
Salta camina hacia el futuro, pero envuelta en una idea de progreso que parece basada en un concepto circular de la historia y de los acontecimientos. En Salta todo vuelve a empezar. Hay un principio de las cosas y un fin, que, a su vez, vuelve a generar un principio.
El eterno retorno se refleja en el uso abusivo del prefijo «re» junto a rebuscados sustantivos terminados en «ción».
Gracias a esta desviación de nuestro lenguaje descubrimos que las peatonales de Salta alguna vez fueron «funcionales» (de otro modo no se podría intentar «re-funcionalizarlas»).
Y descubrimos también que el esperpéntico proyecto para reformarlas era «adecuado» (sin lo cual no se podría «re-adecuarlo»).
Decir que las peatonales de Salta alguna vez fueron funcionales (lo mismo que bellas o limpias) equivale a colocar a su inventor, el capitán Víctor Abelardo Montoya (intendente de una dictadura militar), a la misma altura del barón Haussmann, el cerebro de la ambiciosa renovación de París en el siglo XIX.
Convendría pensar qué ganan los políticos y los técnicos urbanistas (si es que estos existen en realidad) con utilizar neologismos malsonantes como «refuncionalizar» cuando nuestro idioma tiene una palabra tan precisa, breve y descriptiva como «reformar», que significa «modificar algo, por lo general con la intención de mejorarlo».
Y si el proyecto para reformar las peatonales era malo, su modificación o su cambio por otro no es una «readecuación», por la razón sencilla que el proyecto original no fue una adecuación de otro inadecuado sino una idea específicamente apropiada para el objeto de que se trata.
Es decir, que se podría hablar de «readecuación» si el proyecto original, en vez de haber sido formulado para reformar las calles peatonales lo hubiera sido para reformar el edificio de la Tienda San Juan o la estación de servicio del Portezuelo, en cuyo caso hubiera sido necesario «adecuarlo» a las peatonales; es decir, acomodarlo y hacerlo apropiado para éstas.
Adecuar significa, para los que todavía no lo saben, «proporcionar, acomodar, apropiar algo a otra cosa».
En resumen, que no hay nada que justifique que unos señores que se presentan a sí mismos como defensores de la cultura y del patrimonio arquitectónico no solo castiguen a los salteños con una obra horrible e inútil sino que, además, los torturen con palabras presuntamente cultas como «refuncionalización» y «readecuación», cuando les bastaba con decir que iban a reformar las peatonales y, en su caso, a modificar el proyecto original.
Tal vez si hubiesen usado palabras más sencillas y apropiadas hasta les salía una obra más bonita, más útil, más barata y menos pretenciosa.