Sobre la oficina de atención integral a migrantes forzados y refugiados de Salta

  • Hace bien el gobierno provincial en considerar a Salta como ‘pionera’ en materia de atención integral a migrantes forzados y refugiados.
  • Habiendo tantos problemas por resolver

El «orgullo salteño» puesto de manifiesto por la inauguración y funcionamiento de una oficina especializada en la materia, solo es comparable al que genera la construcción de un enorme hotel de turismo que solo recibe unos dos pasajeros por año.


La situación fronteriza de Salta hace que sus principales problemas migratorios no sean los desplazamientos forzados de personas ni los refugiados a causa de persecución política, sin embargo ahora que tenemos una oficina que se dedica a estas cosas, mejor utilizarla que convertirla anticipadamente en pieza de museo.

Aunque quizá hubiese sido mejor que con los mismos recursos el gobierno se decidiera a abrir una oficina destinada a atajar dramas sociales sangrantes, de los muchos que hay en Salta, lo que llama la atención es que en la apertura y mantenimiento de esta nueva oficina dedicada a los refugiados y migrantes forzados tenga algo que ver la Dirección General de Cultos del gobierno provincial.

Es probable que la tolerancia religiosa o el ecumenismo tengan algo que ver a la hora de acoger a una persona que abandona su país de origen por persecución, pero del país de destino, más que una «acogida espiritual» se esperan ayudas para la integración algo más tangibles.

Por eso, entre otros motivos, es que suena un poco extraño que el Secretario de Justicia del gobierno, señor Pedro García Castiella se reuniese hoy con la directora de Cultos, para -juntos- «delinear» (imaginemos a los dos un set de lápices negros, compases, escalímetros, portaminas y rotrings) las acciones presentes y futuras de la nueva oficina.

García Castiella ha dicho, por ejemplo, que “nobles razones de ayuda humanitaria inspiran el funcionamiento de la oficina y su dinámica con el resto de las áreas interesadas, se contextualizan en un convenio de ayuda a refugiados celebrado entre Salta y la Organización de Naciones Unidas”. Con convenio o sin él, la ayuda humanitaria es siempre una «noble razón». No se conocen, al menos en el complejo universo de las personas desplazadas, las ayudas humanitarias «innobles».

La información oficial habla de una «necesidad impostergable» que viene impuesta por una «realidad migratoria provocada por diversas conflictividades internacionales».

Pero tal «diversidad» se reduce solo a dos países: Siria y Venezuela.

Si bien la situación en estos dos países es compleja, no es posible ignorar que la mayoría de los desplazados sirios (que huyen de la guerra) y venezolanos (que huyen de la dictadura chavista de Nicolás Maduro) leen los diarios, y saben que, por mucha oficina especializada que haya, Salta es una de las provincias más pobres de la Argentina, una de las más convulsas y, definitivamente, una de las más amenazadas por las mafias internacionales.

En este contexto, parece razonable que los desplazados, sirios, venezolanos o de cualquier otra nacionalidad se busquen un lugar más atractivo para huir del drama.