
Por esta razón es que Gustavo Sáenz debería ser muy cuidadoso en la defensa de esta herramienta tan desacreditada a nivel mundial y ahora denostada en nuestra Provincia, en un momento tan especialmente delicado para la democracia salteña como este.
Sáenz -ganador legítimo- debería estar en condiciones de ganar las elecciones a Gobernador así se votara con garbanzos. No debería importarle «con qué» votan los electores sino «a quién».
Tampoco debería importarle que los que ahora pretenden eliminar el voto electrónico sean los mismos que lo introdujeron. Mientras se acabe con él, da igual quién mate al monstruo.
Las posibilidades de que la Legislatura sancione una ley para eliminar el voto electrónico son bastante remotas. Pero, si al final lo consiguieran, es mucho más probable todavía que Urtubey vete esta ley, si es que alguna dignidad todavía conserva, con lo cual la ley debería volver a las cámaras, y la eliminación -si se insistiera en ella- no llegaría a tiempo para el 10 de noviembre.
Si Sáenz defiende ahora que se mantenga el voto electrónico con el argumento de que no es bueno cambiar de caballo en medio del río, estará transmitiendo a los ciudadanos el mensaje de que ese sistema de votación lo ha favorecido especialmente en las pasadas elecciones.
En tal caso, su apoyo al voto electrónico podría ser interpretado como tan instrumental y oportunista; es decir, exactamente igual a la postura de quienes, después de haberlo implantado sin demanda y sin debates en Salta, ahora quieren quitarlo, con diferentes argumentos teóricos pero por una sola razón verdadera: que el invento no favorece a sus intereses.
Aquí se ha muerto el voto electrónico y hay que animarse reconocerlo. Sáenz debería estar entre los primeros en hacerlo y no poner obstáculos a su supresión.
El voto electrónico es como una enfermedad epidémica. Si nos ofrecen eliminarla cuanto antes, no debemos atender las quejas del boticario que es partidario de que el brote se prolongue porque está ganando más dinero con los medicamentos que vende.
Sáenz no debería comportarse aquí como el boticario avaricioso y pensar en el beneficio general a la salud del final inmediato de la epidemia.
Boleta única
Hay muchos mitos en torno a la llamada boleta única. Hablamos lógicamente de la papel, porque aunque personajes de tan triste fama como el ministro Marcelo López Arias diga que el voto electrónico salteño «es voto de papel impreso de forma electrónica», el componente central de este sistema denostado no es el papel ni la cartulina sino el chip RFID que las tarjetas llevan incorporado.López Arias solo ve el cartón y la impresora, porque el chip (que almacena la información que luego se cuenta automáticamente) está oculto. Ojos que no ven, corazón que no siente. Así cualquiera es ministro.
Pero es preciso reflexionar ya mismo sobre las ventajas y sobre los inconvenientes de la auténtica boleta única: la de papel.
Lo primero que se debe tener en cuenta que en unas elecciones como las que se celebrarán el 10 de noviembre en Salta se votan por lo menos tres categorías diferentes: 1) Gobernador y Vicegobernador, 2) legisladores provinciales, 3) intendentes y concejales municipales.
Es decir, debería haber tres boletas únicas diferentes, una por cada categoría (con diferentes colores cada una de ellas, así como sus respectivos sobres) y, lo que es más serio todavía: debería haber en cada mesa electoral tres urnas diferentes (una por cada categoría), claramente identificadas por el color del sobre y del voto.
Y si por razones logísticas, o por las que fuera, no es posible disponer en cada mesa de tres urnas, por lo menos se debería hacer el esfuerzo de que los sobres fuesen de diferentes color para que el elector pudiera depositar los tres en una urna única y luego, a la hora del recuento, separar los sobres por color, antes de proceder a abrirlos.
Entre las ventajas de este sistema sobresale una: no hay necesidad de que las papeletas de voto se encuentren en un cuarto oscuro impenetrable e inviolable. Las papeletas deben estar al alcance de cualquier elector en un lugar abierto, y la única precaución que se debe adoptar es la de que sus casilleros no hayan sido marcados previamente. Por lo demás, el presidente de mesa, con independencia de que haya votos disponibles en un lugar públicamente accesible, se asegurará de que el elector reciba junto a los sobres las tres «boletas únicas» (una por cada categoría), sin marcas, roturas o enmiendas, para que el elector se dirija a una cabina a marcar y a ensobrar antes de volver a la mesa a depositar sus votos.