
El anuncio de Falú representa una baja muy sensible para las próximas elecciones. Salta y los salteños se privan de este modo de la posibilidad de elegir como representante en el Congreso Nacional a un hombre íntegro, con ideas propias y dueño de una madurez cívica que no tiene que ver con su edad, con su profesión o con su experiencia, sino con su capacidad para utilizar su propio entendimiento.
Hombre ilustrado y de ideas claras, a Edmundo Falú no le ha resultado fácil enfrentar la actual situación política, caracterizada por los apetitos desbocados y por el intento de disfrazar la continuidad de un régimen de dominación política, cerrado y refractario a la participación ciudadana, con ropajes nuevos. Los mismos candidatos, los mismos dirigentes intentan darle una vuelta más al garrote vil de opresión política en Salta, hablando de cosas que apenas si conocen por las tapas de los libros que no se han leído.
A poco de intentar llegar a acuerdos en base a consensos mínimos que permitan unir a los argentinos para buscar las soluciones que hasta ahora se nos han negado, Falú ha tropezado con la mezquindad y con la poca altura de miras de los que acostumbran a disfrazarse para sacar ventaja. Su reacción, sin embargo, ha sido coherente con su trayectoria y, sobre todo, consistente con su personalidad. Y eso es un lujo para la política de Salta, acostumbrada a gestos humillantes de personas sin principios y sin conciencia moral ninguna.
En unas declaraciones que pasarán a la historia, no solo por su sinceridad, sino por su profundo significado político, Falú ha dicho que no ve las cosas claras y que no quiere ser instrumento para nadie. No puedo formalizar una alianza si no estoy convencido de que muchos de los que la integran tienen la misma actitud de decir qué proyecto podemos llevar al país, ha dicho Falú.
La política está atravesada por individuos que un día dicen una cosa, y otro día, por conveniencia, dicen otra, reflexiona Falú, quien no se ha quedado satisfecho con una reflexión general y abstracta sobre el tema sino que ha aportado, para esclarecimiento de sus conciudadanos, algunos ejemplos concretos de estas actitudes inconsistentes y dañinas para la convivencia.
Así, ha dicho Falú que su decisión ha estado motivada, entre otras cosas, por haber visto de candidato al sindicalista Jorge Guaymás, de quien incluso recibió una invitación para el acto de presentación de su candidatura. La verdad es que tengo poco para compartir. La elección pasada él (Guaymás) estuvo apoyando al actual oficialismo.
Falú también ha tenido palabras para el actual diputado nacional Javier David, de quien ha dicho que en un primer momento manifestó su apoyo al frente provincial, pero acompañando en aquel entonces la precandidatura a la Presidencia de la Nación de Juan Manuel Urtubey. Poco después y sin justificarlo adecuadamente, David cambió de opinión y aseguró apoyar la candidatura de Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
La presencia de Falú en alguna de las dos cámaras del Congreso Nacional habría contribuido a elevar notablemente el nivel político y moral de la representación parlamentaria de la Provincia de Salta, venido a menos por la sumisión de los actuales legisladores a los dictados del Gobernador de la Provincia.
Salta no necesita de más lacayos y abrepuertas en Buenos Aires, sino de personas capaces y honradas que con su calidad y su altura aporten a la unidad del país y al mejoramiento de las políticas federales. Falú era, sin dudas, una de estas personas, pero si bien hay que lamentar que no podamos contarlo entre los candidatos, su gesto de renuncia y, sobre todo, los motivos de la misma, nos deben servir a todos para entender que la política no es solamente la ambición del poder, sino a veces, también, una forma inteligente y elegante de poner distancia entre la tiranía de lo inmediato y la estabilidad y consistencia de las propias convicciones.