las doce menos cinco.

Los contertulios salían entonces alocados a comprar los diarios, creyendo -muchas veces en vano- que iban a encontrar en ellos verdades menos pedestres que en El Tribuno, que llevaba la ventaja de estar en los kioscos un poco antes de las cinco de la mañana. Con un hatillo de ejemplares bajo el brazo, cada uno de los panelistas emprendía viaje hacia su casa, en donde le esperaba un suculento plato de fideos con manteca o un pastel de choclo tibio.

Para el kiosquero la vida era, sin embargo, más simple: cualquiera fuese el diario (local o nacional) la solución era la misma: abrochar el periódico con esa pinza con que los ciclistas antiguamente achicaban los bajos del pantalón para que no se los tragara la cadena grasienta de la bicicleta.

A uno de aquellos personajes verborrágicos, experto en movimientos políticos, geoestrategias deslocalizadas y operaciones clandestinas, se le ocurrió contar a sus amigos que «últimamente andaba leyendo mucho». Cuando un día, cansados ya de tanta presunción lectora, sus compañeros de mesa le preguntaron qué diablos era lo que leía tanto, el hombre respondió: «¡Uhhh! Yo leo Ámbito Financiero, El Cronista Comercial, Clarín, La Nación y hasta Crónica».

Con él nació en Salta el «enteradillo» político, aquel que está al tanto de todos los movimientos menores pero que es incapaz de ver hacia dónde se mueve lo que realmente importa. En sus elucubraciones nunca faltaban los detalles de alcoba y, en un ochenta por ciento de los casos, eran los líos de faldas (o las intrigas de braguetas) los que decidían -según él- el curso de los acontecimientos políticos en nuestra provincia.

No faltaba jamás la referencia a algún militar (generalmente oficial joven y bien parecido) al que se le veían dotes «democráticas», así como la crítica a algún sindicalista o el tierno elogio a alguna integrante de la rama femenina. La «juventud», como la cuarta rama, era objeto de furiosas diatribas, como aquella que alguien una vez dedicó a un prominente miembro de la «tendencia» revolucionaria, a quien le negaron su pertenencia estructural a la mentada «juventud» con el argumento de que ya tenía «las bolas como palta».

El oficio ha evolucionado de forma sorprendente, y así como el kiosquero ya no utiliza las pinzas del ciclista para sujetar los diarios, el experto en política lugareña ha mudado de hábitos y de soportes. Sigue leyendo Ámbito Financiero (como si allí escribieran Huntington o Acemoğlu), pero en una tablet de 10.1 inches. Y ya no se toma su Campari reglamentario junto a los amigos, sino que celebra a diario la maravillosa existencia de la amistad a través del Whatsapp, que es más barato.

Así como a los antiguamente llamados basureros se les denomina ahora «técnicos en gestión de residuos urbanos», los personajes de alrededor de la Plaza han dejado de ser vagos robustos de café para convertirse en «analistas políticos», en sujetos solicitados, candidatos a mesas redondas, paneles televisivos y cuanta danza requiera del oficio de desenroscador de serpientes. Se podría decir que ellos son lo que son porque de alguna manera han descubierto que en Salta también es posible utilizar el razonamiento lógico abstracto para conectar dos ideas.

Todos son grandes oradores, magníficos improvisadores, orfebres de la palabra hablada. Pero casi ninguno escribe, entre otros motivos, porque saben ellos perfectamente que la mala escritura deja rápidamente al desnudo la poca consistencia (y en alguos casos, la ausencia) de la lectura. El «analista político» salteño desecha muy íntimamente la complejidad de los libros en beneficio de las tradiciones orales, que en nuestra tierra sirven para explicar hasta el origen del universo.

Pero alguno de vez en cuando se anima con el teclado, lo que ocurre generalmente cuando descubren que esas minúsculas teselas de que está compuesto el artilugio no muerden. Y así nos sorprenden a veces con ensayos densos, llenos de nostalgia patriótica, soflamas, en realidad, que nos impiden permanecer indiferentes frente al acontecimiento más nimio que se produce en nuestro entorno y nos animan a actuar.

Y no digamos ya cuando en el «analista político» coinciden la pasión por diseccionar la realidad circundante y la vocación de comunicador público. Aquí ya damos un salto de calidad, pues el personaje, en la medida en que ha aprendido a hacer del micrófono su instrumento favorito, se convierte en un serio aspirante a ocupar un cargo público.

Ojo con decirle que ellos «opinan». No vayamos a caer en esa vulgaridad. Ellos «analizan»; es decir, se dedican al estudio detallado y minucioso de los hechos y fenómenos políticos que nos afectan como seres humanos, pero no para explicarlos, sino para asomarse al cantil del porvenir y anticiparse a ellos. El nivel predictivo en su máxima expresión. Si su objetividad no puede ser cuestionada de ningún modo (porque no opinan), menos aún se puede poner en entredicho la precisión y la pertinencia de sus análisis. Lo que dicen ellos va a misa.

La pena es que los salteños nos hayamos dado cuenta un poco tarde de que teníamos desaprovechados detrás de un micrófono o de una cámara a estos seres tan fantásticos y perfectos. Hemos perdido años enteros por no habernos avivado a tiempo de que ellos pueden solucionar con bonitas palabras los problemas más graves que tenemos y hacerlo incluso mejor que los políticos.

Si este merecido «rescate» da los frutos que algunos esperan, en un futuro no muy lejano, la carrera de un político que aspira a dirigir los resortes más finos de esta sociedad no comenzará en las unidades básicas sino en las radios.