
El Presidente de la Nación y su esposa regresaron ayer a la sede oficial del poder portando, cada uno, los presentes con que fueron obsequiados por las autoridades con ocasión de su visita a Salta.
Macri tiene ya un cacho de pisapapeles de bronce con la infaltable y omnipresente imagen de Güemes, Awada se ha llevado un poncho de Güemes. Todo ello sin mencionar con que el decreto que lo declara huésped de honor y que el Presidente también guarda entre los regalos recibidos, lleva un membrete gigante que dice «Gral. Martín M. de Güemes, Héroe de la Nación Argentina».
¿Es que la regalería oficial salteña no tiene otros objetos que no sean de Güemes?
No es que esté mal que los tenga ni que la figura de Güemes sea inadecuada para dar forma y contenido a los regalos oficiales. El problema es que el regalismo güemesiano nos hace quedar como un pueblo insistente y monotemático.
Si no ha pasado ni una semana desde que Macri promulgó la ley del feriado nacional de Güemes, ¿no hubiera sido más lógico no insistir con el héroe gaucho y regalarle, por ejemplo, una estatua de Sarmiento?
Y no. Porque en Salta no se fabrican estatuas de Sarmiento, como no se hacen esculturas de Felipe Varela o de Pancho Ramírez. Solo hay moldes de Güemes, contando los de Macacha. También hay moldes de Urtubey, pero están bien guardados en un convento (la seguridad allí es mayor a la de cualquier banco) ya que todavía no se ha vaciado bronce en ellos. El motivo principal es que los escultores esperan, con cierta ansiedad, que se produzca previamente su «paso a la inmortalidad».
¿Por qué no regalarle a Macri vinos de Angastaco, tejidos de La Poma, tallas de madera de Tartagal, frutas de la Colonia Santa Rosa o alubias de Metán? Alguien podría prepararle también un atado de milanesas para que lleve en al avión, una bolsita de tamales, un tapercito con locro, un balero para Antonia...
Las manifestaciones culturales salteñas, que son muchas y muy variadas, no cuentan.
Pero no, Macri se tiene que llevar un Güemes de sobremesa (peso aproximado 2,5 kilogramos) y Awada un poncho de los infernales. Y eso que no hemos visto si le han dado también un CD con el Himno a Güemes, una réplica en alabastro del Monumento a Güemes y una urnita de cerámica con ramas de las tuscas de Las Higuerillas.
Insistir con este tipo de regalos es tan inútil como intentar enviarle un mate y un yerbero al Papa, que ya tiene mates, bombillas y termos como para tapizar la Capilla Sixtina.
Si esta exageración monográfica continúa y se repite en la próxima visita, Macri y su esposa tendrán todo el derecho de preguntar a los anfitriones: «Che, ¿ustedes no tienen otros héroes?»