El valiente servicio a la patria del diputado Andrés Zottos

  • Quizá por su origen mediterráneo y sus conexiones milenarias con aquel pequeño universo de sabios y filósofos, la familia Zottos funciona de una forma un tanto particular. En su seno, las decisiones clínicas no las adopta el médico de familia sino el diputado nacional Andrés Zottos, que de estas cosas sabe un montón.
  • Decidió internar a su hermano en Salta

Al parecer, su hermano mayor Taky Zottos, varón «de 62 años y algo hipertenso», ha dado positivo en las pruebas para la detección de la COVID-19.


Ante la aterradora posibilidad de que Taky pudiera inaugurar, junto a otros 15 pacientes, el hospital de campaña montado por el intendente Mimessi en el complejo polideportivo municipal, su hermano Andrés ha decidido, por las suyas, evacuarlo hacia una clínica privada de alta complejidad de la ciudad de Salta.

El argumento esgrimido por el diputado Zottos para el traslado de su hermano, es digno de una película épica de Charlton Heston: “No quiero que digan que está ocupando una cama del hospital por ser apellido Zottos que le puede hacer falta a otro”.

Quiere esto decir que si Taky hoy no ocupa la cama a la que tiene derecho en Tartagal, los Zottos le habrán hecho a la patria un servicio extraordinario. Hasta tal punto que todos los ciudadanos de esta Provincia adeudan a partir de ahora a los hermanos chipriotas un agradecimiento eterno por tanto desprendimiento y por su altísimo sentido del altruismo republicano.

Los Zottos pueden tener una relación confusa con el IFE (el ingreso familiar de emergencia), pero frente a una evacuación programada, nada de usar una ambulancia pública. «Gracias a Dios» (y al Patriarca de Nicosia), Zottos (el diputado) tiene recursos suficientes para pagarse una ambulancia privada. Por cierto, también los tenía Urtubey para pagarse un avión privado cuando decidió organizar su campaña a bordo de los aviones públicos de propiedad de todos los salteños, pero a Zottos entonces le pareció muy bien que el Gobernador abusara de los bienes del Estado.

Por la gracia del Altísimo y el sueldo de Andrés, el apenas hipertenso Taky cursa ya la enfermedad con cierta tranquilidad en un sanatorio privado de alta complejidad de la ciudad de Salta, y no en una cama cualunque del polideportivo de Tartagal. No vaya a ser cosa que alguien diga que porque se apellida Zottos, porta coronita en Tartagal o en su amplia zona de influencia.

Visto todo este asunto fríamente, la verdad es que a Taky le ha convencido más la sanidad privada de la ciudad de Salta que la pública de su ciudad natal. Pero como estas cosas son difíciles de decir, puesto que no son «políticamente correctas», la evacuación controlada del exdiputado provincial hacia mejores camas ha sido presentada por Zottos como un heroico servicio a la patria.

Quiera Dios (y también el Patriarca de Nicosia) que en poco tiempo Taky recupere la salud en toda su plenitud. Pero, por favor, no hagamos un teatro con las necesidades sanitarias de una persona, no hagamos campaña con sus carencias o con sus pudiencias. Cada quien enfrenta al virus como buenamente puede, y nadie -excepto los Zottos- anda ventilando sus intimidades sanatoriales en los diarios.

Pero que sepan los hermanos que hay una (o varias) camas a su nombre en Tartagal esperando alguien que las ocupe. Nadie va a decir nada si se acuestan en ellas, porque para eso somos todos ciudadanos iguales de una república de iguales.