Los salteños estamos jugando con fuego al permitir la continuidad del voto electrónico

  • El que en estos momentos no exista en Salta un clamor popular por su inmediata eliminación no tiene nada que ver con la seguridad del sistema, sino con el enorme despliegue de medios y recursos del gobierno provincial para intentar acallar las voces disidentes.
  • Un peligro que amenaza nuestra democracia

Las recientes elecciones celebradas en el Congo han dado la puntilla al incipiente debate sobre las bondades del voto electrónico, en su versión dulcificada de «boleta única».


Esta forma de votación electrónica, defendida hasta la náusea y sin el apoyo de ninguna evidencia técnica por los incondicionales del gobierno provincial desde su temprana introducción en 2013, ha caído felizmente en desgracia después de que expertos, altas personalidades y organizaciones muy solventes del mundo entero alertaran sobre el grave peligro de su uso en elecciones democráticas.

Al conocerse que en la República Democrática del Congo se iba a elegir al presidente mediante un sistema de votación electrónica casi idéntico al que se emplea en Salta, en septiembre pasado la embajadora de los Estados Unidos de América en las Naciones Unidas, señora Nikki Haley lanzó una singular advertencia al resto de los países: Quien use el voto electrónico lo hará a su propio riesgo.

Un prolijo informe publicado por el Washington Post el pasado 10 de septiembre recoge la opinión de Haley y, entre otros, la de Joseph Lorenzo Hall, experto en tecnología de elecciones que trabaja como jefe del influyente Center for Democracy and Technology.

Hall ha dicho: «Me siento contento de ver este mensaje tan consistente y de comprobar de que por fin se está difundiendo». También ha dicho el experto: «Existe básicamente consenso entre la mayoría de los responsables de las elecciones públicas y en la comunidad técnica, así como entre cualquier otra persona que trabaje en la administración electoral... en que debemos usar papel».

Tan solo una semana antes de las contundentes afirmaciones de Hall, la secretaria de Seguridad Nacional del gobierno federal estadounidense, señora Kirstjen Nielsen recomendaba a todos los estados de la Unión adoptar «un rastro físico de papel y auditorías efectivas» para las cruciales elecciones de 2020.

La recomendación de Nielsen está indudablemente vinculada a los intentos comprobados de los hackers rusos de influir en las elecciones presidenciales de 2016. Aunque todavía no hay evidencia de que los rusos consiguieran manipular efectivamente los votos en aquella ocasión, los intentos, que sí han sido demostrados, han permitido arrojar luz sobre la inseguridad potencial de las máquinas de votación electrónica en todo el mundo.

Estas contundentes advertencias subrayan también el hecho de que muchos estados de los EE.UU. dependen todavía de máquinas obsoletas que los expertos de seguridad aseguran que son vulnerables. El país ha sido «notablemente lento» en «reemplazar las máquinas de votación más vulnerables a la piratería informática», dijo en marzo de 2018 el Centro Brennan para la Justicia de la Escuela de Derecho de la Universidad de Nueva York, una organización independiente de los partidos políticos. «Este año, 41 estados utilizarán sistemas que tienen al menos una década de antigüedad, y los funcionarios de 33 estados sostienen que deben reemplazar sus máquinas para 2020», dijo entonces el Centro Brennan.

Hall afirma que en los Estados Unidos se habla cada vez más sobre el tema de la seguridad electoral, pero que todavía hay un camino que andar para superar definitivamente los problemas creados por las máquinas de voto electrónico en la mayor democracia del mundo. Admite que «aunque hemos tomado la decisión colectiva de que todos usemos papel, llevará un tiempo reemplazar los sistemas electrónicos en todo los Estados Unidos».

