
En medio del recuento de votos del 13 de agosto pasado, los incondicionales de Urtubey, y él mismo, salieron a alardear de un triunfo electoral que casi todo el mundo entendía que no se había producido.
Las mentes perversas que desde hace tiempo en Salta se encargan de distorsionar la realidad de los procesos electorales salieron rápidamente entonces a sumar los votos de los cientos de «sublemas» en que se dividió la coalición gobernante para poder engañar mejor al electorado.
Una vez que los «linces» del oficialismo comprobaron que se podía manipular los resultados, Urtubey voló inmediatamente a Buenos Aires, salió en todos los diarios nacionales y dio entrevistas personales en dos importantes programas de televisión, para presentarse allí como «el único gobernador peronista victorioso». Todo a la salud del vapuleado contribuyente salteño.
El propio Ministro de Gobierno sacó a pasear sus baches formativos en un programa de televisión en el que se presentó a sí mismo como el artífice de «una victoria única e irreversible».
Pero la operación no solo era profundamente inmoral desde el punto de vista político sino imposible desde el aritmético; hasta el punto de que un puñado de incrédulos vaticinó aquella misma noche que los resultados de las elecciones de octubre mostrarían un mapa político enteramente diferente en Salta y pondrían a cada uno en su lugar.
Para desgracia de aquellos que echaron las campanas al vuelo prematuramente, los pronósticos de una minoría ilustrada de Salta se cumplieron anoche de una forma inexorable, y lo que el 13 de agosto fue una primavera de naranjos en flor se convirtió en un invierno duro y gris para la oligarquía gobernante.
Las PASO permitieron -conviene no olvidarlo- que Urtubey pudiera ejercer durante algunas semanas como el líder de un peronismo en pleno trance de resurrección. Pero las elecciones de ayer demostraron que el peronismo (tanto el tradicional como el que no lo es tanto) solo tiene algún predicamento allí donde reinan la miseria, la falta de educación cívica y la política clientelar.
¿Por qué se salvó Salta de este incendio? Hay que apresurarse a decir que no fue porque aquí faltara miseria ni incultura, sino porque el Gobierno que dirige Urtubey no consiguió disfrazarse del todo y engañar a los pobres. Los errores del Gobernador y de su equipo, que ya eran preocupantes e imperdonables antes, en los últimos dos años y medio se convirtieron en clamorosos; por la sola razón de que en el espíritu de los que gobiernan cobró más peso la ilusión infantil de ver a Urtubey convertido en Presidente que la necesidad de sacar a los salteños de su atraso y su postergación.
Zottos y Valenzuela estructuraron su campaña en base a un supuesto «proyecto nacional» que el pueblo de Salta ha rechazado de una forma mayoritaria y virtualmente inapelable. El resultado de ayer no hace sino confirmar que ambos se equivocaron al hacer pivotar su campaña sobre el personalismo absorbente de Urtubey.
Los salteños se sintieron instrumentalizados por una ambición personal y dieron la espalda a un gobierno que antes se la había dado a ellos. Una simple devolución de gentilezas que, sin embargo, tiene consecuencias devastadoras para quienes alentaban, en público y en privado, aquella ambición desmedida.
A Urtubey tampoco le perdonaron los salteños que saliera a tratar a Cristina Kirchner como a un estropajo. Los resultados obtenidos ayer por la expresidenta demuestran a las claras que no está muerta y acabada como alguna vez insinuó Urtubey. La derrota cosechada ayer por el gobierno en Salta es también una derrota de la zafiedad y del odio, disfrazados de ternura, tolerancia y talante democrático.
Conociendo al personaje, es más que probable que Urtubey no dé el brazo a torcer y que, aun bajo mínimos, intente maniobrar para que los salteños se avengan a blindar su futuro y el de su familia. Hay que tener en cuenta para ello que quienes emergen hoy como ganadores en Salta pertenecen casi todos a la peor versión del romerismo y que casi nadie ha denunciado que la derrota de Urtubey se ha producido a manos de una fuerza política igualmente conservadora y escasamente comprometida con las transformaciones que necesita Salta para sobrevivir.
Si ya con anterioridad las PASO despertaban recelos y desconfianzas de las más variadas, hay que darse cuenta ahora de que esta forma de solventar las tensiones que genera el pluralismo interior de los partidos políticos no sirve para el objetivo que sus creadores se propusieron, y que, al contrario, puede contribuir -como de hecho ha sucedido- a que falsos ganadores obtengan ventajas ilegítimas e inmerecidas.
Baste recordar que las elecciones del 13 de agosto pasado dijeron que el candidato más votado para senador provincial por la Capital de Salta fue Adrián Valenzuela, que anoche perdió el escaño por un considerable margen de votos. O los salteños cambian muy rápido de opinión o es que las PASO no sirven más que para movilizar emociones inútiles y para gastar un dinero que podría servir para mejores fines.