
No se trata, querido lector, del peligro de extinción que acecha a algunos pueblos aborígenes de la Tierra, sino de la insólita admisión de culpas del presidente de la Cámara de Diputados de la Legislatura de Salta, el incombustible Manuel Santiago Godoy, El Indio.
Resulta ser que, en la sesión de anteanoche, se produjo un pequeño rifirrafe tras la intervención en el debate de la diputada por Metán, señora Gladys Moisés, Pitxona. La legisladora pretendió defender la inmunidad de opinión de los parlamentarios, puesta en entredicho por el apercibimiento (un cepo ideológico, en realidad) que la mayoría de la cámara -controlada por Godoy y sus aliados- se proponía imponer a su compañero de asiento y de desventuras, el diputado ultraderechista Andrés Suriani.
Moisés, que no es Demóstenes precisamente, soltó sin embargo una frase cargada de significado: «Comparto lo que dijeron los diputados preopinantes. Vamos a sentar un precedente peligrosísimo en este sentido y quizá haya acá muchos diputados que puedan tener la satisfacción de que se sancione a un par. Pero hay que tener cuidado cuando las proporciones cambien, y cuando quizá, en un futuro, el día de mañana puedan ser objeto de represalia cuando opinen diferente a las mayorías coyunturales».
¡Para qué! Atropellado como es de nacimiento El Indio saltó del estrado como Crazy Joe Davola cuando gritó aquello de Sic semper tyrannis y se arrellanó en una banca para denunciar a grito pelado que la diputada Moisés los estaba amenazando [sic].
El Indio se ha caracterizado siempre por hacer de la necesidad virtud, y en tal sentido ha convertido su habla veloz sin apenas pausa para respirar en un recurso dialéctico de dudoso valor parlamentario. Quizá el diputado no quiera parecerse a esos gauchos que tardan una hora para articular un discurso que se podría pronunciar en cinco minutos, y por ello se dedica a disparar palabras como si fuera un arma automática, para disgusto de las estenógrafas parlamentarias que tienen que seguirlo.
El caso es que, en su atropello verbal, Godoy no reparó en el significado del vocablo amenaza, que es la clave de todo este asunto.
Si volvemos unos párrafos atrás y repasamos las palabras de Pitxona, veremos que simplemente dice que la relación entre mayorías y minorías puede cambiar y que los sancionadores de hoy pueden ser los sancionados de mañana. Si modificamos un poco las palabras, podemos leer también esto: Lo que ustedes pretenden hacerle hoy a Suriani puede que mañana alguien se los haga a ustedes.
Es decir, que lo que hizo Pitxona fue solamente comparar la situación A con la situación B y decir que son idénticas.
Ahora bien, si acto seguido el verborrágico Indio se dio por amenazado y abrió un capítulo sancionatorio para la propia Moisés, lo que hizo fue nada más que admitir que el intento de sancionar a Suriani era en realidad un mal que se quería hacer a alguien, porque ese y no otro es el significado de la palabra amenaza.
Por si alguien no lo ha visto claro: Pitxona solo le ha puesto al Indio un espejo en frente de él, y El Indio, entrando como caballo (como Crazy Horse), escupió sobre su propia imagen reflejada en tal espejo. Si yo llamo amenaza a lo que usted me quiere hacer a mí y usted solo dice que me hará lo que ahora yo quiero hacerle a usted, es que estoy admitiendo que lo mío también es una amenaza; es decir, el deseo de hacerle algo malo o dañino a alguien.
No es posible saber ahora si Pitxona midió o no sus palabras. Lo que parece indudable es que El Indio no se dio cuenta de que estaba patinando sobre hielo muy fino y que con lo arrebatadito que es le sirvió en bandeja a sus opositores un motivo más para que estos aceleren su -ya necesaria- jubilación política.
