
La compleja ingeniería electoral de Urtubey ha tropezado con un pequeño inconveniente: la virtual implosión del peronismo lugareño.
Justo cuando más lo necesita -porque las encuestas así lo ponen de manifiesto- Urtubey no encuentra a dirigentes peronistas de enjundia que puedan encabezar o integrar la lista de candidatos oficiales a diputado nacional.
En parte así sucede porque el peronismo -agotado por el personalismo de Urtubey- es ya un erial en donde en vez de «brotes verdes» hay un inmenso desierto intelectual.
Por esta razón es que Urtubey se ha visto obligado a echar mano de unos candidatos que poco o nada tienen que ver con el peronismo, dando muestras así, una vez más, que su gobierno es cualquier cosa menos peronista.
Los nombres de Andrés Zottos, de Matías Posadas, de Lucio Paz Posse, de Sonia Escudero, de Roberto Dib Ashur o de Bernardo Biella parecen confirmar que el peronismo no cuenta ya en los cálculos del Gobernador de la Provincia; que todo lo que queda en Salta del partido fundado por Perón en 1945 son rescoldos sin personalidad.
Como resultado de este estado de cosas, el Gobernador «peronista» llevará a las próximas elecciones candidatos «no peronistas», por no decir que algunos de ellos son decididamente antiperonistas. No los llevará porque quiera, sino porque el estado terminal del Partido Justicialista prácticamente lo obliga a hacerlo.
Esta urgencia no prejuzga los resultados. Urtubey puede alcanzar su objetivo electoral, aun sin candidatos peronistas, teniendo en cuenta de que controla hasta el último resorte del aparato del Estado y que en las próximas elecciones, como ya sucedió en las anteriores, lo utilizará sin vacilar para volcar la balanza a su favor.
Pero que el panorama se le complica cada hora que pasa es una realidad que no se puede negar.
Dos datos ilustran claramente estas complicaciones:
El primero, la llamativa «retirada» de las primeras planas de la información oficial del gobierno de la Ministra de Derechos Humanos y Justicia, Cintia Pamela Calletti, la apuesta original de Urtubey para la Cámara de Diputados de la Nación.
Desde hace unas pocas semanas, Calletti ha desaparecido hasta de las fotos. Nadie sabe dónde está o a lo que se dedica, y solo se sabe que su ministerio (las feministas que la acompañan) siguen organizando cursitos inútiles con dinero del Estado.
Calletti puede haberse caído pero también puede permanecer agazapada en una imaginaria línea de reserva del poder, aunque por el momento nadie puede asegurar ni lo uno ni lo otro.
El segundo, es la aparente consolidación del liderazgo de Gustavo Sáenz a nivel provincial, que ha propiciado entre otros fenómenos el «salto de cerco» de algunos importantes cargos electos municipales, como Frida Fonseca Lardies o Gastón Galíndez.
Sáenz -que todavía se da el lujo de gobernar con bastante eficiencia una Municipalidad especialmente conflictiva- aparece cada vez con más nitidez como la referencia de un centro-derecha que se esfuerza por renovar el lenguaje y las prácticas políticas, para diferenciarse de la «década de la sanata» que instauró Urtubey y que le llevó desde el menemismo al macrismo, pasando por el kirchnerismo.
Por si fuera poco, las continuas mudanzas de Urtubey le han hecho perder las banderas del progresismo, hoy enarboladas con una enorme dignidad por Edmundo Falú y sus aliados, que parecen empeñados en discutir la legitimidad del poder desde una izquierda democrática, moderna y no dogmática.
En fin, que la ausencia de peronistas en las listas de Urtubey es un síntoma de debilidad del aparato, pero también es una forma de medir el respaldo de que goza el gobierno a nivel popular. El Gobernador de Salta comienza a percibir que el haber colocado a su figura por encima de la política y el haberse ocupado más de él mismo que de los problemas colectivos lo están dejando solo.
O, lo que es peor, mal acompañado.