En lo que se refiere específicamente a las elecciones en el Congo, los expertos en seguridad han estado especialmente preocupados por uno de los componentes vitales del sistema: las máquinas. Si bien las autoridades congoleñas han publicado pocos detalles sobre los sistemas reales que planea usar, las máquinas prototipo que el país compró a la empresa surcoreana Miru Systems y que fueron fabricadas y vendidas primero al gobierno federal de la República Argentina (aunque en este país, por razones legales, no llegaron a ser utilizadas), presentaron vulnerabilidades que podrían resultar en “amenazas potenciales al secreto de la boleta y en la manipulación de resultados”, según un informe publicado en junio por The Sentry, un grupo de vigilancia que investiga la corrupción y las atrocidades masivas en el África.

«Por lo que sé por la información no pública que he visto, hay pocas posibilidades de que esas máquinas estén seguras como se usan en la elección [del Congo]», ha dicho Hall, quien revisó los materiales técnicos no difundidos al público y que fueron usados por The Sentry para elaborar su informe.

Tras comprobar la arquitectura de los terminales de votación, la forma en que se compone y registra el voto de un elector y la forma en que se los contabiliza, Hall llegó a la conclusión de que el sistema del Congo -que, en esencia, es prácticamente igual al voto electrónico salteño- se basa en un tipo de máquinas de votación que en los Estados Unidos serían consideradas «potencialmente inseguras». Hall recuerda que en el año 2015 el estado de Virginia retiró la certificación a ese mismo tipo de máquinas.

Un informe emitido en mayo de 2018 por el CEPPS (Consortium for Elections and Political Process Strengthening) afirmaba que los votantes congoleños iban a insertar una tarjeta en una máquina de votación electrónica, elegir al candidato en una pantalla táctil y luego la máquina iba a imprimir el voto que finalmente sería introducido en la urna. Exactamente el mismo procedimiento que se aplica en el voto electrónico salteño, con la única diferencia de que la impresión del Congo es física y consiste en un código QR único, mientras que en Salta a la impresión física del nombre del candidato elegido (no de un código) en la boleta se une la impresión electrónica de la elección en un chip RFID, cuya lectura -evidentemente electrónica- será la que proporcionará los datos finales de la elección.

Hall ha dicho que las boletas usadas en el Congo, para empezar, ponen en peligro el secreto del voto, pero también ha identificado otras vulnerabilidades en las máquinas como conectividad inalámbrica, puertos USB no protegidos y sistema operativo desactualizado.

Ante la catarata de cuestionamientos a la fiabilidad y transparencia del sistema, el CENI (la Comisión Electoral Nacional Independiente del Congo) dijo en septiembre pasado, en una nota de prensa, que alrededor de 84.000 de las 105.000 máquinas de Miru Systems que se iban a desplegar en las elecciones de diciembre habían sido inspeccionadas y sometidas a controles de calidad. Pero el CENI y la Embajada congoleña en los Estados Unidos no respondieron a los emails que les dirigieron los expertos para que aportaran comentarios y precisiones a sus inquietudes.

En este sentido, la actitud de la administración electoral congoleña fue muy parecida a la del Tribunal Electoral de Salta, que en los últimos cinco años no ha resuelto una sola duda técnica acerca del proceso de voto con máquinas electrónicas, amparándose en un inexplicable secreto que, según casi todo el arco político, solo favorece al partido en el gobierno.

Diferentes niveles de conciencia ciudadana

Pero mientras en Salta el movimiento cívico contrario al voto electrónico es todavía débil y se encuentra virtualmente arrinconado por la propaganda oficial del gobierno, en el Congo las cosas no parecen tan tranquilas.

Nada más conocerse la decisión del gobierno de Kabila de utilizar este tipo de dispositivos para emitir el voto, los activistas de aquel país, de más de 80 millones de habitantes, se han movilizado para expresar su temor de que el voto pueda ser manipulado. El resultado de estas movilizaciones ha sido el sustancial aumento del número de opositores al empleo de esta tecnología.

A finales del pasado mes de julio, los activistas del grupo congoleño Lucha, han organizado protestas contra las máquinas de voto electrónico y en demanda de unas elecciones justas. Jean-Paul Mulagizi Nyunda ha dicho que los ciudadanos están preocupados por las máquinas porque «no sabemos lo que su software contiene». Es decir, exactamente igual que lo que sucede en Salta, pero sin movilizaciones ni manifestaciones en las calles.

