Urtubey amaga con renunciar a la presidencia del Partido Justicialista de Salta

  • El Gobernador de Salta intenta vender como responsabilidad política lo que no es sino una operación para blindar su poder y colocar al Partido Justicialista provincial al servicio exclusivo de sus apetitos de figuración nacional.
  • Un gesto para la galería

Sin la más mínima autocrítica por el pésimo resultado electoral del pasado domingo y sin abandonar por ningún motivo su propósito de erigirse en el máximo líder del peronismo nacional (también derrotado), el Gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, ha escenificado esta tarde la «puesta a disposición» de su cargo de presidente del Partido Justicialista de Salta.


Lo ha hecho mediante un escrito dirigido al Consejo Provincial partidario, el máximo órgano entre congresos del PJ. Junto a él, y con los mismos ambiguos argumentos, ha intentado el gesto el vicegobernador Miguel Isa, otro de los que han salido muy mal parados de la cita electoral.

Con esta escenificación, Urtubey intenta convencer al peronismo salteño de que asume responsabilidades políticas por el fracaso electoral, pero lo cierto es que el mandatario se reserva para sí todo el poder, ya que su renuncia a la presidencia del partido -un simple gesto para la galería- está muy lejos de poder concretarse y los cambios en el gobierno no parece que los vaya a hacer el partido sino él mismo, a su gusto.

Urtubey ha hablado de la necesidad de «revitalizar» al PJ después de la derrota, pero lo cierto es que él ha gobernado diez años de espaldas a la estructura partidaria, clausurando las vías de participación, ahogando el disenso interno e instrumentalizando a su partido para que lo siga en su aventura presidencial, a cualquier precio.

Ahora, los analistas entienden que este gesto supone el primer paso de cara a preparar al PJ para resistir un eventual gobierno no peronista en la Provincia de Salta a partir de diciembre de 2019.

La culpa es del voto de papel

Según Urtubey, el que se votara con «dos sistemas» ha perjudicado la performance electoral de sus candidatos. Se olvida que fue él quien, sin que nadie lo demandara, introdujo el voto electrónico y se gastó millones en una herramienta probadamente inútil. Por no servir, no sirve ya ni para ganar las elecciones.

Sin embargo, el Gobernador ha dado a entender que si se hubiera votado en las elecciones nacionales con el rechazado sistema electrónico, los resultados le habrían sido enteramente favorables.

Extraño argumento, pues cuando ganó las PASO (en las que se votó con los mismos dos sistemas) no hubo el más mínimo reproche por parte de Urtubey ni de sus seguidores.

Al proclamar la victoria electoral de sus candidatos a concejales, el Gobernador ha pasado por alto comentar el pésimo resultado de sus dos principales candidatos provinciales: el periodista Adrián Valenzuela y el veterano diputado Manuel Santiago Godoy. El primero perdió vergonzosamente el escaño de senador provincial que parecía que ganaba con holgura en agosto pasado y el segundo conquistó con dificultad el quinto lugar entre las cabezas de lista, por no decir que fue ampliamente derrotado por una recién llegada a la política como Bettina Romero.

No hagan olas

Tampoco parece muy convencido de que los salteños han decidido castigarle en las urnas. Para él, los resultados obedecen a una «ola de polarización nacional» que ha tocado las playas de Salta, sin que él ni sus cerebros del neuromarketing lo advirtieran a tiempo.

Urtubey, que jugó a «ser y no ser», ha visto cómo su indefinición -sus amores y desencuentros con Macri- le han pasado factura en las urnas, así como los ataques virulentos e inoportunos contra la expresidenta Kirchner y el kirchnerismo.

Probablemente ha sido esto último lo que ha chocado al elector salteño, que sin necesidad de hurgar en las hemerotecas se ha dado cuenta de que Urtubey apoyó con entusiasmo y sin reservas al gobierno de los Kirchner, sin señalar en su momento los puntos de discrepancia y -lo que es aún peor- sin arrepentirse después de haber simpatizado con lo que él posteriormente calificó como «delincuentes».

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