Esfuerzos inútiles del menguado ejército urtubeísta en las redes sociales

  • Tan pronto como se supo que la Universidad Loyola Andalucía juró por sus muertos que Urtubey no tiene nada que ver con esa institución, se ha desencadenado en Salta una sorda y desvaída reacción en defensa del ‘buen nombre’ del que, si viviésemos en otras épocas, se podría llamar con cierto dejo de nostalgia ‘el tirano prófugo’.
  • Disparos con pólvora mojada

Dos pseudoperiodistas de Salta -en realidad, sicarios verbales de Juan Manuel Urtubey- han hecho emerger desde las profundidades de los archivos una «carta-invitación» firmada hace exactamente hoy tres meses por un muy devoto profesor sevillano, de esos que cantan saetas a la Macarena en la famosa Madrugá.


¿Cómo han obtenido la carta estos lenguaraces? Obviamente, se las ha proporcionado el destinatario y beneficiario único del documento, el exgobernador Juan Manuel Urtubey, que les ha encarecido que se ocupen de borrar con un documento de fecha anterior lo que una comunicación oficial de fecha posterior dice sin apenas dejar lugar a ninguna duda.

Urtubey no ha dicho nada, no porque no pueda, sino porque de levantar la voz en este momento, un enjambre de furiosos tuiteros y feisbuqueras saldría a merendárselo a él y a su mujer, ya que el frío plato de la venganza les ha sido servido en bandeja. Al populacho le han dejado una pelota picando en el área, y los dos arqueritos seleccionados por Urtubey no se dan abasto para atajar las sucesivas ráfagas de pelotazos.

El esfuerzo de sacar el documento del catedrático sevillano ha sido no solo inútil, sino también contraproducente, pues ha quedado de manifiesto que al menos una persona en Sevilla (es probable que sin saberlo la Universidad Loyola) le ha extendido a Urtubey un salvoconducto para que pueda abandonar la Argentina y establecerse temporalmente en España, país que casi todo el mundo sabe tiene una de las legislaciones en materias de extranjería más rigurosas de toda Europa.

Que no es cierto lo que afirma la carta fechada en Sevilla el 20 de noviembre de 2019 ha quedado palmariamente de manifiesto, no solo en la brutal desmentida de la Universidad sino por el posterior silencio de sus autoridades, que se han visto desbordadas por la curiosidad de cientos de miles de ciudadanos argentinos, preocupados porque una universidad privada extranjera -y además religiosa- acoja con honores a un político argentino que adeuda a sus conciudadanos -especialmente los que residen en la castigada Provincia de Salta- una explicación razonable de sus desaciertos políticos.

Dejar el asunto en manos de dos comunicadores de poca monta, como ha hecho Urtubey, es un gesto desesperado. Si la misma circunstancia se hubiera producido con Urtubey en el poder, no serían dos sino doscientos los comunicadores movilizados contra la «falacia» andaluza. Lo cierto es que los andaluces pueden tener fama de exagerados e, incluso, de remolones, pero jamás de mentirosos.

Es muy saludable para Salta que gentes de todos los rincones del país hayan alzado su voz en las redes sociales para echarle en cara a Urtubey su falta de empatía con el sufrimiento de quienes hasta hace poco él llamaba desde las tribunas «mis amados salteños». Es muy bueno para el mundo de la comunicación que Urtubey haya encomendado su defensa en las redes sociales a la escoria de la profesión periodística de Salta, pues un gesto como este ayuda a distinguir entre buenos y malos comunicadores; entre personas que venden sus lealtades a precio de mercado y otras para quienes el compromiso con la verdad es innegociable.

Es bueno, en definitiva, que los apoyos con que cuenta Urtubey retrocedan, puesto que en la medida en que lo hagan, la democracia, la libertad, la justicia y la transparencia tendrán una oportunidad en Salta, en donde viven unos cuantos cientos de miles de personas que ya están hartas de las mentiras, del despilfarro y la figuración.