
Aunque las equivocaciones municipales son -como los aciertos- de muy variado tipo, aquellas que tienen que ver con el empleo de las palabras suelen ser percibidas, tanto por quienes las cometen como por quienes las sufren, como peccata minuta. Y esto sí que es malo que suceda.
Lo que generalmente no se advierte es que detrás de un error gramatical o lingüístico se esconde una acción equivocada, un mal acto de gobierno. Y lo que es peor: se esconde una persona que carece de los conocimientos adecuados; alguien que llama a las cosas por un nombre que no corresponde y que utiliza para las acciones que realiza los verbos equivocados. Es decir, una persona que no debería estar en el gobierno.
El ejemplo de hoy son los chalecos «refractarios» que la Municipalidad se propone entregar a los permisionarios del estacionamiento medido; es decir, a esos niños cantores de Viena que generalmente te cobran un impuesto por las malas y que al primer gesto de disgusto te rayan la carrocería, te rompen los espejos o te desinflan las ruedas.
Pero como también hay conductores desaprensivos, evasores, tacaños y agresivos, que aprovechan cualquier mínima discrepancia para atropellarlos, la Municipalidad ha tomado la decisión de proveerlos con chalecos reflectantes; es decir, capaces de devolver la luz en múltiples direcciones y hacer más visible la figura humana del cobrador. De lo que se trata, en definitiva, es de «visibilizar» a las minorías vulnerables; algo que está muy de moda ahora.
Lo que no distribuirá la Municipalidad serán chalecos «refractarios», es decir, chalecos que sean capaces de resistir la acción del fuego sin alterarse (tal la definición del Diccionario). Es más; si algún permisionario quiere hacer la prueba con su chaleco, le sugerimos que aproveche los fogones de la próxima Guardia bajo las Estrellas para poner al fuego vivo el chaleco municipal, a ver qué sucede.
No es conveniente confundir, pues, entre reflectante y refractario. Al menos no le conviene a la Municipalidad, puesto que la palabra «refractario» -además del significado ya señalado- quiere decir «que rehúsa cumplir una promesa u obligación» y también «opuesto, rebelde a aceptar una idea, opinión o costumbre».
Así que, a partir de hoy, los chalecos serán «reflectantes» como las bolas espejadas de las discotecas, y no «refractarios», como los ladrillos del asador.