Tío Silisque o el camino que va de la demolición al pacto

Poco después de que funcionarios del área de Control Comercial de la Municipalidad lo calificaran como «un sujeto altamente peligroso», el señor José Silisque, propietario y patrón indiscutido del carro sandwichero llamado 'Tío Silisque', ha pasado a formar parte del coro de ángeles de la baronesa del Cedro.

El sandwichero, que atesora un largo y polémico historial de resistencias armadas a clausuras municipales y de improperios lanzados contra periodistas, funcionarios y transeúntes, parece haberse decidido, finalmente, a caminar por la espinosa senda de la legalidad y la racionalidad administrativa, embriagado, tal vez, por los efluvios domesticadores que soplan desde la oficina del Intendente, desde que a éste se le ocurrió llevar adelante su iniciativa de Pacto de Salta.

Tras ocupar durante años y sin papeles el espacio público municipal del Parque San Martín y de ofrecer todo tipo de reparos a las inspecciones sanitarias y comerciales, incluidas amenazas físicas con cuchillos o con una manguera de gas, el tradicional local de comida rápida aceptó ser trasladado al nuevo centro infragastronómico que la Municipalidad construirá debajo de una de las tribunas del estadio de Juventud Antoniana, sobre la calle Catamarca, entre La Rioja y San Luis. Todo ello, después de que la autoridad alcanzara un acuerdo in extremis con los vendedores de comida del Parque San Martín para su relocalización.

El acuerdo ha dejado, sin embargo, descolocados a los comerciantes que desde hace décadas se dedican a la venta de choripanes, morcipanes, butipanes, fantines, ferneses y matambritos a la provenzal en las cercanías del estadio, cuyo futuro ahora es incierto, entre otros motivos, porque deberán tener de vecino al belicoso y ultracompetitivo Silisque.

Éste, que durante más de una década resistió inspecciones y clausuras con más fiereza que los habitantes de la ciudad celtibérica de Numancia a la conquista romana, y cuyo kiosco soportó el asedio de los inspectores cual si fuese el mismísimo Alcázar de Toledo durante el verano de 1936, piensa ahora de forma muy distinta a la de antaño: «Este acuerdo que se firmó, establece que en dos meses tenemos que trasladarnos al nuevo espacio. Vamos a trabajar con todos los permisos legales dados por 10 años», ha dicho con inocultable júbilo Silisque después de la firma del instrumento, que ahora deberá ser ratificado por el Concejo Deliberante.

Pero la conversión de aquel «sujeto altamente peligroso» en un dócil y obediente súbdito de la Ley queda de manifiesto en estas sabias palabras pronunciadas por el sandwichero: «Solo queremos trabajar tranquilos y aceptamos todo lo que venga».

Antes del acuerdo, la autoridad lo intentó todo contra Silisque, quien no solamente no aceptaba tan alegremente «todo lo que venga» sino que siempre se mostró dispuesto a inmolarse en el interior de su local, con sus panchos adentro, en un supremo gesto de dignidad sandwichera y desesperación laboral.

El comerciante llegó incluso a burlarse de la orden de demolición impartida de forma brutal, como por otra parte es su costumbre, por el exsecretario Aroldo Tonini, quien hace unos años decretó que las topadoras municipales debían avanzar sobre Tío Silisque y echar abajo sus tenderetes, con la misma frialdad con que otro bigotudo de parecidas ideas peligrosas ordenaba, en septiembre de 1939, que sus tanques invadieran Polonia.

En virtud del acuerdo alcanzado, Silisque ya no será demolido, ni multado ni clausurado ni inspeccionado, ya que los vendedores se han comprometido, a partir de ahora, a preservar la higiene, salubridad y seguridad en el lugar, conocido de ahora en más como el Ghetto Antoniano. Y lo que es más sorprendente todavía: se han comprometido -según la Municipalidad- a «realizar las tareas de control comercial correspondiente» (sic).

Si nos tomamos al pie de la letra la comunicación municipal, a partir de ahora será Silisque el que asuma las funciones de control comercial correspondiente, lo que significa que el acuerdo convertirá a Silisque en controlador-controlado o, lo que es lo mismo, en el lobo que cuida a las ovejas y viceversa.