
Pero el que de esos mismos bienes se aproveche una persona que no ejerce ninguna responsabilidad en Salta está provocando ahora mismo alguna inquietud, puesto que no se sabe de qué forma cobrarle por el uso de las oficinas de la Casa de Salta en Buenos Aires, de las instalaciones de Finca Las Costas o la mala elección del día feriado de Güemes para lanzar una campaña electoral a nivel nacional.
Parece que Roberto Lavagna, que presume de votos y aspira a imponerse en una hipotética segunda vuelta electoral, no tiene dónde hacer sus actos ni reunir a sus seguidores, que no sea las instalaciones físicas del gobierno de Salta, que tampoco son del gobierno sino que pertenecen a todos los salteños y es deber de todos ellos velar porque se utilicen correctamente.
Si Lavagna disfruta de los apoyos que dice tener, lógico es que en vez de disponer magnánimamente de los recursos de una de las provincias más pobres del país, y una de las que atraviesa por las situaciones financieras más delicadas que se conozcan, eche mano de los recursos privados que le pueden proporcionar quienes lo apoyan, y le diga a su compañero de fórmula: «Che, Juan Manuel: Hagamos la campaña con lo poco que tenemos».
Hasta hace solo 72 horas atrás no se sabía que Lavagna -un hombre criado y engordado en la ciudad de Buenos Aires- tuviera ninguna relación con Salta. Es posible incluso que ayer haya sido la primera vez que pisaba el territorio y que se llevara a su casa un hermoso -y gratuito- poncho rojo.
Pero aunque hubiera nacido y vivido toda su vida aquí, a nadie le está permitido usar de los bienes del Estado para propósitos proselitistas, y menos todavía hacerlo de forma tan descarada, delante de muchísimos salteños que están dispuestos a votar a Alberto Fernández, a Mauricio Macri o a otros candidatos. Es injusto, por tanto, que Lavagna -como Urtubey- instrumentalice a Salta, politice sus actos patrióticos y abuse de los bienes del Estado.
Pero entre ellos hay algunas diferencias, pues mientras Urtubey (aunque a media lengua) se ha deshecho en explicaciones para justificar su alianza con un personaje al que no quería ver ni en pintura antes de la deserción de sus laderos Pichetto y Massa, Lavagna no ha dicho ni pío sobre las razones que ha tenido para elegir a Urtubey, a quien ha ignorado todo lo que ha podido y del que lo separan algunas cuestiones bastante pesadas como el tratamiento legislativo del aborto.
Se espera ahora que Lavagna diga por qué sus reuniones políticas tienen por escenario la Casa de Salta en Buenos Aires y, en su caso, que anuncie a los salteños, tanto a los que simpatizan con su candidatura como a los que van a votar por otros candidatos, que les va a compensar de alguna manera por el uso potencialmente tramposo de los bienes que solo a los salteños pertenecen en propiedad.