
La palabra padrón, que deriva del latín patronus, que significa protector, tiene, según el Diccionario de la Lengua, dos significados fundamentales: 1) el de registro administrativo de los vecinos de un municipio; y 2) el de censo electoral.
Este último significado es recogido por el DRAE como un «americanismo», es decir, como un vocablo peculiar o procedente del español hablado en algún país de América.
De tal suerte que, en la lengua española, incluida la que se habla en América, no hay padrón sino con dos finalidades:
1) saber cuántos y quiénes son los vecinos de un municipio; y
2) saber cuántos y quiénes son las personas que pueden votar en unas elecciones.
Pero entre nosotros, hay padrones para fines de los más variopintos, como el padrón de los infractores de tránsito, el de los deudores morosos de alimentos, el de los afiliados al IPS, el de los jubilados del PAMI, el de las comparsas de carnaval, el de los escritores de libros y creadores culturales en general, el de los prestadores de alojamiento turístico, y hasta hay padrones de los baches en las calles.
Todos estos «padrones» surgen después de haber efectuado el correspondiente «relevamiento», que es otra palabra inexistente, pues si bien el idioma acepta a regañadientes el verbo «relevar» como sinónimo de «realizar un estudio sobre el terreno para determinar sus principales características», el sustantivo «relevamiento» aplicado a este tipo de estudios es realmente una extravagancia muy mal sonante.
Obsérvese que en ninguno de los casos mencionados más arriba, los padrones (por ejemplo, de deudores de alimentos) sirven para censar a los vecinos de un pueblo ni para facilitar el voto en las elecciones. Por mucho padrón que tenga el IPS, sus afiliados no votan, así como tampoco lo hacen las señoras que prestan sus casas para alojar a los turistas en temporada alta.
En una gran mayoría de casos, los salteños ganaríamos mucho si prescindiéramos de la palabra «padrón» y usáramos en su lugar las más corrientes «lista» y «listado», que sirven para llamar a la enumeración, generalmente en forma de columna, de personas, cosas, cantidades, etc., que se hace con determinado propósito.
Carnestolendas
En nuestra lengua no existe el adjetivo «carnestolendo» para calificar todo aquello que pertenece o es relativo al carnaval.Existe, sí, el sustantivo «Carnestolendas» (que debe escribirse siempre en plural; en mayúsculas cuando se refiere a los días que preceden a la Cuaresma, y en minúsculas cuando alude a la fiesta popular). La palabra es sinónimo de «carnaval».
Por tanto, no hay «carpas carnestolendas» (sino carpas de carnaval) ni «gasto carnestolendo» (sino gasto de carnaval).
Tampoco hay, por cierto, un padrón carnestolendo, a menos que por padrón entendamos lo de la cuarta acepción del Diccionario: «Nota de infamia que queda en la memoria por una mala acción».