La fatídica transición de la bicicleta a la moto en Salta

El 80 por cien de los salteños que hace solo 10 años utilizaba la bicicleta para sus desplazamientos cotidianos hoy tiene una moto de más de 100 centímetros cúbicos de cilindrada. Muchos de ellos se han dejado el cráneo en el cordón de la vereda o debajo de las ruedas de un colectivo.

El cambio del modelo de transporte de las clases populares, que no ha sido previsto ni planificado por el gobierno, no solo ha supuesto una enorme revolución en la forma en que los salteños entendemos y practicamos la circulación vial, sino también un ingente gasto en atención sanitaria de las personas lesionadas en accidentes de tráfico.

En ningún país del mundo en que se hubiera producido, en tan corto periodo de tiempo, una sustitución tan masiva de medios de transporte el gobierno habría dejado de tomar medidas urgentes para mitigar el impacto del cambio.

Desde hace años, los salteños estamos pagando con un elevadísimo número de muertos la mala gestión del gobierno provincial y de las municipalidades la transición de la bicicleta a la moto.

Una gestión que ha puesto el acento sobre la coerción y el castigo más que sobre la seguridad de las vías, la ordenación del tráfico o la educación de los usuarios.

Todo el mundo sabe que en Salta no hay (quizá porque no ha dado tiempo) una «cultura de la moto» como puede haberla en ciudades como Roma, París o Nápoles. Las culpas están repartidas entre automovilistas y conductores de vehículos pesados (que no saben cómo coexistir en las vías con vehículos de dos ruedas) y nuevos motociclistas, que piensan que una moto puede hacer todo lo que hace una bicicleta (incluidas las infracciones) solo que más rápido.

Nuestras calles, avenidas, rutas y autopistas tampoco están preparadas para un reto de semejante magnitud. El gobierno no invierte prácticamente nada en la mejora de seguridad de las vías, aun sabiendo que un bache mal parchado o un perro callejero vagando a sus anchas representan muchas veces la frontera entre la vida y la muerte para un motociclista que hasta ayer solo sabía pedalear.

La muerte a bordo de las motos se ha convertido en una auténtica «epidemia de clase» en Salta. Salvo casos excepcionalísimos, los accidentes de moto se llevan la vida de jóvenes de humilde condición, entre los que se cuentan, cada vez más, las mujeres. El número de motociclistas inexpertos crece en Salta en la misma proporción en que se reduce la calidad y eficiencia del transporte público. La mala gestión de éste impulsa a muchas personas a buscar soluciones autónomas de locomoción, con riesgo para la propia vida y el deterioro que conlleva para el medio ambiente.

Las autoridades se llenan la boca hablando de ciudades «sostenibles», «inteligentes» y «resilientes»; quieren hacernos creer que estamos a la vanguardia del mundo, pero la verdad es que les importa bastante poco que cada semana tengamos entre tres o cuatro motociclistas muertos en accidentes que podrían haberse evitado.