
En el mundo de la profesión periodística existe un amplio consenso acerca del respeto que impone el derecho a la intimidad de las personas fallecidas. Un consenso que es casi unánime en materia de suicidios de personas poco conocidas, y menos extenso cuando los muertos se producen por acontecimientos como guerras o atentados terroristas.
Pero junto con los suicidios y antes, incluso, que las muertes por violencia de género, el consenso es amplísimo cuando se trata de imágenes de muertos en accidentes de circulación. La regla es, pues, no publicar las imágenes de las personas fallecidas, aunque con ellas se pretenda mejorar la información o sensibilizar sobre los riesgos, por ejemplo, de conducir bajo los efectos del alcohol o sin cinturón de seguridad.
Un estudio de la Facultad de Comunicación de la Universidad Pompeu Fabra, basado en una encuesta realizada a profesionales, revela que solo en un 1,5% de los casos, los consultados consideran totalmente justificable mostrar imágenes de personas muertas por suicidio. Este porcentaje es muy bajo también en relación con los muertos en accidentes de tráfico (4,3%) y violencia de género (5,7%), mientras que es algo más elevado en materia de ataques terroristas (14,2%) y guerras (21,6%).
También son muy interesantes las conclusiones de este estudio en relación con el sexo de los periodistas, por cuanto los hombres son más proclives a publicar estas imágenes (2,5 y 7,0% en suicidios y muertes en accidentes de circulación), y mucho menos lo son las mujeres, que solo admiten la publicación de suicidios en un 0,2% de casos y deaccidentes de tráfico en un 1,0%.
El caso que nos ocupa es grave, desde el punto de vista de la ética de la profesión periodística, por cuanto la publicación del cuerpo del hombre fallecido dentro del vehículo siniestrado en nada mejora la información ni tampoco contribuye a sensibilizar a la población sobre la necesidad de observar mayor prudencia al volante.
Y más grave todavía, si cabe, desde el momento en que los recursos que el Estado vuelca en este tipo de medios, de forma discrecional, sin normas ni controles, no sufren ningún tipo de restricción o de recorte cuando el medio en cuestión demuestra una laxitud ética injustificable, como en este caso.
En el Día del Periodista, y a modo de reconocimiento a los que ejercen esta digna profesión con vocación de servicio, con humanismo y con apego a las normas deontológicas, saludamos especialmente a todos los profesionales que, de un modo u otro, han hecho escuchar su voz para protestar contra este avasallamiento del derecho a la intimidad de la víctima y de su familia, sin importarles que la transgresión haya venido de un medio subvencionado casi íntegramente por el poder de turno.