
Ahora, cuando queremos que una persona no emita sonido (por ejemplo, porque ha salido del gobierno y a los que ya no mandan se les niega el derecho de decir lo que piensan), en vez de decirles «cállese señor», le decimos «llámese a silencio». Una finura.
Llámese Juan o llámase Pedro, no hay nada mejor para callarlos que pedirles que se «llamen a silencio», una expresión que será mucho más justa y adecuada, si Juan o Pedro se han pasado la década ganada hablando y hablando sin parar. Para ellos, militantes del campo nacional y popular, ha pasado la hora de hablar y ahora, en vez de guardar sus papeles y hacer mutis por el foro, lo que deben hacer es «llamarse a silencio».
Los invitados a guardar silencio son los mismos que hace unos días fueron exhortados a dar «un paso al costado». Porque en la Argentina nadie renuncia, nadie es desplazado, despedido o defenestrado. Todos dan discretos y sobrios pasos al costado.
En la Argentina tampoco nadie «espera». Los argentinos «aguardan» (aguárdeme aquí, que voy a buscar la mortadela, dice el almacenero). Los muertos no se «mueren» sino que dan «pasos hacia la inmortalidad» y la gente no sufre accidentes sino «siniestros viales». Es la pasión nacional por hablar fino. ¿Se entiende, no?