«Las máquinas de voto electrónico se han convertido en un pararrayos en la opinión popular», afirma Jason Stearns, director del Congo Research Group en el Centro Internacional de Cooperación de la Universidad de Nueva York. «La oposición ha usado este argumento como uno de los temas principales de su campaña: que mientras se use la máquina de votar, las elecciones no pueden ser libres y justas».

Una encuesta publicada también el pasado mes de julio dice que el 66 por cien de quienes respondieron no estaban a favor de las máquinas de voto electrónico. La consulta fue efectuada por el ya citado Congo Research Group y por el Bureau d’Études, de Recherches, et de Consulting International, una compañía de investigación congoleña.

Movilización y pacto de Estado en Salta

Lo sucedido en el Congo, en donde los resultados de las elecciones presidenciales celebradas a finales del pasado mes de diciembre están siendo objeto de graves cuestionamientos por una parte muy significativa de la población, debe encender todas las luces de alarma en Salta, en donde si la situación no varía, un millón de ciudadanos será convocado el próximo mes de octubre a elegir al nuevo Gobernador de la Provincia con un sistema que, con el correr del tiempo, se ha revelado vulnerable, inseguro, opaco e inverificable, y que hoy es objeto de la mayor desconfianza por parte de los expertos en elecciones.

El que en estos momentos no exista en Salta un clamor popular por su inmediata eliminación no tiene nada que ver con la seguridad del sistema, sino con el enorme despliegue de medios y recursos del gobierno provincial para intentar acallar las voces disidentes.

Es hora de que tanto ciudadanos como fuerzas políticas se movilicen en Salta y exijan al gobierno el regreso al voto de papel, aunque sea bajo amenaza de no concurrir a las elecciones, desconocer sus resultados o incluso de poner en duda la legitimidad de los mandatos actuales de quienes resultaron electos gracias al voto electrónico. El sistema de votación debe ser el resultado de un gran pacto de Estado entre todas las fuerzas políticas e instancias de representación de los ciudadanos y jamás, como hasta ahora, la imposición unilateral de una parcialidad política sobre el resto.

El Congo ha puesto fin al debate sobre la conveniencia o no de la utilización de este tipo de máquinas en el mundo entero y ha dejado más que claro que la seguridad y la transparencia no figuran entre sus atributos.

Si se tratara de un medicamento o de una vacuna y la Organización Mundial de la Salud emitiera un alerta sobre los peligros para la salud que su uso representa, es casi seguro que la Provincia de Salta en cuestión de pocas horas retiraría ese medicamento o se abstendría de dispensar esa vacuna. No hay razones lógicas que avalen que frente a tantas y tan consistentes advertencias sobre los peligros del voto electrónico en todo el mundo (especialmente en su versión «boleta única») en Salta reine la calma y se siga esparciendo un falso consenso acerca de que es «la gente» la que prefiere el voto electrónico.

Así como en materia de enfermedades no hay ni puede haber democracia (aplicar un medicamento o una vacuna es una decisión de expertos, y no de la mayoría del pueblo), sucede lo mismo en lo que se refiere al sistema de votación: la elección de uno o de otro no depende (no debe depender) de la decisión popular (que puede ser equivocada o dañina, o ser manipulada, como en el caso de Salta) sino de lo que en cada caso digan los especialistas en la materia.

Solo por poner otro ejemplo, quizá un poco más extremo: si mañana la NASA envía al museo de arqueología de alta montaña un email en el que avisa de que un asteroide impactará el Valle de Lerma, y que para evitarlo hay que disparar al unísono dieciséis bombas nucleares, y los salteños se niegan, bien sea porque están en contra de las armas nucleares o porque no quieren ser privados del «show astrológico» (como publicó recientemente un diario de Salta), el desastre que puede causar la decisión mayoritaria puede ser incalculable y definitivo.