Pan casero y emprendimientos

A diferencia de lo que ocurre en otras partes del mundo, el emprendimiento en Salta consiste en acometer una obra o una actividad con la ayuda del Estado, sin que apenas existan riesgos para el «emprendedor».

Justamente, la esencia del emprendimiento consiste en que quien emprende se enfrenta a dificultades especiales o peligros varios a la hora de poner en marcha su negocio o su empeño.

Pero el Estado no solo interviene asegurando al emprendedor que no tendrá dificultades ni sufrirá peligro alguno, sino que además interviene seleccionando los emprendimientos con criterios que privilegian las actividades más primitivas y atrasadas, en desmedro de un cúmulo de actividades creativas e innovadoras a las que deja sin protección y sin estímulo.

Desde el punto de vista estrictamente emprendedor, lanzar una empresa de «pan casero» puede ser perfectamente posible, aunque no del todo plausible. La elaboración de pan casero es -con todo respeto- una actividad de muy bajo valor añadido, que apenas requiere cualificación de los trabajadores y muy poco innovadora.

¿Por qué el Estado la fomenta, la subsidia o la estimula? Seguramente porque si no lo hiciera la gente pobre que busca paliar su situación haciendo pan como se hacía hace trescientos o cuatrocientos años (con ligeras variantes) vería agravada su pobreza.

El problema es que al dedicar recursos a una actividad tan poco novedosa se deja automáticamente sin sustento a otras actividades cuya prosperidad podría contribuir de forma más decisiva a la creación de riqueza y de empleo.

Los salteños no son más innovadores que otros pueblos de la Tierra, pero seguramente no lo son menos, de modo que si ese segmento creativo no aparece, no aflora, no se hace visible, hay que salir a buscarlo o propiciar las condiciones para que aparezca.

Si la economía de Salta quiere tener alguna oportunidad en un mundo de cambia a ritmo de vértigo, seguramente esa oportunidad no vendrá de la mano de la fabricación de pan casero, de la cría de gallinas ponedoras o de la enseñanza de corte y confección. Que el Estado insista en subsidiar estos emprendimientos (que están en los límites conceptuales de una economía de subsistencia) es negativo, siempre y cuando el resultado conduzca a ignorar la existencia de salteños creativos, que buscan afanosamente espacios para innovar, inventar cosas nuevas y ponerse a la vanguardia.

Energías renovables, cuidado del medio ambiente, telecomunicaciones, aplicaciones móviles, nuevos tratamientos para enfermedades, transportes eficientes, conservación del patrimonio cultural, modelos urbanísticos... Los terrenos de la innovación son cada vez más amplios. Los salteños debemos prepararnos mejor para innovar en campos como estos y no en el del pan casero.