¿Diálogo político o funeral de Estado?

mt_nothumb
Los rostros lúgubres de los protagonistas de esta impactante fotografía son el resumen perfecto de la reunión que hoy ha mantenido el Gobernador de la Provincia con lo que vendría a ser el sector ideológicamente más próximo de la oposición. Una reunión que ha sido presentada oficialmente como «una nueva ronda del diálogo político».

Podría haberse tratado de un funeral o del anuncio de un atentado mortífero. Las caras parecen salidas de la galería de retratos de un selecto club de derrotados.

Algo no demasiado bueno ni optimista les debe haber contado el anfitrión para que los señores Gómez Diez, Sáenz y Romero se presentaran al público con caras de tan extrema circunstancia.

Según el vídeo difundido por el gobierno de Salta, Juan Manuel Urtubey (que es a quien se ve un poco más animado que sus contertulios) les habló de «institucionalidad», un vocablo sorprendente, pues la sonoridad de sus siete sílabas no alcanza para ocultar que la palabra carece de significado en la ciencia política contemporánea. Aunque en Salta y en otros lugares con un nivel de cultura política similar, es utilizado a veces como sinónimo de Estado de Derecho, otras de imperio de la ley, y más en general para referirse a la ausencia de golpes militares, lo que no constituye, desde luego, ninguna hazaña.

Don Urtubey, fiel a su estilo «sanatero» se ha llenado la boca hablando de la «institucionalidad» de su «amada Salta», sabedor de que el vocablo conmueve las fibras más íntimas de sus ocasionales invitados. Sorprendentemente, lo ha hecho pocas horas después de que la realidad demostrara, con evidencias poco menos que incontestables, que algunas pizzerías y puestos de venta de mote del mercado San Miguel funcionan mejor que ciertas pomposas instituciones, como el Consejo de la Magistratura de Salta.

La reunión rozó el sarcasmo, al ser presentada por sus organizadores como la «reanudación» del diálogo político. Una ironía importante, ya que si por algo se ha destacado y se destaca aún el Gobernador que ofició de anfitrión es por haber despreciado a la oposición con gestos inequívocos; por no haber abierto ninguna de sus políticas al debate; por no haber pactado ni con el Señor del Milagro y por haber intentado destruir a todos los que no piensan como él. No se puede reanudar lo que nunca ha empezado.

Por no haber, jamás hubo un programa estructurado y estable de contactos con la oposición. La Legislatura provincial, llamada a ser el escenario natural del obligado intercambio del gobierno y la oposición cumple en los hechos otras funciones, sobre todo desde que el señor Urtubey controla (sin experimentar vergüenza alguna) más del 80 por cien de los asientos, y regala a sus aliados menores los cargos que la Constitución reserva para quienes ejercen la oposición real.

El único que sale fortalecido de esta reunión es Urtubey, porque las instituciones de Salta -visto está- no mejorarán ni en el corto ni el medio plazo, así se sienten a la mesa César Perdiguero, Pajarito Velarde y el Cuchi Leguizamón. La razón es muy simple: Un Estado con instituciones de auténtica calidad lo primero que haría es prescindir de un gobernador «sanatero» como el que ahora tenemos y sustituirlo por alguien que sea capaz de hablar con sentido. En el descalabro institucional que todos conocemos hay, pues, una estrategia de superviviencia.

Por este motivo, la reunión de «diálogo político» solo pudo haber tenido alguna de estas tres finalidades:

1) Hacer aparecer al gobierno de Urtubey como «dialogante», cuando faltan un poco más de dos años para que abandone un cargo que viene ejerciendo desde hace diez, con olímpico desprecio hacia la oposición;

2) Buscar complicidades de corto alcance para lograr reformar otra vez la Constitución (Romero, Gómez Diez y Urtubey ya la reformaron tres veces, incluyendo la reforma de Romero padre);

3) Explorar las posibilidades de un pacto de no agresión para las próximas elecciones, habida cuenta de que ninguno llega a la campaña con las alforjas llenas, como en las épocas de las vacas gordas, y que todos -quien más quien menos- necesita llegar con vida a las próximas citas electorales.

Si al Gobernador le interesara la opinión de sus gobernados, no debería buscar complicidades efímeras con la pequeña oligarquía que dirige los partidos más o menos amigos. Debería convocar un referéndum para que los ciudadanos de Salta se expresaran en libertad sobre sus políticas, sobre sus resultados y sobre su futuro como Gobernador.

Pero como eso no es «institucionalidad», ni ayuda a conseguirla, nada mejor que intentar seducir a personajes crepusculares como Romero, a quien se le notan a la legua sus deseos de abandonar la vida tan agitada que ha llevado en los últimos cuarenta años para dedicarse a la jardinería o a la agricultura biológica.