Gustavo Sáenz y el derecho fundamental a contradecirse

  • La coherencia está muy sobrevalorada en política. La firmeza de las ideas -algo que normalmente acarrea su inmodificabilidad- es la principal enemiga de las soluciones políticas propiamente dichas, que no siempre son las que el gobernante desea imponer, sino las posibles.
  • Cambio de gobierno en Salta

Cuando falta menos de una semana para que Gustavo Sáenz asuma su cargo de Gobernador de Salta, hasta los más escépticos de la comarca parecen haber depositado sus esperanzas en la figura breve pero agigantada de un hombre que promete (sin prometer) hacer olvidar a sus dos nefastos antecesores.


Casi todo el mundo sabe en Salta que Sáenz no habría podido ganar las pasadas elecciones sin la complicidad y el apoyo tanto de Juan Carlos Romero como de Juan Manuel Urtubey. Pero la gran pregunta que se formulan los salteños ahora mismo es en qué momento Gustavo Sáenz se soltará la melena y abandonará la tibia pero siniestra sombra protectora de quienes lo precedieron, para pasar a ser él mismo, con todas sus virtudes y también con todos sus defectos.

En algún momento -que muchos sueñan con que sea pronto- Sáenz se verá obligado a enterrar el pasado y a enviar al rincón de los trastos viejos tanto a Urtubey como a Romero, que pudieron ser de alguna ayuda en el corto plazo, pero que en ciclos un poco más largos amenazan con ser un lastre para la naciente administración Sáenz. Aunque alguno de ellos pretenda serlo, ninguno de los dos es un jarrón chino. Ambos son momias: portavoces y mensajeros del pasado más ominoso de Salta.

Para muchos salteños, Saénz llega al gobierno sin programa pero con muchos compromisos, más de lo que sería recomendable. Sin embargo, si el hombre quiere tener éxito como Gobernador (algo que él desea fervientemente) debe acertar a invertir los términos; es decir, debe ser capaz, al mismo tiempo, de encontrar un programa de gobierno y de deshacerse de muchos de sus compromisos actuales. El riesgo de esta operación es muy alto, porque muchos podrán interpretar que Sáenz se ha contradicho, pero es que tiene todo el derecho a hacerlo, como tiene también el derecho a equivocarse con sus primeras decisiones.

La situación para Sáenz es muy parecida a la de aquellos esforzados o esforzadas estudiantes universitarios que han sacado adelante una carrera con la ayuda de una fiel y paciente novia (o novio), que durante años enteros estuvo esperando el ansiado diploma para poder llevar al nuevo profesional al altar, pero que al final no pudo hacerlo porque el recién recibido o la recién recibida decidió cambiar de pareja para aspirar a algo mejor.

Sáenz no tendrá más remedio que retirar de la circulación a algunos de los que hasta aquí han sido sus colaboradores más cercanos, a algunos punteros que le han ayudado a ganar las elecciones y especialmente a los advenedizos que se han colgado de su chaqueta para poder mantener sus privilegios. Lentamente, el Gobernador inteligente irá encontrando a la mejor gente, aunque se trate de personas a las que nunca ha tratado, aunque se trate de opositores. Este es un proceso de «selección natural». El gobierno se cohesionará, pues, con personas capaces de hacer y de resolver problemas de verdad, no con charlatanes de feria ni con pequeños organizadores de asados o de carreras de embolsados en el estacionamiento municipal.

Pero este es un camino sembrado de espinas, plagado de amenazas y contratiempos.

Para tener éxito en la tarea, Sáenz no solo necesita mantener el pulso sereno sino que también necesita abrirse y abrir el gobierno. Un gobierno cerrado, endogámico o «de amigos» es la mejor garantía de fracaso.

O Sáenz conecta con el mundo y coloca a Salta en el mapa, o la alternativa es encerrar a Salta entre los cerros para adorar a Güemes como si fuese el Hijo de Dios y autoconvencernos de que nuestros problemas más graves son culpa de los otros, de los que desde afuera de nuestras fronteras amenazan nuestra virginal imbatibilidad provinciana.

Esto último ya lo hicieron Romero y Urtubey. Es hora de cambiar de tercio y es por ello que aquellos que advierten el riesgo al que nos enfrentamos no dudan en apostar por Sáenz como un gran realizador y un poderoso motor de cambio. Pero para convertir a este hombre en todo eso, hará falta que Saénz no tenga miedo a contradecirse, a cambiar de ideas y de personas según la política y el interés general lo exijan.

Salta necesita un Gobernador con ideas, sean propias o no, sean coherentes o no lo sean. Lo que definitivamente no necesita es un Gobernador «idioso» y perseverante en el error como lo fueron Romero (1995-2007) y Urtubey (2007-2019).