
Es completamente indigno y vergonzoso para una democracia con 36 años de andadura que el Estado «enseñe» a los electores a votar; aunque esta pedagogía se limite al funcionamiento de las máquinas de voto electrónico.
Si después de casi una década de funcionamiento ininterrumpido, el voto electrónico todavía necesita en Salta de una «enseñanza masiva», es que la herramienta directamente no sirve y hay que reemplazarla por otra que no presente tantas complicaciones.
Normalmente, enseñan los que saben y aprenden los que no saben. En ninguna parte está escrito que sean los empleados y funcionarios del Tribunal Electoral de Salta los que «saben» cómo funcionan las máquinas y cómo debe comportarse el elector para obtener el resultado que desea.
Si realmente ocurre así (que «solo» el personal de Tribunal Electoral sabe cómo tratar con estos juguetes) es que la democracia de Salta se encuentra en serio peligro, pues una parte del derecho al sufragio se encuentra en las manos de un órgano cuya misión fundamental consiste en organizar las elecciones, juzgar su validez y proclamar sus resultados.
Lógicamente, hay mucha gente que no sabe muy bien cómo funcionan estas máquinas, y muchas más que desconfían que su voto se haya registrado correctamente, aunque hagan mil comprobaciones para despejar sus dudas. Pero esto no es un problema del Tribunal Electoral, porque esta institución no es la dueña de los votos ni es la responsable de que los salteños voten mal al no saber usar las máquinas. Aun sabiendo esto, son estos mismos señores los que programan las apps que simulan el ejercicio del voto. Como diría Greta Thunberg, «How dare you!»
Nadie debería enseñar a votar a nadie. Aprender a votar es como aprender a caminar. No se necesitan guías ni un manual de instrucciones. Que alguien lo haya puesto más difícil hasta el punto de que sea necesario lanzar a las calles y a los parques a una tropa de «entendidos» para que enseñen a las personas más torpes a pasar el dedo por una pantalla, lo que está diciendo es que esa herramienta de voto se tiene que suprimir cuanto antes si lo que se quiere es salvar el voto ciudadano como herramienta fundamental de la democracia.
El gobierno gasta mucho dinero en el alquiler y mantenimiento de unas máquinas inútiles (el voto de papel es más fiable y no necesita de «profesores») y gasta todavía más en una pedagogía que en nada enriquece al ciudadano ni mejora sus competencias. Desde que existe el voto electrónico en Salta su funcionamiento apenas si ha cambiado, mientras que las aplicaciones de los teléfonos móviles con pantalla táctil han dado un vuelco muy importante. ¿Es que los salteños tenemos que seguir votando en las próximas décadas con unas pantallas confusas de la época del iPhone 1?
El Tribunal Electoral, a pesar de sus funciones claramente administrativas, es un órgano enclavado en el corazón del Poder Judicial y participa de todos los vicios, taras y sospechas de este. No es fiable ni independiente. Ni en lo que hace ni en lo que deja de hacer. Añadirle la función de «enseñar a votar» a los salteños menos avispados es sencillamente una aberración que debe acabar.
En una futura reforma de la Constitución, este tribunal, sectario y impermeable al conocimiento, deberá ser sustituido por una junta electoral compuesta por miembros de los demás poderes del Estado y controlada de cerca por los representantes de los partidos políticos. Es intolerable lo que está sucediendo ahora mismo en cuanto a que los partidos son meros convidados de piedra en un proceso que solo diseñan jueces y secretarios que bailan al compás de la música que toca el gobierno.