
El exprimer ministro griego Antonis Samaras bien podría aterrizar mañana en Salta y ser confundido en cualquier peatonal con el diputado nacional y candidato a Intendente, Guillermo Durand Cornejo.
El parecido no se detiene en los umbrales de lo físico, sino que se extiende al plano ideológico, ya que tanto Samaras como Durand representan, en sus respectivas jurisdicciones, a los sectores más conservadores de la sociedad.
El griego viene de una derrota bastante dura en las recientes elecciones generales, a manos de Syriza, el partido de izquierda radical que mantiene lazos de amistad con los regímenes de Venezuela, Irán y Rusia.
El salteño busca capitalizar en votos su ascendente popularidad y conquistar así para el «grupo principal» la Intendencia de la ciudad, para lo cual deberá luchar contra un peronismo dividido y un Partido Obrero correoso y duro de pelar.
No se descarta que si las encuestas se estrechan en la cima, Durand recabe el apoyo de su «gemelo» Samaras y veamos al griego paseando efectivamente por las calles de Salta, en donde incluso puede cruzarse con el vicegobernador Andrés Zottos, un descendiente de chipriotas que, según dicen, deslumbra en los asados como hábil contador de chistes verdes en griego.
En suma, que si las cosas siguen así, Salta puede convertirse -a pesar de Urtubey- en una especie de Atenas off-shore, en donde el monumento de la Rotonda del Quirquincho puede hacer las veces de nuevo Partenón y el Cerro San Bernardo en un Olimpo de dioses menores, encabezados por Zeus Godoy.