
En un mensaje grabado en su lugar de detención y difundido por su familia, el señor Reynoso ha dicho que «de acuerdo a los últimos análisis médicos, se ha confirmado lo que desde el año pasado he venido sosteniendo; se ha confirmado que me he contagiado de COVID-19».
El exjuez recuerda que ya el año pasado se dirigió a los medios de comunicación para denunciar la precaria situación sanitaria del centro penitenciario en el que se encuentra «ya que nunca fui escuchado por el servicio médico, ni por las autoridades pertinentes, ni por los votos mayoritarios de la Justicia Federal de Salta».
También ha dicho Reynoso que hasta ahora ha conseguido sortear dos olas de COVID-19, pero recuerda también que es un paciente de alto riesgo y que su salud -como la de muchos de sus compañeros internos- se encuentra en serio peligro.
«En mi caso particular, soy diabético insulinodependiente e hipertenso», ha dicho Reynoso, que ha ilustrado su situación mencionando los valores máximos de presión sistólica superiores a 180 mmHg que ha registrado en los últimos días y que no han podido ser controlados.
Denuncia también el exmagistrado que padece también otras dolencias que -afirma- se encuentran debidamente documentadas, pero que a pesar de ellas «sistemáticamente se me ha denegado la posibilidad de estar en prisión domiciliaria junto a mi esposa que también tiene problemas de salud».
Condenado en primera instancia por un delito de cohecho pasivo cuya comisión no llegó a probarse jamás, Reynoso espera pacientemente que sobre la legalidad de su condena se pronuncie la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal.
Mientras, puede contar con satisfacción contenida que en el segundo juicio al que ha sido sometido ha resultado absuelto de todos los delitos de los que se lo acusaba. Esta vez el tribunal juzgador no fue el número 1 sino el número 2.
La sentencia absolutoria tampoco es firme porque contra ella ha interpuesto recurso de casación el fiscal federal personado en el juicio.