
Hasta hace poco, el gobierno de Salta defendía el voto electrónico como una herramienta aséptica, democrática, igualitaria e inclusiva cuya implantación no guardaba ninguna relación con motivos ideológicos o políticos.
Defender el voto electrónico no suponía denostar el voto de papel, porque a nadie en su sano juicio se le ocurriría ir en contra de un sistema que se ha cansado de demostrar sus bondades -para todos- y que es utilizado por el 98 por cien de los países democráticos del mundo.
Pero es sabido que el sentido común no es uno de los fuertes del Ministro de Gobierno de Salta, señor Juan Pablo Rodríguez, quien con dos frases inconexas -dos pinceladas maestras, en realidad- ha convertido al otrora aséptico voto electrónico salteño en una «herramienta militante».
El pasado domingo, mientras un enjambre de reporteros gráficos documentaba con sus cámaras ese histórico e irrepetible suceso democrático que es el voto del señor Rodríguez, éste, con la soltura acostumbrada, dijo que en la fila de votación la gente lo zarandea exigiéndole votar con el voto electrónico. Y no solo eso, sino que también «hay personas que ponderan el voto papel porque solo así pueden tapar su magro resultado electoral».
Es decir, que el voto electrónico es la opción de los ganadores y el voto de papel -pobrecito- es de aquellos que obtienen magros resultados electorales. En otras palabras, que el voto electrónico es una herramienta progresista mientras que el voto de papel es un monstruo conservador o neoliberal, según como se quiera mirar el fenómeno.
¡Al fin ha salido la víbora a la superficie! Ya era hora de que los salteños nos enterásemos para qué y para quién existe el voto electrónico.
Según Rodríguez, el voto electrónico existe para que los ganadores únicos de esta sociedad puedan hacer brillar aún más sus aplastantes victorias. En opinión del ministro, los perdedores deberían utilizar siempre, siempre, el voto de papel, porque ese sistema que te ensucia los dedos y que te obliga a pasar la lengua por un pegamento de cuarta categoría no es para aquellos que están acostumbrados a adornar sus sienes con una corona de laureles, como los emperadores romanos.
La esperanza que se abre ahora para todos los salteños es que Rodríguez siga revelando, mediante actos fallidos de este calado, las miserias más ocultas de un gobierno que con el voto de papel y en menos de dos meses ha perdido entre siete y ocho puntos de audiencia electoral sin apenas despeinarse.